Los reporteros rusos que desafían la censura desde Ucrania: “Todos los días ves muertos y heridos”

Durante años, Oksana Baulina hizo todo lo posible por enfrentarse al sistema de Vladímir Putin en Rusia hasta que finalmente se vio obligada a huir del país. El 23 de marzo, fue asesinada por un misil ruso, poco después de haber llegado a Kiev para informar sobre la invasión de Ucrania.

La muerte de Baulina, que había sido colaboradora del opositor político Alexéi Navalni y trabajaba para el medio de comunicación ruso The Insider, ha puesto en el punto de mira al minúsculo grupo de periodistas rusos independientes que se encuentran actualmente en Ucrania.

Con su trabajo, están intentando derribar el control ejercido por Kremlin sobre la cobertura de los acontecimientos en el país, que los medios oficiales rusos insisten en llamar “operación especial” que tiene como objetivo liberar a Ucrania de los “nazis”.

En los homenajes que rindieron a Baulina, sus colegas la describen como una reportera apasionada y valiente, que había renunciado a una vida trabajando en revistas de lujo para defender aquello en lo que creía.

“La vi pocos días antes de su muerte. Probablemente haya sido la única persona de su vida de antes con la que se reunió aquí. Me estuvo explicando sus planes con mucho detalle, era muy entusiasta y tenía muchas ganas de hacer reportajes”, dice Peter Verzilov, activista, periodista y editor del sitio de noticias Mediazona, durante una entrevista en Leópolis.

Desafiar la propaganda y el bloqueo

Mediazona, al igual que muchos medios de comunicación en lengua rusa, fue bloqueado en los primeros días de la guerra por el organismo ruso de supervisión de Internet por no adherirse a las normas de censura que, en tiempos de guerra, prohíben cualquier información que pueda “desacreditar” al Ejército ruso.

“A pesar del bloqueo, durante el último mes nuestro número de lectores aumentó casi el doble, hasta alcanzar este mes los 3,5 millones de visitantes únicos”, dice Verzilov.

Sin embargo, el periodista dice que es evidente que el mensaje estatal de Rusia está alcanzando de forma efectiva a una gran parte de la población del país, y señala las numerosas historias de ucranianos que se ponen en contacto con amigos o familiares en Rusia que les dicen que se están imaginando las cosas que pueden ver con sus propios ojos.

“Que tu propio hijo te diga ‘Papá, no te creas la maldita televisión, no es verdad’ y tú le digas 'No, no, los nazis solo te están lavando el cerebro' demuestra que la propaganda rusa es asombrosamente eficaz en ciertos sectores de la población. Ves que funciona cuando vas cambiando de canal y todos tienen el mismo contenido”, dice Verzilov.

Otros periodistas coinciden en que cada vez es más difícil abrirse paso entre el ruido con respaldo estatal. Hace dos fines de semana, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, concedió una entrevista a varios medios rusos independientes, e inmediatamente después las autoridades rusas anunciaron que cualquier sitio que la publicara podría afrontar cargos penales.

“La gente que dice que hay mucha información en Internet no entiende de qué está hablando. Mi hermana gemela me preguntó cómo ver a Zelenski, pero no tenía ni idea de cómo encontrarlo”, dice Yevgenia Albats, una veterana periodista rusa que edita la web New Times

Albats dice que 741 webs han sido cerrados en Rusia desde el comienzo de la guerra, y que las consecuencias de este hecho no pueden ser subestimadas. New Times fue bloqueado el segundo día de la guerra. Mediante una VPN, Albats continúa actualizando el sitio, aunque cuatro de sus empleados han abandonado el país.

“Básicamente, se trata de la evaporación total de cualquier noticia u opinión alternativa en el ámbito de los medios de comunicación en lengua rusa. Una destrucción total. La aniquilación de cualquier punto de vista y opinión alternativos”.

“Habría sido más difícil quedarme sentada en Moscú”

Una excepción singular ha sido la información presentada desde Ucrania por Elena Kostyuchenko, reportera del periódico ruso Novaya Gazeta, cuyo redactor jefe, Dmitri Muratov, ganó el premio Nobel el año pasado.

Al principio, a Kostyuchenko se le prohibió la entrada a Ucrania cuando intentó cruzar desde Polonia el primer día de la guerra, pero la dejaron pasar después de que la redacción hiciera algunas llamadas telefónicas. Entonces se desplazó al sur del país. Ha presentado informes conmovedores desde Mykolaiv, que ha estado bajo un intenso ataque ruso, y Jersón, actualmente ocupada por las tropas rusas. El viernes pasado anunció a través de Facebook que dejaba el país.

“Cada día veo los crímenes que comete mi país. Todos los días veo heridos, muertos, casas destruidas. En Jersón hablé con personas que habían sido secuestradas”, dice, en una entrevista telefónica desde Mykolaiv. “Es moralmente difícil, pero creo que habría sido moralmente más difícil quedarme sentada en Moscú y seguirlo por Internet”.

Kostyuchenko dice que, una vez dentro de Ucrania, no tuvo problemas para trabajar teniendo un pasaporte ruso, tras haber explicado que trabajaba para Novaya Gazeta. “La mayoría de la gente entiende por qué estoy aquí, apoya lo que hago y me apoya enormemente”, dice.

Novaya Gazeta tomó la decisión de seguir las leyes de censura rusas y no utilizar la palabra “guerra” u “ocupación”, dejando en su lugar espacios en blanco donde irían las secciones prohibidas. Kostyuchenko dice que escribió sus textos sin censura y que después fueron redactados por los editores en consulta con abogados.

“Si la ley estuviera formulada para encarcelar solamente a los periodistas, lo publicaríamos todo, pero la ley está formulada para que todas las personas relacionadas con el texto —los correctores, los gestores de Internet y los contables— puedan ser responsables”, dice Kostyuchenko. “Tuvimos una reunión dentro de la junta editorial. Teníamos dos opciones: cerrar o seguir trabajando bajo el régimen de censura militar. Más del 90% de los lectores votaron a favor de que siguiéramos trabajando”, dice.

Sin embargo, esto no salvó a la publicación. A principios de la semana pasada, Muratov anunció que Novaya Gazeta cerraría hasta el final de la “operación especial” en Ucrania.

Muchos periodistas independientes han abandonado Rusia por temor a ser encarcelados en virtud de las nuevas leyes. Albats dice que no tiene planes de abandonar Moscú, pero que “llora cada día” por aquello en lo que Rusia se ha transformado, y por el hecho de que su país esté librando una guerra de conquista.

“Estamos destruyendo otro país y matando gente. Y es insoportable. Entiendo que lo que estoy haciendo es prácticamente inútil. Lo hago porque, de lo contrario, me ahorcaría”, dice.

Traducción de Julián Cnochaert

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