Gabriela Dumitru ya tendría que haberse jubilado y, sin embargo, trabaja más que nunca. A sus 65 años, es una de los apenas dos médicos del área de neonatalogía en un hospital de Slobozia, una ciudad deprimida a cerca de dos horas en coche de Bucarest, la capital de Rumanía.
Hace tres o cuatro guardias de 24 horas todas las semanas, y cuando puede descansa una hora en un sofá en una pequeña habitación llena de fotografías de gatos. El otro médico del equipo tiene 75 años y se jubiló oficialmente hace 15. Entre los dos hacen el trabajo de cuatro o cinco médicos. Asisten unos 1.200 partos al año y cuidan de los recién nacidos que requieren cuidados especiales o tienen alguna discapacidad.
La sala de neonatología de Slobozia es solo la punta del iceberg de la crisis que asola Rumanía. En los últimos diez años, miles de médicos y enfermeros han abandonado el país en busca de un trabajo mejor pagado en los países de Europa occidental. A su vez, la grave carencia de personal médico solo es uno de los muchos ejemplos de la fuga masiva de profesionales de los países de Europa Central y Oriental desde su adhesión en la Unión Europea.
Los gobiernos tratan de lidiar con las consecuencias de esta pérdida de talento y aunque muchos representantes políticos utilizan el discurso del miedo hacia la inmigración para atraer votantes, los estudios muestran que los ciudadanos están más preocupados por las consecuencias de los que se van. En una encuesta reciente, más del 50% de los rumanos afirmaron estar preocupados por el impacto de la emigración en el país, la cifra más alta entre todos los países analizados.
Unos 3.4 millones de rumanos abandonaron el país durante los diez años siguientes a su entrada en la Unión Europea, según un estudio realizado por líderes empresariales rumanos. El Ministerio de Sanidad calcula que 43.000 médicos han salido del país durante la misma década.
Un estudio de Population Reference Bureau, con sede en Estados Unidos, pronostica que en 2050 la población de Rumanía habrá disminuido en un 22%. Según las previsiones para ese periodo, se trata de la mayor reducción de población en el mundo y se debe a una combinación de tres factores: emigración, alta mortalidad y bajas tasas de natalidad. Y la vecina Bulgaria tiene un pronóstico igualmente preocupante.
Dumitru explica que estaba previsto que una doctora se incorporara en el equipo de neonatología en noviembre, después de que el hospital financiara la formación de una residente en un hospital de Bucarest. La joven médico desapareció tan pronto hubo terminado la residencia. No es la primera vez que el hospital invierte en la formación de un médico que opta por irse tras completar sus estudios.
La primera ola de emigración se produjo antes de que Rumanía se adhiriera a la UE en 2007, con la marcha de muchos enfermeros a Italia, explica Raed Arafat, secretario de Estado rumano para situaciones de emergencia que estudió medicina y en el pasado trabajó como médico de urgencias en la ciudad de Târgu MureÈ. “En Târgu Mures perdimos nuestro contingente entero de enfermeros en el espacio de dos años, lo que nos obligó a formar a otros, de los que perdimos la mitad”, recuerda.
Un año después de su entrada al mercado europeo, la crisis económica que sacudió Rumanía deterioró las instituciones del país. “Perdimos a los médicos que creíamos que nunca se irían, los más cualificados. No hemos podido recuperarnos de las consecuencias de esta situación”, afirma Arafat e indica que el país adolece de una gran carencia de médicos de urgencias y anestesistas.
Los jóvenes rumanos con más talento tuvieron la oportunidad de viajar, estudiar y trabajar en Europa Occidental, con el incentivo de mejores salarios y más oportunidades. Desde los aeropuertos de Rumanía hay docenas de vuelos diarios no sólo a Londres, París o Roma, también a muchas ciudades regionales más pequeñas donde decenas de miles de rumanos se han mudado en busca de trabajo, una fuga de talento que ha dejado enormes lagunas en el mercado laboral del país.
En el último año, el Gobierno ha duplicado los salarios en el sector sanitario en un intento de frenar el flujo de profesionales de la medicina que abandonan el país. Sin embargo, las dificultades para retener a los mejores son especialmente severas en muchas de las provincias rumanas, en las que el potencial económico es limitado.
En Slobozia hay pocas oportunidades y en un intento por dar una imagen dinámica, las autoridades han colgado en la plaza mayor un cartel que con grandes letras de colores forman el nombre de la ciudad. Sin embargo, lo cierto es que hay pocos atractivos para los jóvenes y desde la caída del régimen comunista apenas se han construido edificios nuevos.
El periodista del diario local Andrei Banu se encoge de hombros al ser preguntado si en Slobozia hay algo que hacer, y se ríe cuando es interrogado por si los jóvenes creen que la ciudad tiene futuro.
Pero los trabajadores cualificados no son los únicos que se han ido del país. “Tres millones de rumanos residen en el extranjero, muchos de ellos con poca formación”, indica Cristian Ghinea, vicepresidente del partido político Save Romania Union: “si no se hubieran ido la tasa de desempleo en el campo sería muy elevada”. “La verdadera tragedia es que el sistema no está cambiando lo suficiente para que quieran regresar”, lamenta. Su partido tiene intención de hacer campaña en las elecciones europeas del próximo mes con el eslogan: “Hacemos que sus hijos puedan regresar a casa”.
El Gobierno por su parte espera que el aumento de los salarios para los profesionales de la medicina permita frenar la fuga en este sector pero lo cierto es que, de momento, esta medida no está dando muchos resultados. A principios de año, la ministra de Educación, Ecaterina Andronescu, reconoció que entre 2017 y 2018 unos 10.000 médicos se fueron del país.
“La mayoría de los que se fueron del país lo hicieron por razones económicas”, puntualiza CÄlin Popescu-TÄriceanu, presidente del senado de Rumanía. Aunque el Gobierno ha subido los salarios considerablemente con el objetivo de “frenar esta fuga de talento tan lamentable y perjudicial”, el político reconoce que hasta la fecha los resultados no son satisfactorios.
Popescu-TÄriceanu sí esperaba que el Brexit fuera motivo para los doctores y enfermeros rumanos que trabajan en Reino Unido para querer regresar a su país. Al parecer, supo que había un enfermero que estaba recibiendo llamadas de compañeros rumanos trabajando en hospitales en Reino Unido preguntando si era verdad que se había producido una subida salarial en Rumanía.
Arafat considera que ahora el país puede tener la tranquilidad de que ya nadie se va por motivos económicos pero lamenta que el sistema cargue con una burocracia innecesaria. Los médicos que regresan se enfrentan a un papeleo que puede llevar meses. “Necesitamos un programa que facilite el retorno de estos profesionales de forma más proactiva”, señala.
En Slobozia, Dumitru reconoce que las condiciones en el hospital han cambiado de forma drástica desde que empezó a trabajar en la década de los noventa. La precariedad de esa época era una herencia del modelo de país comunista y hermético de Nicolae CeauÈescu. La doctora está satisfecha con la mejora de las condiciones salariales pero afirma que el dinero no lo es todo.
“Recuerdo que hace 25 años, cuando practicaba una cesaría tenía que limpiar al recién nacido en la repisa de una ventana desde la que se veía la nieve del exterior”, señala. “Ahora disponemos del equipo necesario y los salarios han subido. Sin embargo, el dinero no lo es todo. Si queremos que la gente se quede aquí y trabaje, tenemos que cambiar todo el sistema, incluida la mentalidad de la sociedad”, sentencia.
Traducido por Emma Reverter