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The Guardian en español

EN PRIMERA PERSONA

Putin tiene que rendir cuentas por los ataques contra civiles como el que mató a la escritora Victoria Amelina

Un grupo de mujeres rinde tributo a la escritora Victoria Amelina en su funeral en Kiev este martes.

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“Por favor, que no se refieran a ese restaurante”: esa fue nuestra primera reacción al ataque con misiles rusos contra la pizzería Ria de Kramatorsk, que causó 13 muertos y más de 60 heridos. Kramatorsk es la ciudad más grande, segura y accesible cercana a la línea del frente de la guerra en Ucrania. Antes de la invasión, la ciudad tenía unos 200.000 habitantes; ahora quedan 80.000, incluidos militares que vienen a reponer fuerzas, voluntarios y periodistas. A pesar de sus dimensiones, la oferta de servicios es limitada, por lo que un restaurante céntrico y bien gestionado, con wifi de calidad, espacio para encuentros y un servicio rápido, siempre estará lleno. Recuerdo a los jóvenes camareros de Ria ofreciendo siempre un servicio perfecto, conscientes de que todos tenían prisa. Algunos de ellos están entre los muertos.

La segunda reacción fue: ¿quién estaba en la pizzería en el momento del ataque? Una comensal, Victoria Amelina, célebre escritora ucraniana, fue herida de gravedad. Este lunes supimos que había fallecido tras permanecer cinco días hospitalizada. Amelina investigaba los crímenes de guerra de Rusia en Ucrania. El domingo pasado, un día antes de su viaje a Kramatorsk, estuvo en el festival del libro Arsenal de Kiev moderando un panel sobre “¿Qué tipo de crimen está cometiendo Rusia?”. Fui yo quien la invitó. Nos preparamos juntas, hablando de lo difícil que es para nosotras viajar, y de cómo nos armamos de fuerza y ánimo para seguir adelante. Nos sentíamos desafiantes. El festival del libro era nuestra forma de celebrar la resistencia ucraniana.

Saber que una amiga es una de las víctimas te entumece, te hace sentir impotente. No puedes dejar de pensar: ¿y si no hubieran estado allí? El Gobierno ucraniano ha identificado al agente ruso del que sospechan que informó de la ubicación exacta del restaurante. Todo el mundo sabía que siempre estaba lleno de civiles, periodistas, soldados de permiso. Era improbable que altos mandos del ejército estuvieran allí. No es un objetivo militar.

El jefe del Comité de Defensa de la Duma, el coronel general Andrei Kartapolov, aplaudió el ataque a Kramatorsk en un destacado programa propagandístico del canal estatal Rusia-1: “Me quito el sombrero ante quienes lo planearon, ante quienes lo llevaron a cabo. Mi viejo corazón de militar se regocija cuando veo cuántos cadáveres de esos chicos son recuperados de entre los escombros, a veces con tatuajes, a veces con emblemas”. Entre los cadáveres están los de las gemelas de 14 años Yulia y Anna Aksenchenko.

El ataque a la estación

En abril estuve en el restaurante. Se cumplía el primer aniversario del ataque del 8 de abril de 2022 en la estación de tren de Kramatorsk, uno de los más mortíferos de la invasión: 3.000 personas estaban en la estación, 63 de las cuales murieron, y más de 100 resultaron heridas. Proyectamos un documental sobre la masacre. Como parte del Reckoning Project, que documenta los crímenes de guerra de Rusia en Ucrania, nos hicimos eco de lo que las organizaciones de derechos humanos y los fiscales ucranianos ya habían dicho: que a pesar de las afirmaciones del Kremlin de que estaba apuntando a equipamiento militar en la estación, lo cierto es que se trató de un ataque directo a civiles por parte de Rusia. Las armas utilizadas fueron misiles Tochka-U, prohibidas por más de 100 países, que están diseñadas para causar lesiones graves a las personas, y no habrían sido elegidas si el objetivo hubiera sido destruir arsenal armamentístico.

En aquel momento, el mundo estaba centrado en las atrocidades rusas en Bucha, y los residentes de Kramatorsk tuvieron que lidiar solos con el trauma. Cuando proyectamos el documental en un sótano seguro de Kramatorsk a los testigos -entre ellos el personal ferroviario y de rescate, la policía, el alcalde y el gobernador- quedó claro lo afectados que estaban, incluso un año después. Fue el día más horrible de sus vidas.

Mientras cenábamos después en la pizzería, observando cómo la gente charlaba y comía, nos alegró ver el retorno de la vida y la normalidad. Tras la liberación de Izium, en septiembre de 2022, el riesgo de ocupación de Kramatorsk, 64 kilómetros al sur, había disminuido. La ciudad se estaba recuperando.

Justo un año antes del ataque al restaurante de Kramatorsk, Rusia atacó un centro comercial en Kremenchuk -lejos de la línea del frente- matando a 21 personas. Los fiscales ucranianos identificaron que los tipos de misiles utilizados en este caso se emplearon en otros ataques civiles que tuvieron lugar más tarde, matando al menos a 21 personas cerca de Odesa y a 46 que dormían en sus casas en Dnipro. Esto permite apreciar un patrón de ataques brutales y selectivos contra civiles.

Un caso sólido

Para los expertos en derecho, una acumulación de pruebas como ésta conduce a más acciones, a un caso más sólido. En cambio, para los medios de comunicación ocurre lo contrario. Cuanto más frecuentes son estos ataques, más decae la atención ya que se normalizan.

En conversaciones con medios internacionales mientras documento los crímenes de guerra cometidos por Rusia, les comento que los periodistas y editores -intrigados por “un tipo de crimen novedoso”- se aburren en cuanto menciono a las víctimas de los ataques con misiles. “¿Pero no es así la guerra?”, preguntan.

Rusia ha conseguido normalizar estos ataques con misiles contra civiles, y aunque es posible identificar el tipo de arma y demostrar que su objetivo era matar civiles los abogados titubean ante la falta de presión pública.

Los ataques contra civiles se tratan como tragedias inevitables de la guerra. Pero también son crímenes que deben investigarse, sean cuales sean nuestras opiniones políticas y nuestro posicionamiento ante esta guerra.

Al contestar a las preguntas de Amelina en la mesa redonda sobre crímenes de guerra, los colegas se centraron en la rendición de cuentas por estos crímenes. Como ucraniana que, como muchas otras personas en estos tiempos, se siente impotente, aturdida y devastada porque alguien a quien conocemos y queremos es víctima de uno de estos ataques, me centro en la prevención. Debemos exigir una investigación para que, en lugar del saludo de un general, los militares rusos reciban una orden de detención por este tipo de ataques. No podemos devolver la vida a los que ya han muerto, pero al menos esta plaga de impunidad puede ser castigada. Y, sólo tal vez, se evite otro ataque contra civiles.

Nataliya Gumenyuk es una periodista ucraniana y cofundadora del Reckoning Project.

Traducción de Emma Reverter

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