Cuando el coronavirus empezó a propagarse fuera de China, Italia parecía estar preparada para gestionar la situación. Tras detectar tres casos a finales de enero, entre ellos, los de dos turistas chinos, las autoridades sanitarias aislaron a los enfermos en un hospital de Roma. Hicieron un seguimiento de las personas que habían tenido contacto con los enfermos. Además, Italia se convirtió en uno de los primeros países que optó por cortar las conexiones de transporte con China.
El sentimiento de confianza era palpable. “Italia ha puesto en marcha un plan de prevención que es el más riguroso de Europa”, afirmó con orgullo el primer ministro Giuseppe Conte el pasado 31 de enero. Pero, como se hizo evidente en febrero, el virus se había estado propagando de manera desapercibida en el norte de Italia a través de otras cadenas locales de infección, con toda probabilidad desde mediados de enero.
Por otra parte, todo parece indicar que se produjo un error de comunicación, crucial en la propagación del virus, entre el Gobierno y los hospitales del norte del país en torno a cuáles eran los protocolos adecuados para examinar a pacientes con fiebre y afecciones respiratorias sin una explicación aparente, y de si se debía hacer la prueba del coronavirus a personas sin un vínculo directo con China.
El 18 de febrero, un joven de 38 años sin vínculos directos con China y en buena forma física, cayó enfermo en Codogno, una localidad de la región de la Lombardía. Fue varias veces a su médico de cabecera y al hospital local, pero ningún médico vinculó sus síntomas con el coronavirus. Los medios de comunicación italianos lo llaman “el paciente uno”. Cuando finalmente fue ingresado en un hospital y le hicieron la prueba del coronavirus, 36 horas tarde, lo aislaron pero ya había contagiado a otras personas y al personal médico.
Para Adam Kucharski, profesor asociado de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, la propagación inicial del coronavirus en Italia “evidencia la capacidad del virus para convertirse en una epidemia en un corto espacio de tiempo”. “La lección es que si no se detecta la transmisión, si no se toma en serio, se puede llegar muy rápidamente a cifras de enfermos que fácilmente pueden suponer una carga para el servicio de salud. Lo ideal sería que detectaras los brotes lo antes posible”, indica.
El perfil de edad de la población de Italia también parece haberla hecho particularmente vulnerable. “Italia es un país de personas mayores”, señala el profesor Massimo Galli, director del departamento de enfermedades infecciosas del hospital Sacco de Milán. “Tenemos una elevada cifra de ancianos con patologías previas. Creo que esto podría explicar por qué estamos viendo casos más graves de coronavirus en nuestro país”.
Una rápida toma de decisiones
Sin embargo, todavía no se puede llegar a conclusiones definitivas sobre la espectacular propagación del virus en Italia. Todo lo que se puede decir con seguridad, como explicó el ex primer ministro Matteo Renzi, es que Italia se ha convertido en el conejillo de indias de Europa.
Cuando se dieron los primeros casos de contagio en el norte del país, las autoridades italianas sospecharon inicialmente que guardaban relación con los casos de los dos turistas chinos en Roma que habían visitado Parma. Se movilizaron para cerrar 10 ciudades vinculadas con el grupo inicial de casos en las provincias septentrionales de Lombardía y Véneto. En su momento, los cierres locales, que comenzaron el mismo día en que se confirmó que el 'paciente uno' estaba infectado, fueron percibidos en algunos círculos como una decisión rápida y decisiva.
Sin embargo, algunos expertos que se muestran críticos con la actuación de las autoridades italianas consideran que lo que pareció una decisión acertada al principio de la crisis puede haber contribuido a agravar los problemas a los que se enfrenta ahora el país.
“Los errores se cometieron, probablemente, a finales de enero”, afirma Beppe Severgnini en un artículo de opinión publicado en The New York Times el 2 de marzo. “Podría ser que la decisión de Italia de detener los vuelos procedentes y con destino a China no hubiera sido la adecuada ya que esos vuelos habrían proporcionado una clara indicación de quién llegaba de ese país, permitiendo así un mejor seguimiento de este grupo de riesgo por parte de las autoridades sanitarias”.
Christian Althaus, que estudia las enfermedades infecciosas en la Universidad de Berna, en Suiza, considera que los problemas de Italia pueden reducirse a una explicación muy simple: que el país ha tenido mala suerte.
“Puedes argumentar que detectaron tarde el problema, pero esto podría haber pasado en cualquier otro país”, afirma: “En mi opinión, cuando finalmente se percataron de lo que estaba pasando, se lo tomaron en serio. La decisión de poner en marcha un primer cierre fue correcta y probablemente también ha sido acertado aplicar la misma medida a nivel nacional. Son conscientes de la necesidad de frenar la epidemia”.
Mensajes contrapuestos
Sin embargo, no está tan claro si el primer cierre quedó socavado tanto por el deseo de evitar la alarma y daños económicos innecesarios en el centro industrial del país, como por la convicción de que el brote seguía estando bajo control.
En este sentido, los mensajes contradictorios de los políticos del país pueden haber hecho más daño que cualquier grieta del sistema sanitario italiano. Ahora también se sabe que el alcance geográfico de esas cuarentenas iniciales era demasiado limitado.
A medida que la preocupación se extendió a ciudades más grandes del país, incluyendo Milán, la capital industrial del país, y Venecia, el epicentro turístico, los mensajes políticos fueron poco claros.
Entre los que impulsaron un mensaje de “business as usual [como de costumbre]” destaca Nicola Zingaretti, líder del Partido Demócrata de centroizquierda, que, para que su posición fuera más convincente no dudó en viajar a Milán para reunirse con un grupo de jóvenes. El fin de semana pasado, Zingaretti anunció que había dado positivo en el test del virus.
Para Elisabetta Groppelli, profesora de salud mundial en St. George's, Universidad de Londres, todavía es demasiado pronto para hacer una valoración detallada de la crisis. “Hasta que los análisis genéticos virales no arrojen más luz sobre la situación, es difícil decir exactamente por qué Italia se ha visto tan afectada”, señala. “El norte de Italia es el motor económico del país, así como un punto turístico, y por lo tanto es una zona muy transitada”.
“Un contexto de una gran cantidad de personas moviéndose constantemente e interactuando entre sí, podría ser una base propicia para la propagación de la enfermedad”, sentencia. Hasta el momento, el país ha contabilizado más de 12.000 casos y 827 muertes ligadas al coronavirus.
Traducido por Emma Reverter