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Europa convierte en muy rentable el negocio de la fabricación de vallas

The Guardian

Kate Connolly - Núremberg —

Cualquiera que entre sin permiso en una propiedad que tenga instalado un vaporizador Peperosso notará inmediatamente una sensación de quemazón. El aparato le estará echando pimentón picante en la cara. El manual de instrucciones promete “lágrimas y toses” y “mucha salivación”.

“Solemos hablar del pimentón como el ingrediente más popular de nuestra cocina nacional”, explica Erika Madlena, de la empresa húngara Umirs, la que fabrica el Peperosso, “pero en este caso proporciona un método eficaz y económico para salvaguardar tu casa de intrusos”. Por menos de 500 euros, este aparato blanco se puede encontrar en la gama más barata de una feria de vallas protectoras que se está desarrollando esta semana en Núremberg (Alemania). Umirs, por ejemplo, vende también vallas electrificadas que cuestan varios miles de dólares por metro.

Unas cien empresas líderes en el ámbito de “elementos de protección perimetral” están en Núremberg vendiendo vallas, puertas, barreras electrónicas y muchos otros dispositivos. Ha habido un boom en el mercado a raíz de la crisis de refugiados en Europa y otras preocupaciones geopolíticas como el terrorismo. Las personas buscan proteger sus inmuebles y los gobiernos intentan apuntalar fronteras enteras.

“Hace poco instalamos mil kilómetros de nuestra valla Quadrosense por 5,5 millones de dólares (unos 5,1 millones de euros) en la frontera entre Turkmenistán, Afganistán e Irán”, informa Madlena, la directora de relaciones internacionales de Umirs, que asegura que “el Gobierno dice que están muy contentos con la valla y que les gustaría encargar más”.

Las vallas están equipadas con cables de detección colocados en horizontal o en zig-zag, que activan una alarma en un centro de control si la verja vibra. Los cables también se pueden colocar bajo tierra para detectar a cualquiera que intente excavar bajo la valla. Para impedir que se salte, se recomienda instalar encima las eufemísticamente denominadas “concertinas OTAN”, antes conocidas como alambradas de cuchillas.

El Gobierno húngaro observó el proyecto centroasiático con interés. Según Madlena, el equipo de Viktor Orbán ha estado probando la valla Quadrosense en los últimos meses en la frontera entre Hungría y Serbia, en su afán por evitar la entrada de los miles de refugiados y migrantes que llegaban. No hay dudas de que funciona: las cifras de entradas se han reducido drásticamente. “Nuestras vallas son evidentemente eficaces”, defiende Madlena, “y aunque podría no ser lo mejor para la cohesión europea, es lo que quieren la mayoría de húngaros”.

Casi tantas vallas como en tiempos del Muro de Berlín

Hungría no va en dirección contraria a la del resto del continente. Los expertos en fronteras dicen que Europa está a punto de tener tantas verjas de seguridad y vallas fronterizos entre países como había en tiempos del Muro de Berlín. Tras haber encontrado su nicho, la compañía estaría dispuesta a emprender otros retos, como instalar la valla entre Estados Unidos y México que Donald Trump ha prometido si es elegido presidente. La idea del candidato republicano ha sido ampliamente rechazada por considerarse inviable, pero Madlena insiste en que “es totalmente posible”. Antes, la empresa tiene que gestionar los pedidos de un gran número de alemanes que dicen que sus perros guardianes ya no les garantizan una protección adecuada y quieren fortificar sus jardines con vallas de alta tecnología.

El miedo al terrorismo y la llegada de cientos de miles de refugiados y migrantes a Europa han supuesto un estímulo enorme para la división de Umirs en Budapest, que el año pasado facturó ocho millones de euros, y para todo el sector de la seguridad de edificios y la tecnología de vallado. “Hemos tenido un gran incremento en la demanda de sistemas de vallado al crecer las necesidades de seguridad por diferentes razones, y vemos un gran potencial de crecimiento”, afirma el director de la asociación alemana para la calidad de la tecnología de las vallas metálicas, Kai-Uwe Grögor, que habla de una industria multimillonaria solo en Alemania que no para de crecer.

Jorge Saura es el director de Quickfence, una empresa de Toledo a la que describe como una de las mayores fabricantes de vallas en Europa. “He visto en nuestras ventas cómo el miedo ha afectado a la gente normal”, afirma. “Hacemos de todo, desde verjas de prisiones hasta vallas fronterizas entre países, y aunque estamos haciendo un buen negocio con eso, también estamos vendiendo muchas más vallas para hogares estos días”, añade.

En su opinión, se trata de un desarrollo lógico: “La gente ahora de verdad siente falta de seguridad, y tiene motivos. Con todas estas cosas de los refugiados, los atentados de París y lo que pasó en Colonia, se ha intensificado la necesidad de la gente de protegerse. Construir una valla implica tener la posibilidad de decidir si alguien puede entrar o no. Donde hay una valla, hay una puerta, por lo que tienes más control de quién entra y quién se queda fuera”.

Mientras que Saura ha fabricado gran cantidad de vallados para las prisiones británicas, su experiencia en la provisión de mallas para fronteras entre países no ha sido tan positiva. Hace poco, la empresa se planteó optar a la construcción de la valla que el Gobierno ucraniano está construyendo en su frontera con Rusia. “Pero resultó que pagaban 10 euros por metro, así que decidimos olvidarnos”, recuerda.

La primera incursión de la compañía en el ámbito de las verjas fronterizas llegó en 2005, cuando ganó el contrato para construir la valla de 11 kilómetros en la frontera entre España y Marruecos, en Melilla. “Aquello podría haber salido mejor, pero el Ministerio español del Interior insistió en instalar una malla más débil porque costaba un tercio, a costa de ser demasiado fácil de escalar. La cuestión es que, si quieres seguridad, tienes que pagarla”, afirma Saura.

La feria de Núremberg promete lo mejor que puede ofrecer el mercado para “evitar que entren invitados no deseados”, según dice en una introducción a los visitantes el consejero del Interior del estado alemán de Baviera, Joachim Herrmann, que patrocina la feria. En ella se exponen sistemas de alarma, cámaras camufladas en lámparas y macetas, puertas de varios tipos, tornos, bolardos y accesorios como mallas de cuchillas y paneles ornamentales.

Algunos de los fabricantes y la Policía bromean sobre cómo la feria también tiene algo de imán para potenciales delincuentes que puedan acudir a interrogar a las empresas sobre lo último en la tecnología de alta seguridad y los detalles de cómo funciona. Andrea Scholz, asesora de prevención de riesgos en Viena y una de las pocas mujeres en la feria, reflexiona: “No me puedo creer lo fácil que se lo ponen a los delincuentes. Los he visto aquí con mis propios ojos, deleitándose con la oportunidad de descubrir los últimos obstáculos que van a tener que superar”.

Proteger edificios por estar cerca de refugiados

Núremberg está en el Estado de Baviera, el punto de entrada para la mayoría de los 1,1 millones de personas que han llegado a Alemania durante el último año. El gobierno del Estado ha dejado caer la idea de colocar una valla fronteriza y ha amenazado varias veces con reimplantar controles fronterizos para detener el flujo. En consecuencia, la sensibilidad sobre la seguridad está creciendo notablemente y hay mucho debate sobre el creciente sentimiento de vulnerabilidad de muchos alemanes.

“He recibido muchas consultas de personas que viven cerca de hogares de refugiados y quieren urgentemente proteger sus edificios”, afirma Jürgen Kuch, importador de un “sistema perimetral de alerta temprana plug and play” valorado en 500 euros y desarrollado en Sudáfrica. Se llama Roboguard y presume de su simplicidad, de su fiabilidad y del hecho de que “no hay que darle de comer”.

Martin Möhring, agente de prevención criminal de la Oficina Estatal de Investigación Criminal de Baviera, asegura que en la región han aumentado notablemente los robos en hogares en los últimos años, “por nuestra frontera abierta y nuestra cercanía con Europa del Este, así como por la creciente cantidad de personas que guardan su dinero bajo el colchón por lo bajos que están los intereses financieros y por el aumento de la brecha entre ricos y pobres. Ahora, a causa de los refugiados, el sentido subjetivo de la seguridad que tiene la gente ha caído considerablemente”.

Dictator es una empresa que tiene 80 años de antigüedad y produce “amortiguadores de puertas”, los mecanismos que hacen que una puerta se cierre lenta y silenciosamente. Su director de marketing, Matthias Kassak, rechaza el argumento de que la industria de protección perimetral solo hace caja con el miedo. “Por supuesto que la industria puede poner énfasis en los miedos de la gente, pero la gente también trae sus miedos consigo... Por lo que hemos visto, estos miedos están justificados”, defiende. Y añade que “además, si no estuvieran protegidos suficientemente, sus compañías de seguros nunca les pagarían”.

Scholz, la asesora de riesgos, se crió entre traficantes de chatarra y últimamente ha trabajado para comerciantes de joyas con ganas de resolver una serie de robos internacionales de diamantes. Dice que, por su experiencia, no puede sino adivinar lo que hay detrás de lo que ofrecen los expositores. “Muchas de estas cosas me recuerdan al traje nuevo del emperador”, apunta antes de dar una charla a los asistentes sobre la necesidad de adquirir una perspectiva de seguridad más instintiva y menos tecnológica.

Explica que “muchos de los expositores están en modo 'enséñame tu valla y te mostraré una que es incluso mejor y más segura', aunque a menudo no son capaces de explicar por qué la suya es mejor y en su lugar bombardean a los confusos clientes con lenguaje técnico –como 'protección perimetral'– con la esperanza de que la compren porque suena bien y les hace sentir que tienen menos motivos para estar asustados”.

“Creo que no tienen mucho sentido los muros altos si no conoces a tu vecino o si no tienes un vigilante al que se le dé bien calar a la gente”, reflexiona. Y añade: “Por no mencionar lo peligroso y desagradable de convertir nuestros espacios de vida en fortalezas en esta era de obsesión por la seguridad”.

El experto en aviación no tripulada Jan Hesselbarth considera que incluso un recinto sellado herméticamente no da ninguna garantía de seguridad cuando ahora “la amenaza real viene de arriba”. “Actualmente, hay drones que son tan parecidos a pájaros o incluso a moscas que pueden saltarse cualquier sistema de detección para atravesar tus muros, tengan estos la alta tecnología que tengan”, asegura. ¿Y cuál es su consejo? “Lo único que puedes hacer contra esto es cubrir tu edificio con una gran red de malla estrecha o repeler el dron con un buen chorro de manguera”.

Traducción de: Jaime Sevilla