A pesar de las grandes declaraciones, el G7 se queda trágicamente corto en vacunas
La historia de las cumbres internacionales es una historia de oportunidades perdidas. Cuando Estados Unidos y Europa celebraron en 1938 la Conferencia de Evian en Francia, las pruebas del antisemitismo nazi ya eran indudables y el riesgo de un holocausto inminente, demasiado real. Eligieron dar la espalda a la verdad.
En 1990, al término de la Guerra Fría, Alemania se centró en la unificación alemana; Francia, en la unificación europea; y Estados Unidos, en mantener unida a la OTAN. Cumbre tras cumbre, se dejó de lado un objetivo aún mayor: integrar a Rusia en la comunidad internacional para unificar al mundo.
La crisis financiera de 2009 era la oportunidad de hacer algo más que evitar que una recesión se convirtiera en una gran depresión. Por el fracaso de no haber reconstruido entonces la fallida arquitectura internacional en la toma de decisiones económicas fuimos directamente al proteccionismo de “Estados Unidos primero”, “China primero”, “India primero” y “Rusia primero”.
El G7 de 2021 será recordado como otro punto de inflexión en el que la historia no cambió. Mucho después del fin de la cumbre de este fin de semana, cuando se desvanezcan los apretones de manos, las sesiones de fotos y los comunicados, solo será recordada por no haber cumplido la promesa previa de Boris Johnson de vacunar a todo el mundo. Un fallo moral imperdonable cuando la COVID-19 está destruyendo un millón de vidas por trimestre.
Hacen falta como mínimo 11.000 millones de dosis de vacunas para garantizar que todos los países logran el mismo nivel de protección contra la COVID que Occidente. Sin esa cobertura mundial, la enfermedad seguirá propagándose, mutando y regresando para amenazar incluso a los ya vacunados. Es un hecho innegable: todos viviremos con miedo hasta que nadie viva con miedo. Distribuir las vacunas no es solo un acto de caridad sino una forma de autoprotección. Tal vez, la mejor póliza de seguro que el mundo tiene a su alcance.
Pero menos del 1% de la población de África Subsahariana está totalmente vacunada. En todo el continente africano viven 1.300 millones de personas, y de los 2.500 millones de dosis solicitadas solo ha recibido, en su conjunto, 41 millones. Según Unicef, si las tendencias actuales se mantienen, es posible que no se alcance un nivel de vacunación similar al de Occidente hasta 2024, si es que se logra.
El ofrecimiento de 1.000 millones de dosis [entre donaciones y contribuciones económicas] que los países más ricos han hecho a los más pobres ha generado titulares y es bienvenido. Pero se queda a miles de millones de dosis de la solución y no responde a lo que Johnson denominó “el mayor desafío en la era de la posguerra”.
Tenemos que hacer por el mundo lo que Reino Unido ha hecho para sí mismo: construir un círculo virtuoso que empieza por una financiación garantizada por el G7 para asegurar la compra conjunta de vacunas, generando a su vez mayor capacidad de fabricación en todos los continentes.
A los líderes del G7 se les presentó un plan de entrega integral, elaborado por la respetada alianza sanitaria ACT-Accelerator, para suministrar vacunas a través del mecanismo de reparto equitativo COVAX. También, una fórmula propuesta por Sudáfrica y Noruega para repartir la carga financiera, según la cual los asistentes al G7 debían pagar dos tercios del coste.
Se necesitan urgentemente 33.000 millones de dólares para vacunas, pruebas y equipos de protección de este año. Los líderes del G7 fueron informados de que hasta ahora sólo se ha conseguido recaudar la mitad de ese importe (para 2022 se necesita, como mínimo, la misma cantidad). En lugar de poner su parte, el G7 ofreció vacunas por valor de unos 7.000 millones de dólares.
Tampoco resolvieron la emergencia inmediata. África necesita ahora mismo 225 millones de dosis solo para vacunar al 10% más vulnerable. Los casos de COVID en África aumentaron un 25% la semana pasada, pero Reino Unido se ha limitado a ofrecer cinco millones de vacunas para finales de septiembre, el 2% de las que hacen falta. Como la mayoría de las vacunas estadounidenses llegará más tarde, habrá millones de trabajadores sanitarios que sigan sin protección, incluso cuando están arriesgando sus vidas para salvar las de otros.
Tampoco se ha avanzado en la petición de los 100 países más pobres de suspender las patentes de manera temporal y hacerles una transferencia tecnológica de las vacunas. En los meses previos a la COP26, los líderes del G7 han dejado sin cubrir un vergonzoso agujero en los fondos para la lucha contra el cambio climático de la misma manera que se quedaron cortos en otra gran decisión: ayudar a los países de bajos ingresos con los 100.000 millones de dólares de nuevos fondos internacionales (los llamados derechos especiales de giro en las reservas del Fondo Monetario Internacional).
Los activistas exigirán que el G20 de finales de octubre avance donde el G7 de junio se quedó corto, pero es difícil imaginar cómo se cumplirá la promesa de Johnson de lograr “la mayor hazaña de la historia de la medicina” si los países más ricos del mundo, sentados en la misma mesa, no han podido ofrecer más.
De los líderes políticos británicos de principios del siglo XX se decía que jamás dejaban pasar una oportunidad. A medida que el número de muertos en todo el mundo aumenta vamos –vamos por cuatro millones y sumando– la historia juzgará a los líderes de hoy con mucha más dureza.
Traducido por Francisco de Zárate.
Gordon Brown es ex primer ministro de Reino Unido.
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