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Al Qaeda crece mientras ISIS retrocede y es “un peligro mayor a largo plazo”

Jason Burke

En octubre del año pasado, las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos mataron a tres veteranos de Al Qaeda en Afganistán, Yemen y Siria. Sin embargo, su muerte no suscitó interés alguno: ISIS tiene una presencia tan dominante en el reino de los yihadistas que alguien podría creer que su precursor se ha convertido en una simple nota a pie de página. Pero se equivocaría.

Paradójicamente, las tres bajas son un indicio del resurgimiento de Al Qaeda, que coincide con las derrotas de ISIS en Irak, Siria y Libia. De forma discreta, y con más compromisos que atrocidades, la organización fundada en 1988 hace lo posible por renacer de sus cenizas.

El Pentágono afirma que al menos uno de los tres líderes asesinados (Haydan Kirkan, quien llevaba 20 años en la organización) estaba planeando ataques contra países occidentales cuando murió. Es una afirmación controvertida, porque Al Qaeda ha renunciado en los últimos tiempos a las operaciones de largo alcance para concentrarse en una lenta, firme y estratégica apuesta por aumentar su presencia y potencial en las comunidades del mundo islámico.

Esa decisión, tomada por Ayman Al Zawahiri poco después de que ocupara el puesto del difunto Osama Bin Laden, se debió en parte a la debilidad del grupo, que había sufrido ataques constantes de Estados Unidos y sus aliados desde el 11-S, pero también es un intento de marcar las distancias con ISIS, responsable directo de múltiples atentados en países como Francia, Bélgica, Alemania y Túnez e indirecto –a través de “lobos solitarios”– en EEUU.

Al Qaeda y sus asociados se han alejado deliberadamente del salvajismo de ISIS para construir una red de apoyos en el mundo islámico que no se basa en el miedo y la coacción, sino en la búsqueda de compromisos con líderes tribales, grupos de poder y, a veces, las propias comunidades. Además, no buscan publicidad. “Al Qaeda sabe por experiencia que las medidas antiterroristas se concentrarían en su organización si conquistara territorios, de modo que mantiene un perfil bajo”, dice Daveed Gartenstein-Ross, de la Fundación para la Defensa de la Democracia (EEUU).

Los tres lugares donde se produjeron los ataques aéreos de hace dos meses son especialmente significativos: Afganistán, Yemen y Siria, zonas estratégicas donde ISIS ha fracasado en su intento de conseguir victorias importantes o se encuentra directamente en retirada, como sucede en el último caso.

Sur de Asia: supervivencia a 15 años de ofensiva

En enero de 2015 ISIS anunció formalmente el establecimiento de lo que llamó “provincia de Khorasan”, en un territorio situado en Afganistán y el oeste de Pakistán. La acción, combinada con la tentativa de extenderse en Bangladesh, pretendía abrir camino en el Sur de Asia y conseguir reclutas entre los más de 400 millones de musulmanes de la región. Pero no tuvieron mucho éxito.

“A pesar de todos sus esfuerzos, Estado Islámico controla pocos territorios en el Sur de Asia –escribió recientemente Seth Jones, exasesor del Ejército estadounidense en Afganistán–. Tiene un liderazgo mediocre, sólo ha llevado a cabo unos cuantos ataques y no ha conseguido el apoyo de la población local”. De hecho, ISIS se enfrenta a la oposición de la mayoría de los grupos locales, empezando por los talibanes.

Al Qaeda, que mantiene una relación estrecha con los talibanes y otras organizaciones, sigue presente en Afganistán. En octubre del año 2015, fuerzas de Estados Unidos y Afganistán atacaron un enorme centro de entrenamiento del sur del país, donde mataron a más de 200 personas.

El campamento era una base de Al Qaeda en el Subcontinente Indio (AQIS, por sus siglas en inglés), una filial establecida en 2014. Algunos funcionarios del sudeste asiático afirman que AQIS ha fracasado en su intento de captar grandes cantidades de reclutas y de realizar operaciones de importancia, aunque uno de ellos puntualiza que el simple hecho de que haya conseguido sobrevivir en la zona es “impresionante”.

“El grupo ha estado sometido a una presión constante durante 15 años, que ha afectado especialmente a sus líderes. Pero sigue aquí –declara el funcionario, que quiso mantener su identidad en secreto–. La muerte de Al Qahtani ha sido un golpe para ellos. Sin embargo, han sufrido pérdidas peores y no han desaparecido”.

Yemen: 4.000 combatientes y un miniestado

Yemen es otro de los campos clave de batalla. La intervención militar de Arabia Saudí tuvo una consecuencia tan impresionante como imprevista: el establecimiento de un miniestado de Al Qaeda en la costa que duró muchos meses.

La estratégica y valiosa localidad porteña de Mukalla ofreció al grupo unos beneficios económicos de alrededor de dos millones de dólares al día. En 2015, el Gobierno de EEUU emitió un informe donde se afirmaba que la rama yemení de Al Qaeda (AQAP) contaba con no menos de 4.000 combatientes, cuatro veces más de los que tenía el año anterior. El grupo también había establecido lazos con yemeníes del sur, que se sienten excluidos por la élite norteña.

“Puede que estemos ante una Al Qaeda más complicada –dice un diplomático regional que sigue de cerca los acontecimientos–. Ya no es una simple organización terrorista, sino un movimiento que controla territorios donde viven personas que son felices”.

África: Al Shabab derrota al ISIS

Al Qaeda también ha conseguido extenderse por África. La violencia y la brutalidad asociadas al grupo nigeriano Boko Haram (que se ha dividido por su alianza con ISIS) y la expansión de ISIS en Egipto, Túnez y Libia han eclipsado los esfuerzos de los grupos asociados de Al Qaeda en el continente, menos espectaculares pero mucho más eficaces.

En Somalia, los jefes del movimiento Al Shabaab han eliminado sin contemplaciones a las facciones proISIS que intentaban romper su alianza con Al Qaeda, que ya dura cinco años. Sólo queda un grupo de disidentes en el extremo norte del país, en la zona semiautónoma de Puntland, pero se encuentra sitiado y al borde de la aniquilación.

Entre tanto, en el Sahel se han producido ataques de una nueva facción que actúa en nombre de ISIS, pero la fuerza dominante es la sección de Al Qaeda en el Magreb (AQIM, por sus siglas en inglés). AQIM ha explotado sus lazos con las comunidades locales –algunos basados en el matrimonio– y aprovechado las disputas étnicas para ganar apoyos y recursos en Malí, un Estado clave que las fuerzas de Francia y otros países no han conseguido salvar de los extremistas islámicos. “Al Qaeda se puede convertir en el movimiento yihadista más poderoso de África”, afirma Gartestein-Ross.

Oriente Medio: los beneficios de la derrota del ISIS

Puede que Oriente Medio sea el teatro de operaciones más importante. La mayoría de los analistas cree que ISIS mantendrá una fuerza potente –aunque fragmentada– durante los años venideros, pero es posible que Al Qaeda sea el mayor beneficiario entre los yihadistas.

La clave de su estrategia es el grupo Fateh Al Sham (JFS), el antiguo Frente Al Nusra, una poderosa facción que actúa en Siria y que, en julio del año pasado, cambió de imagen para convertirse en una fuerza sin nexos con el yihadismo internacional que sólo lucha contra el Gobierno de Bashar Al Asad y sus aliados.

Durante los últimos años, Al Qaeda se ha esforzado por minimizar sus lazos con grupos locales para no enemistarse con comunidades que no quieren formar parte de ninguna “yihad global”, sino contar con islamistas de línea dura que impongan orden y gobiernen de forma honrada, aunque rigurosa, las zonas que están bajo su control.

Los funcionarios estadounidenses temen que la derrota de ISIS ponga el yihadismo de Oriente Próximo en manos de JFS, y que ofrezcan una base para que Al Qaeda ataque Europa si el grupo decide cambiar su estrategia actual. Zawahiri ha dejado claro que, aunque las campañas locales sean su objetivo a corto plazo, Occidente sigue siendo su objetivo a largo plazo.

“A medida que Estado Islámico siga perdiendo territorio y la coalición internacional siga con sus ataques aéreos, es probable que empecemos a ver otro nombre en los titulares de los periódicos: Fateh Al Sham”, dice Matthew Henman, del Jane’s Terrorism and Insurgency Centre.

En opinión de Hoffman, el JFS “es más capaz que el Estado Islámico, y una amenaza más peligrosa a largo plazo”.

Traducido por Jesús Gómez