La portada de mañana
Acceder
La guerra entre PSOE y PP bloquea el acuerdo entre el Gobierno y las comunidades
Un año en derrocar a Al Asad: el líder del asalto militar sirio detalla la operación
Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

Mientras el mundo mira a EEUU, la crisis humanitaria crece con las inundaciones en el sur de Asia

Tom Bamforth

“Vamos a cantar una canción”, dice el piloto del helicóptero, el capitán Mahbub, mientras despegamos desde el exterior de un hangar oxidado en Dhaka durante una valoración aérea de las inundaciones en Bangladesh. Sin esperar a que responda, se arranca a cantar Leaving on a jet plane, de John Denver.

“Solía cantar esto cuando tenía problemas en las Fuerzas Aéreas”, recuerda Mahbub. Pero un instante después añade: “Claro que John Denver murió en un accidente de avión”.

El alcance de las inundaciones tras el último monzón es evidente al planear con el helicóptero sobre las largas retenciones de tráfico. Es difícil encontrar tierra seca, mires donde mires. Lo único que pude ver durante 45 minutos mientras volaba hacia el norte con el equipo de valoración de desastres de la Cruz Roja era el destello plateado de las aguas bajo las que se sumergían casas y plantaciones. De vez en cuando veíamos algún pueblo aislado por encima del nivel del agua.

Eclipsado por un huracán americano, las noticias de las inundaciones en el sur de Asia han emergido lentamente. Incluso en Daca las portadas de los periódicos en inglés reflejaban los eventos en Houston. Pero estas son las peores inundaciones del siglo. A lo largo de la región, más de 41 millones de personas se han visto afectadas por grandes destrucciones de viviendas y campos de cultivo.

Se han derrumbado edificios en Mumbai. Los voluntarios de la Cruz Roja india y otras agencias se han visto completamente desbordados. Distritos enteros del norte de la India han estado sumergidos durante semanas, dejando a decenas de miles de personas acampando en carreteras y diques. Se calcula que los derrumbes e inundaciones han matado a 160 personas en el sur de Nepal, un país que todavía se encuentra en vías de recuperarse de los devastadores terremotos de 2015.

En Bangladesh, 145 personas han muerto y he visto una innumerable cantidad de casas destruidas. Se cree que más de 100.000 casas han sido derruidas. Más de ocho millones de personas se han visto afectadas por las inundaciones que han sumergido una tercera parte del país. Los aldeanos me han enseñado marcas en los árboles a la altura de mi cuello que muestran el alcance de las inundaciones. Desastres de esta magnitud, incluso en una zona propensa a ellos, se salen de la normalidad.

Aterrizamos en el distrito de Sirajganj cerca de la orilla del río Brahmaputra y cogemos un barco para cruzar a la comunidad char. Char significa “isla” en bengalí. La gente que vive en estas pequeñas islas en medio del río sobrevive gracias a la agricultura y a trabajos de construcción puntuales en una población cercana.

La geografía de estas islas es por definición insostenible, ya que normalmente no llegan a ser poco más que pequeños bancos de arena. A pesar del esfuerzo de la comunidad por estabilizar el terreno plantando árboles, grandes secciones de las islas han desaparecido. Su habitabilidad a largo plazo está en duda.

Más al oeste, cerca de la frontera con India, encontramos una zona inundada tan extensa que gran parte del distrito de Dinajpur estaba totalmente sumergido. Hasta el año pasado la gente de aquí hacía frente a una sequía. Ahora, las casas de barro de las comunidades más pobres y vulnerables –construidas con materiales adecuados para un clima seco– han sido borradas del mapa por el agua.  

Pregunté a los aldeanos si tienen pensado reconstruir todo una vez que el agua retroceda. “No”, contestaron. “La tierra no nos pertenece y hay una fábrica de ladrillos cerca. No podemos usar la tierra bajo nuestros pies”. En Bangladesh, la intensidad de la pobreza rural y de la competición por las reservas significan que incluso el barro tiene un coste.

A medida que las aguas bajan aparecen algunas razones para el optimismo. En 1988, cerca de 2.400 personas murieron en las inundaciones más mortíferas registradas. Teniendo en cuenta que la población ha aumentado en 60 millones de personas desde entonces, el número de víctimas es mucho menor.

Allá donde voy, veo los resultados de buenas medidas para la reducción del riesgo de los desastres y de la educación de la mano de los voluntarios locales de la Media Luna Roja de Bangladesh. Se han elevado las casas, las pertenencias se han guardado en alto. Incluso el ganado, ovejas y cabras tiene sus propias plataformas en las que resguardarse cuando suben las aguas. Bangladesh es un país que también ha avanzado mucho en cuestiones sociales y económicas, alcanzando algunos hitos en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, como reducir la pobreza y conseguir igualdad de género en la educación primaria y secundaria.

Teniendo en cuenta estos avances, es preocupante el desinterés latente de los fondos globales para abordar la crisis humanitaria causada por las inundaciones en el sur de Asia. Las inundaciones y los derrumbamientos, junto con la gente cruzando desde el otro lado de la frontera con Myanmar hacia Bangladesh, están añadiendo presión al sistema humanitario aquí. Y en un país donde el cólera había sido erradicado oficialmente, sigue siendo origen de preocupación el agua potable y las instalaciones sanitarias.

Bangladesh es, en muchos sentidos, un ejemplo de éxito a nivel de desarrollo. Aún así, desastres ocurren cada vez más a menudo y de manera más severa. He visto a un gran número de personas conseguir una vida mejor. Pueblos pobres han invertido dinero, trabajo e imaginación en ser más resistentes. Ahora es el momento de prestarles ayuda para que puedan reconstruir casas más seguras a partir de los barrizales.