Un temporal de nieve en Iowa perjudica a Trump y Sanders en el inicio de las primarias
Al final, parece que el sentido de la política de Estados Unidos queda reducido a una tormenta de nieve. Estos meses de agresivas campañas han culminado con las carreras de los dos principales partidos demasiado igualadas en Iowa, mientras el Estado rural se prepara para convertirse en la primera y más influyente contienda en elegir a los candidatos de las próximas elecciones presidenciales de noviembre.
Las encuestas señalan un holgado triunfo para Donald Trump sobre los republicanos y un empate técnico entre los rivales demócratas, Hilary Clinton y Bernie Sanders, antes de los caucus que tendrán lugar en la noche del lunes. Tanto Trump como Sanders dependen del apoyo de los votantes jóvenes y los contrarios al establishment, un voto que parece menos fiable que el de los fieles al partido que respaldan a Clinton y a los republicanos más tradicionales.
Sin embargo, la apuesta de Trump en el último minuto de boicotear el debate republicano en televisión del pasado jueves ha generado una mayor incertidumbre al favorecer la visibilidad de sus rivales más cercanos, Ted Cruz y Marco Rubio. “¿Conseguiré más votos? ¿Conseguiré menos?”, se preguntaba Trump en su mitin alternativo apenas a cinco kilómetros de distancia de Des Moines, donde se celebraba el debate principal. “Nadie lo sabe, ¿quién demonios lo sabe?”.
Según coinciden todos los gabinetes de campaña y expertos, la participación será la clave. “Es bastante simple”, decía Sanders en su último llamamiento a los voluntarios de la sede de campaña en Des Moines, antes de ponerse en camino hacia un frenético fin de semana de mítines. “Si la participación es alta, ganaremos. Si la participación es baja, estaremos en un aprieto”.
Los catorce aspirantes a la presidencia se han dejado ver todo el mes entre pistas de bolos, campos de tiro, institutos y granjas en busca de los votantes más escurridizos que coloquen a sus carreras hacia las presidenciales de 2016 en un comienzo ganador.
Para este lunes, Cruz pretende haber visitado los 99 municipios del Estado durante la campaña, una hazaña conocida como “full Grassley” en honor al senador de Iowa (Chuck Grassley), pionero en esta estrategia de alta intensidad. Mike Huckabee, el vencedor republicano en 2008, habrá hecho 150 paradas en su campaña solo en enero, aunque, en ocasiones, con una asistencia de apenas media docena de seguidores.
Sanders y Trump necesitan a los votantes de Iowa
Sin embargo, visitar a los votantes donde residen no es lo mismo que conseguir que salgan a buscarte. Solo una pequeña parte de los ciudadanos de Iowa pretende votar en los caucus, y esta inseguridad en la participación se puede ver agravada en la noche del lunes por una gran tormenta que entrará por el oeste y cubrirá el Estado con 15 centímetros de nieve al día siguiente.
Aunque los locales están hechos de una pasta diferente a los residentes en Washington -donde siguen paralizados por el temporal de hace una semana-, las carreteras en Iowa son interminables y traicioneras. Un reciente accidente de tráfico acabó con la vida de un joven voluntario en la campaña del exneurocirujano, Ben Carson. Además, una pequeña tormenta de nieve llenó las cunetas de coches que habían patinado sobre la nieve hasta los campos, como si de un extraño cultivo se tratase.
Las vicisitudes del periodo del caucus son una especie de frustración secreta para los candidatos, muchos de los cuales creen que este Estado del maíz, los cerdos y los cristianos evangelistas tiene una influencia excesiva por su posición privilegiada al comienzo del largo ciclo electoral. También piensan que puede dar lugar a una selección sesgada de candidatos que no son representativos a nivel nacional.
Clinton, que perdió en Iowa contra Obama en 2008, fue especialmente mordaz con el sistema del caucus en un email filtrado recientemente, en el que decía a su asesor Sidney Blumenthal que el proceso genera “criaturas en los extremos de los partidos”. Sin embargo, juzgando los letreros en los jardines y las pegatinas en los parachoques, en estos momentos se siente un mayor entusiasmo hacia candidatos como Sanders, el que se define como socialista, o Trump, el demagogo de derechas, que desafía a todos los que afirman que son criaturas del establishment.
Sus discursos en campaña no pueden ser más distintos, pero ambos sostienen que las multitudes que asisten a sus actos a lo largo de Iowa y de todo el país son la prueba de que esos votantes insatisfechos son representativos a nivel nacional y están mucho más decididos a votar. “La democracia no es un deporte para espectadores”, declaró Sanders en uno de los muchos mitines que ha dado esta semana en los centros sociales y comerciales del Estado.
El tono resentido que está tomando la lucha en ambos partidos sugiere que la ola contra el establishment es algo más que una rareza de Iowa. Los debates son una evidencia de que el sistema electoral se está deteriorando. El Comité Demócrata Nacional ha sido acusado de manipulación en favor de Clinton, al organizar muy pocos debates y programarlos en las vacaciones nacionales, los viernes por la noche o incluso después de grandes eventos deportivos. Por su parte, el Comité Republicano se ha esforzado por intentar encontrar escenarios lo suficientemente grandes para acoger al mayor número de candidatos.
El jueves, no solo Trump organizó un acto alternativo en Des Moines. La idea fue seguida también por el favorito de los evangelistas, Rick Santorum (que ya ganó en Iowa en 2012), y el exgobernador de Arkansas, Mike Huckabee, que fue relegado a un debate “preliminar” debido a sus bajos resultados en las encuestas.
Las brechas entre los miembros de los partidos
Los demócratas parecen disfrutar con la proliferación de debates no autorizados. El desconcertante equipo de Clinton pidió un debate más no previsto en la programación oficial, que había sido deliberadamente reducida, justo antes de las primarias de New Hampshire el 8 de febrero. Sanders, que era senador independiente antes presentarse como candidato sorprendiendo a todos, ha apoyado la petición, pero solo si Clinton convence al partido para celebrar más debates el resto del año.
La lealtad a la jerarquía del partido es igualmente escasa en el bando conservador, donde los favoritos Trump y Cruz son despreciados de forma generalizada por los líderes republicanos en Washington. “Si volvéis a hacerme alguna otra pregunta malintencionada, tendré que abandonar el plató”, amenazó Cruz en el debate televisado del pasado jueves, donde se convirtió en el objeto de escrutinio tras la ausencia de Trump.
Pero quizá la muestra más clara de que la brecha en los partidos se acentúa en los espacios abiertos de Iowa vino de la mano del exalcalde de Nueva York, Mike Bloomberg. Hace una semana, anunció que podría considerar presentarse como candidato independiente si, en noviembre, la decisión final se debate entre Sanders y Trump.
Aunque a Sanders -adalid contra Wall Street- nada le gustaría más que competir contra dos millonarios neoyorquinos, ese escenario parece improbable. Clinton continúa ocupando una buena posición en las encuestas nacionales y confía en su capacidad para vencer a Sanders en los Estados donde no es tan conocido, especialmente entre las minorías del sur.
Pero, una nueva derrota de la exsecretaria de Estado el lunes conlleva el riesgo de provocar una reacción en cadena que frustre su minucioso plan de batalla. Su contrincante de Vermont destaca en New Hampshire, el siguiente Estado en acoger votaciones, y está cerca de conseguir tres millones de pequeñas donaciones de sus seguidores que podrían financiar su rebelión para los próximos meses. Suenan los ecos de hace ocho años, cuando Barack Obama apareció de la nada para ganar en Iowa e imponerse sobre Clinton en la nominación final.
Teniendo esto en cuenta, es incluso posible que el vicepresidente Joe Biden reconsidere su decisión de no presentarse a las presidenciales de 2016, favoreciendo una perspectiva desconocida en la que Biden y Bloomberg se hagan con los moderados descontentos de Trump y Sanders y reconstruyan una política de centro, con o sin el apoyo de los votantes de Iowa.
Esto continúa siendo una mera hipótesis por el momento, pero una pérdida de votos para Sanders o Trump el lunes no implicaría tampoco el fin para ellos. Estos movimientos puede que empiecen en los márgenes, pero se han construido alrededor de un desprecio hacia los partidos que no parece que vaya a desaparecer esa noche y puede provocar tensiones en años venideros.
La baja participación sufrirá con la tormenta
En las próximas 24 horas, Iowa va a presenciar algunos de los eventos más intensos de toda la campaña en los que ambos partidos reforzarán sus posiciones. Jeb Bush ha gastado 80 millones de un presupuesto de 120 para inundar los medios con un mensaje negativo hacia los candidatos novatos (como Trump). Aunque Clinton se tomó un breve descanso para recaudar dinero en una reunión de inversores en Filadelfia, ha sido tan implacable como Sanders al desplegarse por las calles y conocer al mayor número de votantes potenciales antes de la noche del caucus.
Sin embargo, los habitantes de Iowa son pocos para ocupar un Estado del tamaño aproximado de Inglaterra y Gales, por lo que su coche oficial se ha retrasado una hora y media mientras recorría los pueblos más alejados.
Pero los dolores de cabeza provocados por el transporte no son nada para los candidatos comparado con el desafío logístico de convertir a los simpatizantes en votantes del caucus, especialmente si las carreteras están cubiertas de nieve.
Los gabinetes de campaña están haciendo todo lo posible para lograr ese “ven al caucus”, y los partidos organizan actividades que van desde poner medios de transporte a disposición hasta colgar señales en las puertas afirmando que las votaciones se están celebrando. La complejidad del caucus puede ser disuasoria para algunos primerizos pero, en realidad, esa noche se reduce a los votos emitidos en papel de los republicanos y la presencia física de los seguidores demócratas apoyando a su favorito.
Normalmente, cada partido político tiene cerca de 600.000 votantes registrados pero cada año apenas aparece uno de cada cinco en la noche del caucus. En 2008, la participación de los demócratas se disparó en un 39% a raíz de la emoción generada por Obama. Teniendo en cuenta que la participación es el factor determinante, todos los gabinetes están muy atentos a las predicciones atmosféricas para ver a qué hora caerá la tormenta el lunes.
Los fieles a Sanders defienden que su ascenso puede continuar aunque pierda aquí, pero pocos dudan de lo mucho que está en juego en Iowa para él. “En nombre de nuestros hijos, en nombre de nuestro país, no podemos fallar”, proclamó el senador de Vermont frente a una multitud de 900 voluntarios el jueves en Fairfield. Si sus aparentemente apasionados seguidores no se molestan en aparecer masivamente para conseguir una revolución, será el final de la partida.
Traducción de: Mónica Zas