Soy un trabajador humanitario y mi trabajo consiste en apoyar el sistema de salud de Gaza, y proporcionar ayuda a las comunidades que tengo a mi alrededor. Ahora mismo, como todo el mundo en Gaza, trato simplemente de sobrevivir. Hasta hace poco, trabajaba en Rafah. Me refugié en esta ciudad tras huir de Jan Yunis con mi familia, después de que Rafah fuera designada como “zona humanitaria segura”.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que el ejército israelí invadió la zona y nos vimos obligados a desplazarnos de nuevo tras las órdenes de evacuación de Israel.
La situación en Rafah es ahora un completo caos. La población no sabe adónde ir y tiene miedo de dirigirse a otro lugar que puede ser bombardeado. Apenas unos días después de que la Corte Internacional de Justicia ordenara a Israel detener sus operaciones militares en Rafah, las fuerzas israelíes lanzaron misiles contra un campamento de tiendas de campaña en una “zona segura” del oeste de la ciudad y mató a al menos 45 palestinos, e hirió a docenas más.
A esta noticia siguieron imágenes estremecedoras y abominables que mostraban cadáveres quemados y desmembrados, incluidos los de niños. El martes, otros ataques aéreos israelíes mataron a 21 palestinos desplazados en Al Mawasi, otra de las denominadas “zonas seguras”, donde las autoridades israelíes habían pedido a los palestinos que se refugiasen.
Mientras escribo este texto, los soldados y tanques israelíes se adentran en Rafah mientras los palestinos, que temen por sus vidas, no tienen adónde ir. Yo ya me había visto obligado a desplazarme ocho veces con mi familia, y tuvimos que sopesar nuestras opciones.
Huir con tu familia es una decisión increíblemente difícil, y debes pensar si debes moverte, ya que te dijeron que el lugar en el que estás era seguro. El tiempo para tomar esa decisión es muy breve. Te ves obligado a dejar atrás tus pertenencias y nunca sabes adónde irás después.
Ahora estoy en Deir al Balah, en el centro de Gaza, donde cerca de un millón de personas han huido desde Rafah en las últimas tres semanas. Nos dijeron que Deir al Balah era una zona humanitaria segura, pero lo cierto es que oímos bombardeos y disparos a nuestro alrededor. Aquí no hay acceso a refugios, kits de higiene ni kits de dignidad para las familias desplazadas, y no hay tiendas de campaña para dar cobijo a los desplazados que están llegando de forma masiva.
Este caos hace que proporcionar atención médica a la población sea un reto inabarcable. Desde octubre, los bombardeos indiscriminados de Israel sobre Gaza han dejado inoperativos 20 hospitales. Ahora, sólo 16 funcionan parcialmente y esto podría volver a cambiar mañana. Todas las instalaciones médicas carecen de suministros esenciales, personal y medicinas, y funcionan al límite de su capacidad.
El lunes, un tanque israelí mató a dos miembros del personal médico del hospital kuwaití de Rafah, que ha quedado fuera de servicio. Los hospitales de campaña del oeste de Rafah, creados para tratar la enorme afluencia de heridos, incluido el indonesio, también se han visto obligados a cerrar.
El personal sanitario y los pacientes heridos han quedado incluso atrapados en hospitales de toda la Franja. La ofensiva militar israelí ha dificultado enormemente el movimiento de las ambulancias y su acceso a los pacientes, y he sabido, a través de trabajadores sanitarios, que cuadricópteros [helicópteros con cuatro rotores] israelíes apuntan a las ambulancias. Nadie está a salvo de los ataques.
Piensa por un momento en lo que significa tener que evacuar rápidamente un hospital en medio de un ataque o estando sitiado por el ejército israelí. Hay que cerrar los servicios y se produce el caos, con avalanchas de personas desesperadas por recibir atención médica, acompañar a sus seres queridos o encontrar refugio. Hay que trasladar a pacientes en estado crítico, a menudo sin ambulancias, y estos corren el riesgo de sufrir ataques de francotiradores, drones o misiles durante el traslado.
La falta de comunicación hace que sea difícil incluso decirles a las familias adónde deben llevar a los heridos. Más personas mueren como consecuencia del caos. Este desastre sanitario y humanitario se ha visto agravado por el cierre por Israel del paso fronterizo de Rafah desde hace más de tres semanas, que ha estrangulado la entrada de la ayuda alimentaria y médica que tanto se necesita.
Mis colegas del norte de Gaza me cuentan que sólo hay un hospital en funcionamiento, que podría cerrar cualquier día por falta de combustible.
El cierre de la frontera implica que el personal médico no puede entrar y cientos de pacientes gravemente enfermos y heridos que necesitan recibir tratamiento médico en el exterior están atrapados en Gaza. En este momento no hay ninguna unidad de quemados en Gaza. Los servicios de tratamiento de cáncer, de diálisis y de maternidad son extremadamente pocos. Si Israel no vuelve a permitir la entrada de las cantidades necesarias de ayuda, más civiles morirán, y lo harán de forma dolorosa y sin el tratamiento adecuado.
La incertidumbre y el miedo al peligro generan una tensión constante; todos estamos aterrorizados y agotados. Nadie sabe adónde ir ni qué hacer. Como cooperante, me encantaría poder realizar bien mi trabajo y ayudar a las personas necesitadas. Y ahora es imposible. No será posible hasta que haya un alto el fuego inmediato y permanente en Gaza.
Estamos presenciando nuevos niveles de inhumanidad en Rafah. Y se repetirán hasta que Israel cumpla plenamente las órdenes de la Corte Internacional de Justicia y detenga su ofensiva militar.
Este artículo fue escrito el 28 de mayo, junto a periodistas de The Guardian en Londres a partir de mensajes de WhatsApp y mensajes de voz de Al Khatib, con la información de la que disponía ese día.
Texto traducido por Emma Reverter