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Los inmigrantes, siempre el chivo expiatorio, responden a las mentiras del UKIP

Ake Achi no recuerda cuándo empezó a trabajar en la plantación de su familia, en Costa de Marfil, aunque dice que debió de ser “cuando aprendí a caminar”. No había guarderías ni nadie que cuidara de los niños, así que su hermana y él iban a los campos con su madre. Sin embargo, sus padres tenían familiares en Francia y, una noche, despertaron a los dos pequeños de 11 años y los metieron en un vehículo con la esperanza de conseguir una vida mejor.

Hace una década, Achi se mudó a Londres para mejorar su inglés y buscar oportunidades. Tuvo que trabajar mucho. Compaginaba sus estudios en la Universidad de Kingston con un empleo de guardia de seguridad a jornada completa. Hoy es delegado sindical y ayuda a los trabajadores a combatir las injusticias que cometen los poderosos, aunque las culpas recaigan con demasiada frecuencia sobre los inmigrantes. También es fundador de Right2workuk, un grupo que lucha por el derecho de los inmigrantes a trabajar en Gran Bretaña.

Achi pertenece a un movimiento nuevo, One Day Without Us (1DWU), cuyo objetivo consiste en dar voz a los frecuentemente despreciados inmigrantes. El próximo lunes, cuando miles de personas salgan a la calle para manifestarse contra el sometimiento de Theresa May a Donald Trump, los inmigrantes y no inmigrantes que lo deseen podrán sumarse a un acto contra la xenofobia que se celebrará en todo el país: 1DWU les invita a cogerse del brazo, sostener sus pancartas y hacerse una fotografía en lo que será una demostración nacional de solidaridad.

“Cuando las cosas van mal, siempre se culpa a los inmigrantes”, dice Achi. El Gobierno ha prohibido que los trabajadores no comunitarios se queden en Gran Bretaña con carácter permanente si ganan menos de 35.000 libras (41.000 euros) al año o llevan menos de una década en el país. Es una medida que afecta a muchos trabajadores; por ejemplo, de una institución que, como afirma Achi, “no sobreviviría sin nosotros”: el NHS (Sistema Nacional de Salud). Pero acusar a los inmigrantes del lamentable estado de la Seguridad Social británica es menos comprometido que acusar al Gobierno por haberla empujado a lo que la Cruz Roja describe como “una crisis humanitaria”.

1DWU no podría llegar en mejor momento. Hasta ahora, los inmigrantes carecían de una voz propia capaz de hacerse oír y el debate ha sido demasiado a menudo sobre ellos pero sin ellos. También es crucial por otro motivo: el UKIP ha planteado el asunto desde la emoción y el poder de las historias personales, Por el contrario, los que han defendido la contribución de los inmigrantes se han apoyado en datos y estadísticas.

En cierta ocasión, alguien recordó a Nigel Farage, entonces líder del UKIP, que los inmigrantes aportan mucho a las arcas públicas, a lo que él contestó: “Prefiero comunidades unidas donde los jóvenes británicos tengan una oportunidad real de conseguir empleo”. Como de costumbre, su posición se basaba en un mito; las comunidades que sufren los índices más altos de paro juvenil coinciden a menudo con las que tienen menos inmigrantes. Pero esa no es la cuestión.

Farage se presentó como paladín de la comunidad contra los ideólogos de la obsesión por el dinero; decía que el dinero no es lo más importante de la vida, asaltando audazmente uno de los mensajes tradicionales de la izquierda: “Lo social importa más que los mercados”. Y su desventurado sucesor, Paul Nuttall, ha intentado usar el poder de las historias personales.

Pero tienden a ser falsas. Sabe que los votantes se sienten atraídos por un pasado vital emocionante, como el de ser jugador profesional de fútbol (falso) y sacarse un doctorado (falso). Sabe que Hillsborough es una tragedia emocional para todos los británicos y también resultó ser falsa la noticia publicada en su página web de que había perdido a uno de sus amigos en el suceso.

Ahora, por el contrario, hay una oportunidad de promover casos verídicos e igualmente emocionales desde la causa de los inmigrantes. Tienen pasados que cautivan. Y aunque todos dependemos de ellos, están preocupados, asustados y enfadados por el trato que reciben. Como Birgit Möller, una alemana de 55 años que lleva en Gran Bretaña desde casi antes de que yo naciera.

Möller, una apasionada de la educación y los niños, trabaja en una guardería. Tiene un marido y un hijo que también viven aquí. Llegó atraída por la pluralidad social de Londres, “por el clamor de tantas personas de sitios diversos, unidas en una sola comunidad”, pero la tóxica campaña del referéndum de la UE, que presentó a los inmigrantes como un problema, le ha dejado “tan impactada como insegura”.

“Nunca me había visto en la necesidad de defender mi derecho a vivir y trabajar aquí. No sé lo que va a pasar”. En su opinión, hay muchos problemas en Gran Bretaña que no tienen nada que ver con la inmigración, “como la enorme diferencia de ingresos y el excesivo poder de las empresas”. Y, al igual que Achi, cree que “se busca un chivo expiatorio para no tener que enfrentarse a las cuestiones reales, muy difíciles de resolver”.

Silvia Aced lleva veinte años en Gran Bretaña. Antes trabajaba en la red de transportes y ahora lo hace con niños discapacitados. “Yo misma soy madre de un niño autista y he dedicado mi vida a cosas como esa. Sé por experiencia lo que significa tener un niño con necesidades especiales y lo que cuesta defenderlos”.

Aced opina que usar a los inmigrantes como chivos expiatorios es algo “terrible”, y explica el sencillo principio que está detrás de 1DWU: “Imagina que faltamos un día al trabajo, solo uno. Sería el caos. La gente se queja cuando los trabajadores del metro hacen huelga, pero sería poca cosa en comparación con el caos que se produciría si nosotros dejamos de trabajar”.

El debate sobre la inmigración no será fácil de cambiar. Los sucesivos gobiernos británicos han sido incapaces de ofrecer la vivienda, los empleos estables y bien pagados y el nivel de vida que la gente necesita y tampoco han invertido lo necesario en servicios públicos; especialmente, en los últimos tiempos.

La inmigración se ha convertido en un discurso válido para todo con el que se explican problemas que, en realidad, son culpa de los poderosos. Romper esa lógica va a ser muy difícil, porque implica debatir con mucho tacto con millones de personas que no son conscientes de la contribución de los inmigrantes a la sociedad británica.

Esta no es una causa que podamos ganar con datos y estadísticas. Las sensaciones y las emociones desempeñan un papel crucial. Los inmigrantes han estado ausentes de un debate que les afectaba; pero, si logran que su voz se oiga, podrán hablar de su contribución diaria y cambiar el rumbo de las cosas. El Ukip es un partido de timadores, vendedores de mitos, charlatanes y tramposos profesionales, pero han conseguido envenenar el debate sobre la inmigración porque han monopolizado el discurso emocional durante demasiado tiempo.

El contraataque de los inmigrantes, muchos de los cuales viven el futuro con preocupación, acaba de empezar. Y nos recordarán que el origen de los problemas que sufrimos no está en unas personas que han enriquecido este país, incluso en sentidos que no se pueden explicar con palabras.

Traducido por Jesús Gómez