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The Guardian en español

¿Provocará una subida del impuesto de Sociedades en Irlanda la salida de las empresas tecnológicas?

Los Sillicon Docks, la zona de Dublín que concentra sedes europeas de empresas tecnológicas como Google o Facebook.

Lisa O'Carroll

Dublín —
31 de octubre de 2021 21:03 h

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Hace diez años, Dublín era como un hogar para Silicon Valley, con superestrellas del sector tecnológico como Mark Zuckerberg (Facebook) y Elon Musk (Tesla) haciendo cola para conseguir una oficina, aprovechando la hospitalidad irlandesa y los bajos impuestos. Aunque la decisión de Google, Facebook, Yahoo, LinkedIn, eBay, Amazon y, más recientemente, TikTok de ubicar sus sedes europeas en la capital irlandesa contribuyó a consolidar la reputación de Irlanda como uno de los principales centros tecnológicos de la región, ahora la gran pregunta es si se quedarán.

A principios de este mes, Irlanda se sumó al acuerdo mundial de reforma de la fiscalidad y firmó una reforma histórica para establecer un tipo mínimo del 15% en el impuesto de sociedades, frente al 12,5% actual. Esto supondría el mayor cambio del sistema fiscal del país en casi 20 años.

Algunos analistas sostienen que el modelo económico de Irlanda podría verse gravemente afectado por esta reforma. De hecho, el Ministro de Hacienda irlandés, Paschal Donohoe, declaró a principios de este año que podrían perderse hasta 2.000 millones de euros (1.700 millones de libras) al año en ingresos fiscales de aquí a 2025.

Sin embargo, hay esperanzas de que los cambios no resulten tan determinantes como parece a primera vista. “A corto y medio plazo no se producirá un éxodo de empresas; el cambio del 12,5% al 15% no es tan significativo”, afirma Seamus Coffey, economista del University College Cork y expresidente del Consejo Asesor Fiscal irlandés.

Irlanda ha desempeñado un papel importante en las conversaciones sobre fiscalidad mundial celebradas entre 140 países en la OCDE en París. Durante una década, los líderes mundiales no consiguieron llegar a un acuerdo en torno a una reforma que adecuara el régimen fiscal al contexto digital. A principios de este año, Dublín se negó a suscribir un acuerdo. Sin embargo, a principios de mes, después de 11 horas de negociaciones, optó por ceder tras conseguir una concesión clave: se abandonaron los planes anteriores que exigían un tipo mínimo de “al menos” el 15%, lo que dio al Gobierno más seguridad de que no se incrementaría en el futuro.

Sin embargo, la realidad es que muchas grandes empresas tecnológicas nunca han pagado el tipo general del 12,5% establecido por Irlanda. Una investigación de Bloomberg en 2010 mostró cómo Google había reducido su tasa de impuestos en el extranjero a sólo el 2,4% utilizando un agresivo esquema de evasión apodado “Doble irlandés, sándwich holandés” para trasladar en la práctica los ingresos obtenidos en toda Europa a lugares como las Bermudas, donde la tasa de impuestos era cero.

Estos sistemas se prohibieron en 2015 y se dio a las empresas un plazo de cinco años para cumplirlos. Aunque este tipo de acuerdos contribuyó sin duda a atraer a Google y Facebook a Irlanda en la década de los 2000, no fueron más que las últimas de una oleada de más de 1.500 empresas extranjeras –800 de ellas estadounidenses– atraídas por el espíritu de baja fiscalidad de la Agencia de Desarrollo Industrial del país desde su fundación en 1949.

Antes de ellas, a IBM, Intel, Pfizer y Apple se les desplegó la alfombra roja. Desde hace al menos una década, Allergan fabrica el suministro mundial de Botox en Westport, condado de Mayo, en la ventosa costa atlántica del país.

“El bajo tipo impositivo comenzó en los años 60 a cero y luego pasó al 10%”, indica Coffey. “El objetivo nunca fue generar ingresos por el impuesto de sociedades, sino utilizar un impuesto de sociedades relativamente bajo para atraer a las empresas y permitirles construir grandes fábricas e instalaciones. Y esto nos ha permitido tener altas tasas de empleo”.

Hay otros factores que atraen a las multinacionales. TikTok, de propiedad china, instaló su sede en Dublín en 2018, mucho después de que se conociera el vacío legal para evitar impuestos.

“Las empresas jóvenes se centran en cosas que o bien las matarán o las ayudarán a escalar en un futuro próximo. El impuesto de sociedades no es uno de ellos”, señala Stephen McIntyre, exresponsable de Twitter en Irlanda y socio de Frontline Ventures, una firma de capital de riesgo en Dublín y Londres creada para ayudar a las empresas tecnológicas estadounidenses a expandirse en Europa. Joe Biden y la OCDE quieren promover el concepto de competir por otros motivos que no sean los fiscales, ya que consideran que las reformas pondrán fin a la “carrera a la baja” entre países.

“Cuando las startups aterrizan en Europa, se preocupan más por la contratación de personas con experiencia y la captación de clientes. También les gustan los lugares donde es fácil hacer negocios”, subraya McIntyre. Explica que en el caso de Irlanda “existen lazos culturales con Estados Unidos, el dominio del inglés está muy extendido y la legislación laboral facilita la contratación y el despido”. El impuesto de sociedades está entre las 10 primeras cuestiones a considerar, pero no entre las cinco primeras“.

Si el histórico uso de Google de estrategias para transferir los ingresos al extranjero dio a Irlanda la reputación de ser un lugar donde se podían evitar los impuestos, lo cierto es que lo recaudado anualmente por el erario irlandés pinta una imagen diferente. El organismo de control presupuestario del Gobierno ha advertido que en 2019 solo 10 empresas representaron el 56% de los ingresos netos del impuesto de sociedades, lo que pone de manifiesto los riesgos del plan de la OCDE.

Un exalto funcionario fiscal irlandés estima que alrededor del 30% del impuesto de sociedades de Irlanda proviene de solo tres empresas: Microsoft, Apple y Pfizer, que ha estado en el país desde 1969. El funcionario coincide con Coffey en que la subida de impuestos no será un problema. 

“Las empresas como Microsoft se adelantarán años a la curva. No pagan a sus asesores fiscales más de un millón de dólares para que se queden sentados. Son muy inteligentes. Estas empresas tendrán sus planes y estrategias preparados durante años”, indica la fuente.

Un peligro para Irlanda es que las reformas del impuesto de sociedades vayan más allá. En las conversaciones de la OCDE de este verano, algunas fuentes indicaron que Francia y Alemania estaban presionando para que se estableciera un tipo impositivo mínimo global más elevado, con el subtexto de forjar una integración económica más estrecha limitando la competencia fiscal entre los 27 miembros del bloque. Donohoe dijo recientemente que la eliminación de “al menos” le había asegurado que esto no supondría una fuente de conflictos en los próximos años.

Enfado en Europa

Algunos países de la UE, como Irlanda, Hungría y Estonia, han suscitado la ira de sus vecinos por establecer tipos impositivos generales bajos para las empresas; esto se refleja en la agria disputa entre Dublín y Bruselas por los 13.000 millones de euros en impuestos que supuestamente debe Apple. En el conjunto de los 37 miembros de la OCDE, el tipo medio del impuesto de sociedades es de aproximadamente el 23%.

Coffey cree que la indignación de Francia tiene más que ver con la tasa per cápita del impuesto de sociedades en Irlanda. Es el doble y se acerca al triple que la de Francia y Alemania. “En Irlanda, la mayor parte del impuesto de sociedades lo pagan las empresas estadounidenses. En Francia, se puede imaginar que son las empresas francesas las que lo pagan”, puntualiza.

Un peligro mayor es la posibilidad de que la OCDE presione para obligar a las empresas a pagar impuestos en sus países de actividad: la reforma de este otoño pretendía eliminar la deslocalización. El Consejo Asesor Fiscal irlandés ha calculado que unos 5.000 millones de euros de ingresos anuales por el impuesto de sociedades corresponden a un “exceso” de actividades que podrían no haberse realizado en Irlanda.

Coffey afirma que los ingresos por el impuesto de sociedades irlandés se han triplicado en los últimos siete años, pasando de 4.500 millones de euros a 14.000 millones, gracias a la enorme inyección de las empresas estadounidenses. En este sentido, lanza la siguiente advertencia: “Si pueden subir de forma tan inexplicable, también existe la posibilidad de que bajen de forma igualmente inexplicable”.

Traducción de Emma Reverter

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