Acabo de comprarme mi primer souvenir de la era Trump. No es un sombrerito rosa (símbolo antiTrump durante la Marcha de Mujeres en Washington), es una camiseta negra con tipografía blanca en la que puede leerse “Alternative facts are lies” (“Los hechos alternativos son mentiras”).
La camiseta homenajea a la neolengua ideada por Orwell que brotó de los labios de la consejera de Trump Kellyanne Conway durante el programa de la NBC Meet the Press. Aseguró que el nuevo jefe de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, no había mentido a los periodistas sobre el número de personas que acudieron a la investidura, sino que simplemente les había presentado unos “hechos alternativos”. Vale la pena reproducir la parte más destacada de la conversación con Chuck Todd.
Para cuando se emitió Meet the Press, yo ya estaba harta del debate sobre la cantidad de gente que había acudido a la toma de posesión de Trump. Es el tipo de asunto trivial que incendia las redes sociales y la prensa, algo que Trump sabe mejor que nadie. En este caso, cualquiera que entrase en Internet podía ver una comparativa entre el día de investidura de Trump y de Obama, y cazar la mentira del nuevo presidente. Sin embargo, lo que sucedió fue que una atención casi obsesiva por las cantidades de personas presentes durante el juramento dominó las noticias durante varios días.
El New York Times estaba en lo cierto al destacar que la Casa Blanca estaba mintiendo, pero su gran titular fue un ejemplo más de la cobertura reactiva con la que Trump jugó a lo largo de su campaña. Con un tuit provocador o un insulto grosero, ha sido capaz incendiar las redes sociales y la prensa. Los tiempos son interesantes porque, a menudo, estas tormentas estallaban para tapar una amenaza más seria y profunda. Toda la atención que se ha prestado al número de personas que fue o no ha eclipsado la importancia tanto del decreto sobre el sistema sanitario firmado el viernes como de la Marcha de Mujeres que se produjo el sábado.
El lío que Trump ha creado en el sistema sanitario es significativo y vergonzoso. Conway presentó felizmente algunos “hechos alternativos” sobre esto en la misma aparición televisiva y afirmó:
“Firmó órdenes ejecutivas para parar el Obamacare y todos sus problemas. Muchas personas han perdido sus... millones de personas han perdido sus seguros, sus doctores, sus planes. Y esto tiene que parar ahora mismo. Lo va a reemplazar con algo mucho más propio del libre mercado y centrado en el paciente”.
Es difícil imaginar algo más centrado en los pacientes que ofrecer un mejor seguro de salud. La Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible ha hecho que el número de estadounidenses sin seguro se reduzca a mínimos históricos. La afirmación de Conway de que “millones de personas han perdido sus seguros” proviene directamente de engañosos anuncios financiados por Koch durante la campaña. Es un hecho demostrable que mucha más gente ganó cobertura que aquella que vio sus pólizas canceladas. Y en estos últimos casos, es verdad que algunos planes comerciales fueron interrumpidos, pero a aquellos que tenían una póliza no se les negó cobertura médica. A menudo se les ofrecieron alternativas más baratas, porque muchos estaban cualificados para recibir subsidios o porque podían comprar nuevas pólizas con mejor cobertura en mercados federales o estatales.
La derogación del Obamacare podría negar la atención sanitaria a más de 18 millones de personas, y las propuestas republicanas para reemplazarlo suponen una considerable confusión. Algunos proyectos de ley puede que cubran a más gente, pero la cobertura sería miserable y no servirá para pagar muchos tratamientos médicos.
El nuevo secretario de Sanidad y Servicios Sociales, el congresista republicano Tom Price, ha ofrecido un plan en el Congreso que hace que una buena cobertura sanitaria sea menos asequible y menos accesible para la mayoría. Las cuentas de ahorro de atención sanitaria que muchos republicanos abrazan no ayudarán a la gente que no puede ahorrar lo suficiente para cubrir el tratamiento de una enfermedad grave.
Trump y Conway están jugando a los trileros con sus hechos alternativos en sanidad. “Condenas la política que no te gusta, propones algo mucho peor para sustituirlo y aseguras que es mucho mejor”, así es como The New York Times describió su hipocresía.
El nuevo presidente parece no entender los hechos reales. Spicer, que atacó con agresividad a la prensa este sábado, tuvo que corregir apresuradamente los comentarios de su jefe cuando Trump, durante una entrevista en the Washington Post antes de la toma de posesión, prometió “seguro médico para todo el mundo”. La corrección de Spicer de sus comentarios devolvió a Trump a la ortodoxia republicana: el acceso a la cobertura médica se incrementará y los costes se reducirán a través de la competencia de mercado, no a través de un enorme gasto público nuevo para una cobertura universal.
Cuando has pasado toda tu carrera siendo completamente escrupuloso en cuanto a los hechos, es duro ajustarse a una vida en la América de la postverdad de Trump. Es verdad que la prensa ha tenido sus errores y ha tenido serios coqueteos con lo que Steven Colbert calificó de 'truthiness' (es un concepto que hace referencia al deseo o creencia de que algo es verdad sin tener en cuenta los hechos) durante los años de Bush. Entonces, los medios de comunicación, incluido el Times, publicaron historias basadas en información de inteligencia falsa. Hubo demasiadas noticias falsas en 2016 procedentes de dudosos sitios web.
Pero estoy de acuerdo con Susan Glasses, la directora de Politico, que hace poco escribió un importante ensayo para el Brookimgs Institution llamado Covering Politics in a Post-Truth America (cubrir información política en la América de la posverdad). Glasses concluye que la información política seria (no los pronósticos de las encuestas) nunca ha sido mejor que ahora. Pero hay mucho sobre esto, y parece que importa muy poco a la gente, incluidas las buenas investigaciones sobre los negocios de Trump o su forma de tratar a las mujeres en el pasado.
Sin embargo, el mundo presta atención a las palabras del líder de la última gran superpotencia. La “carnicería americana” que describió el presidente no concuerda con la realidad estadounidense. No vivimos en un país que está económicamente destrozado e infestado de crímenes. Los niveles de violencia están en mínimos históricos y ha habido un crecimiento récord de empleo en los últimos ocho años. Sus gritos de “América, primero” evocan el aislacionismo de Charles Lindbergh y el veneno antisemita, no las creencias inclusivas y empáticas que comparten la mayoría de los estadounidenses. La globalización y la tecnología han hundido algunas industrias y partes del país, pero un mundo interconectado ha producido muchos más beneficios que daños.
La mayoría de la gente cree que existe la verdad y que existen las mentiras. Los “hechos alternativos” son mentiras.
Traducido por Cristina Armunia Berges