ANÁLISIS

Occidente endurece su postura ante la invasión de Putin, ¿hasta dónde llegará?

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Paso a paso, los objetivos de Occidente en la guerra se van ampliando. Lo que comenzó como un esfuerzo por suministrar “armas defensivas” a Ucrania ha evolucionado hacia un intento de proporcionar armamento más pesado. Esta semana, Alemania y Reino Unido han acordado entregar vehículos blindados de artillería antiaérea para mantener a raya a la fuerza aérea rusa.

Lloyd Austin, secretario de Defensa de EEUU, dijo el lunes que el objetivo de Occidente era “debilitar a Rusia” hasta el punto de que no fuera capaz de invadir ni amenazar a sus vecinos. Un día después, el secretario de Estado de las Fuerzas Armadas de Reino Unido, James Heappey, dijo que sería “completamente legítimo” que Ucrania utilice armas occidentales para atacar dentro de Rusia si resulta necesario.

Se trata de declaraciones diferentes, más concretas, en comparación con la retórica general utilizada durante la fase inicial de la guerra, cuando las fuerzas rusas amenazaban Kiev y la crisis de Ucrania parecía existencial.

El lenguaje se endurece

“El acto de agresión de Vladímir Putin debe fracasar y ser visto como un fracaso”, escribió Boris Johnson en marzo. Una afirmación de carácter general por parte del primer ministro británico, que, con mucho tacto, evitaba pronosticar un resultado concreto.

Sin embargo, el lenguaje se ha endurecido a medida que el conflicto se ha estancado. Sobre el terreno, el asalto estratégico de Rusia en el Donbás, al este de Ucrania, sigue avanzando poco a poco con la captura de un puñado de pueblos cerca de Izium, donde el intento de rodear a las fuerzas ucranianas continúa sin ninguna señal de avance, obstaculizado por el clima lluvioso, una resistencia fuerte y los problemas de mando y control.

Por otra parte, aún no hay señales de que las fuerzas de Kiev puedan contraatacar con la fuerza necesaria para hacer retroceder a Rusia en el Donbás ni en el sur, donde Rusia ha declarado haber capturado toda la región de Jersón.

Mientras tanto, el Kremlin ha aprovechado el lento aumento del suministro de armas para dar la voz de alarma. El lunes, Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, dijo que la OTAN está “en esencia... involucrada en una guerra con Rusia a través de un proxy [un actor subsidiario] y está armando a ese proxy” en una entrevista en la que también advirtió de los riesgos de una tercera guerra mundial e incluso de un conflicto nuclear.

La OTAN no está en guerra con Rusia, pero es difícil no concluir que Occidente está involucrado en una lucha subsidiaria debido al suministro continuo de armas. Sin embargo, las autoridades occidentales rechazan la descripción de guerra proxy (subsidiaria) de Lavrov, porque no quieren legitimar ninguna represalia rusa más allá de los límites del territorio ucraniano.

“Según la narrativa rusa, esto es una guerra subsidiaria entre Rusia y la OTAN. No lo es. Estamos apoyando a Ucrania en su autodefensa”, dijo un responsable el miércoles, en parte en un intento de aclarar los comentarios de Heappey sobre el uso de armas occidentales en la propia Rusia.

Un desenlace incierto

Pero dadas las dificultades militares a las que Rusia se está enfrentando en Ucrania, la idea de que Moscú pueda abrir un nuevo frente, como sugirió Lavrov, atacando contra la entrega de armas de países miembros de la OTAN, parece poco probable, sobre todo porque abriría las puertas a una respuesta militar occidental.

Las amenazas nucleares también están diseñadas para intimidar, pero aún existe un riesgo irreductible de que Putin escale si se siente amenazado.

Menos seguro es el desenlace de los combates. Nikolái Patrushev, el poderoso jefe del Consejo de Seguridad ruso, dijo el martes en una entrevista con un periódico ruso que “el resultado de las políticas de Occidente y el régimen de Kiev bajo su control solo puede ser la desintegración de Ucrania en varios estados”, en lo que podría ser una justificación de una división de facto de Ucrania según las líneas de los frentes militares.

El miércoles, autoridades occidentales dijeron que, “como mínimo”, les gustaría que Ucrania recuperara las fronteras existentes antes del 24 de febrero, fecha del inicio de la invasión rusa.

Sin embargo, Ucrania no está, ni de lejos, en condiciones de alcanzar tales objetivos en el campo de batalla. En el próximo mes, más o menos, se abrirá un periodo crucial con la llegada de la última oleada de armas occidentales, entre las que se incluyen obuses estadounidenses y sistemas antiaéreos alemanes y británicos.

Si esto no resulta suficiente para alterar el equilibrio militar, la cuestión será cuánto más están dispuestos a comprometerse los miembros de la OTAN.

Traducción de Julián Cnochaert.

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