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Khaled Ali, la esperanza de la izquierda egipcia contra un presidente autoritario

Ruth Michaelson

El Cairo —

Khaled Ali es una especie de revolucionario discreto. Con su chaqueta y sus grandes cejas arqueadas por encima de las gafas de pasta podría confundirse con un profesor más que por un abogado rebelde y posible candidato a la presidencia de Egipto en las próximas elecciones.

“Soy percibido como un traidor financiado desde el extranjero”, señala, pero Ali ignora las críticas que le lanzan los medios egipcios y los políticos progubernamentales. Su programa, una combinación de propuestas sociales –incluido un seguro médico y un salario mínimo–, recuerda al de otros socialistas que han irrumpido en la política tradicional en otros lugares, como Bernie Sanders o Jeremy Corbyn. ¿Se ve a sí mismo en esta misma trayectoria? Ali da su única respuesta en inglés durante toda la entrevista: “Soy Khaled Ali”, sonríe.

Aun así, Ali puede ser lo más cercano que tiene Egipto a David contra Goliat. Actualmente es uno de los cuatro posibles candidatos a declarar su intención a presentarse contra el hombre fuerte de Egipto, el presidente Abdel Fatah al Sisi, en las elecciones presidenciales programadas para la primavera de 2018. Pero quizá sea el único con posibilidades de competir.

El coronel Ahmed Konsowa fue detenido poco después de anunciar su intención de presentarse a las elecciones. Konsowa fue acusado de violar las normas militares por expresar opiniones políticas estando dentro del Ejército. La semana pasada fue condenado a seis años de prisión.

El ex primer ministro egipcio, Ahmed Shafik, fue deportado de Emiratos Árabes Unidos tras anunciar su intención de presentarse y a su vuelta a Egipto le mantuvieron incomunicado durante 24 horas. Shafik es un símbolo del régimen del expresidente Hosni Mubarak, un autócrata con vínculos a sus poderosos servicios militares y de seguridad. Por su parte, Ali es la última cara de la oposición de izquierdas que derrocó a Mubarak del poder en 2011.

Sisi, que fue jefe de las Fuerzas Armadas, llegó al poder tras un golpe militar con apoyo popular en 2013 y obtuvo el 97% de los votos en las elecciones de 2014. En su primer mandato vivió un periodo de creciente agitación económica y problemas en materia de seguridad, acompañados por una campaña de represión sin precedentes contra la oposición, la libertad de expresión y la sociedad civil. Aunque todavía no lo ha hecho público, los más probable es que Sisi se presente a un segundo mandato y gane.

El programa de Ali no es tanto una crítica a la forma de gobierno de Sisi, sino un desafío a todo el sistema que él representa. Por eso, para muchos no es solo un opositor, sino el enemigo público número uno. Su campaña ha sufrido intimidaciones desde el inicio. La policía hizo una redada en la imprenta que producía sus carteles de campaña y posteriormente negó que esa redada hubiese tenido lugar.

“Me pidieron asistir a una cena en el centro de El Cairo y al día siguiente todas las cafeterías en esa calle habían cerrado. Todas habían sido acosadas por la policía”, cuenta. “Un abogado de un distrito quería celebrar una reunión para discutir sobre el apoyo que me brindaría y posteriormente recibió una llamada de la policía exigiendo cancelarla”, añade.

Ali se ha convertido en el objetivo al que atacan la mayoría de medios de comunicación progubernamentales. Desde que anunció su intención de presentarse, no se le ha invitado a hablar en ningún programa influyente de tertulias nocturnas y tampoco ha dado entrevistas a la prensa local.

El periódico ultranacionalista Al Gomhuria ha publicado informaciones denunciando a Ali. En una ocasión, su director publicó un provocador artículo de opinión a página entera titulado 'Khaled Ali y el juego del enano'. La pieza describía a Ali como un fanfarrón financiado en secreto por la Unión Europea y obsesionado con la autoridad y luchas caricaturescas.

Su obsesión con minimizar la candidatura de Ali recuerda a la reacción a su última candidatura por la presidencia en 2012, cuando obtuvo menos del 1% de los votos. Desde entonces, sin embargo, la campaña contra Ali ha aumentado y espera que eso le ayude a ganar votos en 2018.

Posible veto a su candidatura

Ali estuvo al frente de la batalla sobre la polémica decisión de Sisi de transferir la soberanía de dos de sus islas a Arabia Saudí. El abogado encabezó una demanda con éxito que en enero consiguió anular la decisión del Gobierno, argumentando que las dos islas eran originalmente egipcias, no saudíes.

Más tarde su victoria fue aplastada por partida doble. Primero el Parlamento egipcio eludió el fallo del tribunal, lo que significa que la transferencia de las islas seguirá adelante. Posteriormente, el abogado progubernamental Samir Sabry llevó a Ali a los tribunales acusándole de “hacer un gesto obsceno” durante la celebración de su victoria. Ali recurrió la decisión, pero no sabrá hasta el 3 de enero si esta es aceptada. Si se rechaza, no podrá presentarse a las elecciones de 2018.

Si se veta su candidatura, la campaña de Ali no tiene un plan alternativo y la izquierda egipcia perderá su referencia. “No hay otra persona”, indica. Buena parte de la base de simpatizantes de Ali se compone de grandes sectores de la juventud egipcia, que ha tendido a boicotear la política desde que Sisi llegó al poder.

Si le permiten presentarse, Ali cree que puede seducir a los votantes más jóvenes para que vuelvan a las urnas. Presenta un folleto en el que se muestra una declaración de apoyo del ilegalizado Movimiento 6 de Abril, establecido en 2008, y comenta animado: “Este es uno de los grupos que dijo que ni siquiera apoyaría unas elecciones, y aquí están, ¡de vuelta!”.

Para otros, el apoyo de grupos como el 6 de Abril pone a Ali como un rival fuera del sistema político. “No votaré al presidente Sisi”, asegura Hisham Kassem, antiguo redactor del tabloide nacionalista Al Masry Al Youm. “Pero espero a un candidato mejor que Ali”.

Kassem cree que un presidente civil “tiene que ser capaz de lidiar con las fuerzas de seguridad” capaces de debilitar a los líderes de Egipto, como hicieron en el caso de Morsi. “La gente necesita sentirse segura y ver la imagen de un hombre poderoso”, añade.

Ali señala que su objetivo es simplemente debilitar en las urnas parte de la supuesta popularidad de Sisi. Pero incluso esto acarrea tremendos riesgos. Cuando al final de la entrevista se le pregunta si tiene algo que añadir, bromea: “No olvides traerme comida cuando vaya a prisión”.

Adham Youssef ha colaborado en este texto.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti