Liu Li ha pasado un año dando una batalla que muchos consideraban perdida. Inspirada por la marea de testimonios vinculados al #MeToo que han aparecido en China, el año pasado presentó una demanda contra su antiguo empleador, un trabajador social reconocido y premiado al que acusa de abusos sexuales que tuvieron lugar hace cuatro años.
Durante el proceso, Liu Li –no es su nombre real– vio como su vida era objeto de escrutinio tanto dentro como fuera de los tribunales. La defensa argumentó que algunas publicaciones en la red sobre la obra Los monólogos de la vagina sugerían que se mostraba “abierta” a insinuaciones sexuales. Sus amigos y conocidos, sin darse cuenta de que Liu Li estaba implicada, dijeron que la persona que demandaba era una mentirosa en busca de notoriedad.
Pero gracias a la ayuda de grupos de defensa de los derechos de las mujeres y de un abogado, no tiró la toalla. El 11 de julio, un juzgado de Chengdu falló a su favor y ordenó que su antiguo empleador hiciera pública una disculpa. La victoria, aún modesta, es una de las primeras logradas por el movimiento #MeToo en China, nacido hace apenas un año cuando una decena de mujeres acusaron a un grupo de hombres vinculados a los medios de comunicación, la universidad, el mundo asociativo y el sector tecnológico, entre otros, de abuso y acoso sexual.
A principios de este mismo mes, otro hombre fue condenado a seis meses de prisión por acosar a una mujer y a un menor en un vagón de metro en Shanghái en lo que fue el primer caso de condena por acoso sexual en el transporte urbano de la ciudad. Lu Pin, una activista china que vive en Nueva York señala que “el movimiento necesitaba esto justo ahora”.
El caso de Liu Li ofrece la inyección de esperanza que se necesitaba para dar aire a un movimiento que ha pasado por un momento difícil debido a la censura, demandas cruzadas y la detención de algunas de las activistas que lo lideran.
Este mismo mes, la periodista y reconocida activista china Sophia Huang ha sido detenida por la policía tras escribir sobre su participación en una manifestación pro-democrática y contraria a Pekín en Hong Kong. Varias mujeres que han dado el paso y han acusado a antiguos colegas de trabajo, empleadores o profesores se enfrentan ahora a demandas por difamación. Liu Li es una de ellas.
“Sentíamos que nos sumergíamos en la oscuridad. No veíamos la luz al final del túnel. Gastas mucha energía en aras de un resultado que ni imaginas”, declaró Liu Li a los medios locales cuando se hizo pública la sentencia. “Ahora quiero que todo el mundo conozca esta victoria. Quiero decirles: Es duro, no lo dudéis, pero hay esperanza”.
Liu Meng, el antiguo jefe de Liu Li, emitió un comunicado en Wechat en agosto del año pasado, después de que Liu Li hiciera pública su denuncia, en el que decía que la información que circulaba por la red “no era cierta”. Liu Meng y su organización no han querido hacer declaraciones. Su abogado ha dicho en medios chinos que piensa recurrir y demandar a Liu Li por difamación
Avences legales pese a la censura oficial
Las autoridades chinas miran con recelo cualquier activismo y el movimiento #MeToo ha sido censurado en muchas ocasiones. Las autoridades han clausurado cuentas en redes sociales del movimiento feminista y han prohibido términos de búsqueda relacionados con el #MeToo, mientras algunos activistas han sido arrestados. Como resultado, muchas veces la gente se refiere al movimiento bajo la fórmula 'Mi Tu', “conejo de arroz”, un homónimo que se ha utilizado para evadir la censura relacionada con el término.
En todo caso, las autoridades parecen prestarle atención. El acoso y la discriminación por género ya son ilegales en China, pero en diciembre del año pasado el Tribunal Supremo de China añadió el acoso sexual a la lista de delitos susceptibles de litigio civil, facilitando así que avancen en el sistema legal.
El Gobierno también está redactando un borrador de ley sobre acoso sexual que definirá de nuevo su significado y pedirá que los empleadores protejan mejor a sus empleados.
Los activistas creen que al movimiento aún le queda un largo camino por recorrer. Según la organización NGOMeToo, un grupo de monitorización, al menos una decena de casos de los que se tiene información, ninguno ha avanzado de manera significativa más allá del de Liu Li.
Uno de los casos es el de Huahua, uno de los primeros en hacerse público y en el que se acusaba a un activista contra la discriminación y fundador de una organización de beneficencia muy conocida. En julio del año pasado, Huahua –que tampoco es su nombre real– publicó una carta en internet en la que acusaba al hombre de violarla durante un evento de recogida de fondos en Pekín en 2015 en el que fue voluntaria. El activista pidió disculpas y dimitió de su puesto como responsable de la organización, pero luego declaró a los medios que las relaciones sexuales fueron consentidas.
Ante la posibilidad de una larga batalla ante la justicia, Huahua ha decidido no seguir adelante con el caso. Al menos de momento. Pero señala que el caso de Liu Li ofrece alguna motivación. “Es una gran victoria. Me siento muy reforzada”. Y añadió que “la victoria de Liu Li tiene, desde luego, un impacto positivo. Debe haber sido muy difícil para ella”.
En uno de los casos más publicitados del año pasado, una mujer conocida por su apodo, Xianzi, acusó a un popular presentador del canal de televisión CCTV de tocarla y besarla en la sala de maquillaje cuando hacía sus prácticas. Su caso está estancado y el presentador, que niega los cargos, ha devuelto el golpe sobre los amigos que contribuyeron a que el caso se hiciera público el año pasado.
Incluso el caso de Liu Li no es más que una victoria parcial. No ha conseguido ninguna compensación por el acoso moral alegado y eso permite que los escépticos con el sistema crean que el sistema judicial aún trata los casos de acoso con mucha suavidad. Su antiguo jefe sólo fue condenado a emitir una disculpa pública. Aún así, los activistas ven en el caso de Liu Li un paso adelante y encuentran motivación en otras mejoras, menos tangibles.
Cada vez más víctimas reciben ayuda de sus iguales, se forman grupos de apoyo y se busca asistencia jurídica. Otra antigua colega de Liu Li mantiene un caso abierto contra el mismo empleador.
Xianzi añade que “estaba desesperada”, pero también que las mujeres más jóvenes se arman de valor y cada vez se sienten menos avergonzadas a la hora de hablar que las generaciones anteriores. “Soy cada vez más optimista”.