La ofensiva militar de Erdogan en Siria desde el lado turco de la frontera: “Ahora la guerra viene a nosotros”
El miércoles, los niños de la localidad turca de Akçakale estaban contentos porque no tenían que ir a la escuela porque el Gobierno había iniciado la llamada operación Manantial de Paz contra los combatientes kurdos desplegados en la cercana frontera siria. Correteaban por las calles cantando canciones del Ejército y ondeando banderas turcas. Los titulares de los periódicos más sensacionalistas indicaban “Apartaos de nuestro camino”.
Un día más tarde, el estado de ánimo de los lugareños había cambiado drásticamente. Las calles de Akçakale estaban sumidas en la oscuridad debido a la humareda de misiles y el fuego de mortero. Las Fuerzas Democráticas de Siria, lideradas por los kurdos, habían ordenado un feroz contraataque desde Tal Abyad, justo en la frontera. Este fin de semana, Ankara ha anunciado que ya tiene bajo su control esta localidad siria.
La pequeña localidad fue atacada por una lluvia de misiles. Algunos impactaron sobre edificios e infraestructura militar turca, pero otros cayeron sobre barrios residenciales. Al menos 18 personas resultaron heridas y los medios de comunicación turcos informaron de la muerte de otras tres, a medida que las repercusiones de la Operación Manantial de Paz empezaron a hacer mella sobre la población civil de Turquía.
Cuando el jueves por la tarde comienzan los bombardeos, los lugareños empiezan a cerrar sus comercios y a hacer planes para abandonar la localidad. Los automóviles y las camionetas llenas de gente obstruyen las carreteras del norte, impidiendo el avance de las ambulancias, los camiones de bomberos y los tanques.
Una mujer que se identifica con el nombre de Sabahat rompe a llorar mientras varios miembros de su familia se suben apresuradamente a un camión, agarrando mochilas y bolsas de plástico. Su vecino, Adnán Menderes, ha sido alcanzado por un misil hace media hora y su coche se ha incendiado.
“Todo esto es culpa de los sirios”, grita mientras se seca las lágrimas con la punta del pañuelo que le cubre el cabello. “Vinieron y los acogimos. Ahora la guerra viene a nosotros”. Tras la retirada de EEUU, las fuerzas kurdas se han aliado con el gobierno de Asad para defenderse de la ofensiva turca.
Desde hace mucho tiempo, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, busca un enfrentamiento con las Fuerzas de Autodefensa apoyadas por Estados Unidos en el noreste de Siria. Está furioso por el apoyo que ha recibido del gobierno estadounidense un grupo que, según Turquía, está vinculado al ilegalizado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que ha ganado terreno durante la caótica guerra de ocho años en Siria.
Donald Trump anunció la semana pasada que Estados Unidos retiraría mil soldados de las fuerzas especiales desplegados en la zona de Siria controlada por los kurdos. Con esta medida, eliminó el freno que impedía un enfrentamiento entre el Ejército turco y las Fuerzas de Autodefensa. Y, con ello, Recep Tayyip Erdoğan ha podido finalmente satisfacer sus deseos.
La decisión de Trump ha sido muy criticada, ya que se ha percibido como una traición a un aliado estadounidense que perdió 11.000 hombres y mujeres en la lucha contra ISIS. Además, esta medida podría abrir un nuevo frente en la ya de por sí compleja guerra siria.
Trump intentó retractarse. Tras la ofensiva del ejército turco, Trump expresó al gobierno de Erdoğan que el ataque era una “mala idea”. Sin embargo, ya era demasiado tarde para deshacer el daño causado.
En el otro lado de la frontera, los bombardeos del ejército turco prosiguieron a un ritmo vertiginoso. Los ataques aéreos y los bombardeos alcanzaron aldeas y pueblos. Según Erdoğan, 109 combatientes de las Fuerzas Democráticas Sirias murieron en el ataque. La organización de ayuda humanitaria de la Media Luna Roja Kurda informó de al menos siete víctimas civiles. Por su parte, las Fuerzas Democráticas de Siria reconocieron haber perdido a tres de sus combatientes y haber matado a seis combatientes de los grupos rebeldes respaldados por Turquía. Las Fuerzas Democráticas de Siria se resistieron al ataque, y el Ejército de tierra turco volvió a contraatacar el jueves y consiguió arrebatar a los combatientes kurdos el control de al menos un pueblo sirio.
Según un portavoz del Ejército Sirio Libre, aliado de Turquía, esa misma tarde el ejército turco ya rodeaba tanto a Tal Abyad como a Ras al-Ayn. Las Fuerzas de Autodefensa desmintieron esta información y afirmaron que, a pesar de los intensos bombardeos, los vehículos seguían transitando por la carretera principal de Ras al-Ayn.
“Esto no es tan simple como piensan los occidentales que aman al YPG [la principal unidad kurda dentro de las Fuerzas Democráticas Sirias], indica un agente de policía que pide no ser identificado porque no está autorizado para hablar con periodistas. ”Soy kurdo. También soy turco. Esta gente no me merece ninguna consideración. Miren lo que nos han hecho“.
Los residentes sirios de Akçakale no parecían tan afectados por el ataque como sus vecinos turcos. La familia Jaedi, que cultiva algodón, berenjenas y tomates, bebía té con calma y observaba el caos que se desataba desde su puesto al borde de la carretera.
“Esto no se parece en nada a la situación en Siria”, dice Abdullah, de 70 años, de Hama, mientras su hermana Amira y su sobrino Ahmed inspeccionan sus productos. “Son sólo unos pocos misiles”.
Şanlıurfa concentra una de las mayores poblaciones sirias de Turquía: allí viven 400.000 de los 3,6 millones de refugiados del país. Según el alcalde de la localidad, cuya tarjeta de visita está tanto en turco como en árabe y muestra las banderas de ambos países, Akçakale y las aldeas circundantes han aumentado con creces, pasando de 100.000 a 225.000 personas.
Uno de los objetivos que persigue Erdoğan con la Operación Manantial de Paz es avanzar en la frontera para crear una zona de seguridad de unos 30 kilómetros de ancho donde poder repatriar hasta dos millones de sirios. A medida que la crisis económica de Turquía se intensifica, los refugiados se han convertido en un chivo expiatorio. Un sentimiento que resuena a lo largo y ancho del país es que los sirios se han quedado más tiempo de lo previsto. “No pienso irme de aquí,” afirma Abdullah: “No lo conseguirán aunque un misil caiga justo a mi lado”.
Traducido por Emma Reverter