Quiénes son los responsables del sangriento atentado de Lahore
El atentado en el parque principal de Lahore (con 72 muertos y más de 300 heridos) es, hasta ahora, el intento más sanguinario por parte de una nueva facción yihadista de alzarse como el grupo más agresivo y violento de los muchos que operan en Pakistán.
El objetivo era la hostigada comunidad cristiana del país, según la reivindicación hecha por Jamaat ul Ahrar, una organización fundada hace dos años después de una escisión del movimiento talibán.
No obstante, muchos musulmanes se encontraban entre las víctimas cuando el terrorista suicida detonó una bomba llena de metralla cerca de un parque infantil, algo que no pareció perturbar a los autores del ataque.
Los fanáticos religiosos se han esforzado por encontrar una justificación teológica para el alto número de víctimas civiles durante las últimas décadas. Aunque son contestados por las principales autoridades religiosas, sus argumentos siguen siendo predicados en las mezquitas más radicales y enseñados en la mayoría de colegios religiosos de Pakistán.
Jamaat ul Ahrar, como los talibanes, sigue una rama extremista dentro de la doctrina conservadora del Islam conocida como Deobandi que, junto a las intolerantes tendencias procedentes del Golfo Pérsico, han avanzado considerablemente en Pakistán en los últimos años en detrimento de las costumbres locales más abiertas.
El grupo, asentado en una peligrosa zona cercana a la frontera con Afganistán, ha sido responsable de una cadena de atentados, normalmente contra funcionarios del Gobierno o minorías religiosas, y se ha declarado oficialmente en guerra contra un “Estado de infieles”.
Se consideran los talibanes “auténticos” y se oponen a la estrategia de negociaciones que adoptó la rama principal del movimiento tras la ofensiva militar sobre sus baluartes en 2014.
Un país cansado de las ejecuciones
Este último ataque parece diseñado para lanzar un claro mensaje a los políticos, así como para rentabilizar la furia de un significativo número de paquistaníes tras la ejecución a principios de marzo del hombre que mató a tiros en 2011 a un político que había intentado proteger a los cristianos.
Más de 100.000 personas asistieron al funeral de Mumtaz Qadri, el asesino, el 1 de marzo en la ciudad de Rawalpindi. La policía antidisturbios lanzó gases lacrimógenos el domingo para dispersar las protestas de los conservadores por la ejecución.
La víctima de Qadri era el gobernador de la provincia paquistaní de Punjab, que había pedido el indulto para una mujer cristiana que había sido encarcelada bajo las leyes contra la blasfemia. La organización Jamaar ul Ahrar parece intentar centrarse en Punjab, la región más rica y poblada de Pakistán, que también es un baluarte del primer ministro Nawaz Sharif.
El grupo atentó sobre una ceremonia en el paso fronterizo de Wagah en noviembre de 2014. Punjab ha sido desde hace tiempo un importante feudo para los grupos radicales islamistas que han tenido relación con los servicios de seguridad paquistaníes y que normalmente no realizan ataques dentro del país.
Fuentes cercanas a la policía y otras agencias en Lahore habían alertado sobre otros grupos, en especial aquellos vinculados a los talibanes, que sospechan que están formando una red en la ciudad. “Están aquí pero no sabemos por qué no han atacado todavía”, declaró un alto cargo policial en 2013. Ahora ya lo han hecho.
Traducción de Mónica Zas