La transparencia en la red puede derrotar a las noticias falsas
El año pasado presenciamos el auge de la desinformación en la Red. En muchos países del mundo, las páginas web de “noticias falsas” tuvieron un impacto sobre el debate político y también el estado de ánimo. Los “filtros burbuja” y las búsquedas personalizadas limitaron nuestros conocimientos. El Diccionario Oxford decidió que “posverdad” era la palabra internacional del año. Con la llegada del 2017 llegaron nuevos términos y expresiones, como por ejemplo, “hechos alternativos”.
Resulta tentador hacerse la siguiente pregunta: ¿Es este el principio del fin de la información fiable? ¿Fue erróneo pensar que Internet podía tener información accesible para todos? ¿Es esta la era oscura de Internet?
La difusión de información falsa en Internet representa una amenaza real. Si nuestra base de hechos reales disminuye, no podemos mantener conversaciones trascendentales ni resolver los problemas mundiales.
Lo cierto es que Internet siempre ha sido un lugar caótico y complicado. Los usuarios de la Red siempre se han dividido en dos categorías; los que quieren saber la verdad y compartirla, y los que la utilizan para hacer jugarretas, llevar a cabo actos vandálicos o cosas peores. Ahora puedes leer noticias falsas en las redes sociales de tu primo y en los noventa viste cómo tus parientes de más edad entraban en Internet por primera vez y solo lo utilizaban para enviar a toda la familia correos electrónicos fraudulentos con “”Fwd: Fwd: Fwd: Fwd:“ en la línea del asunto. Antes las noticias falsas viajaban por correo electrónico porque esta era la principal forma de comunicación de los usuarios de la Red.
Internet siempre ha sido un lugar idóneo para la experimentación y la ingenuidad. Su poder reside en los usuarios. Por cada acción dañina, hay infinitas contribuciones positivas de personas que quieren conectar con otras personas, o que quieren expresar sus opiniones o sentimientos, o que quieren ampliar la base de conocimiento compartido.
¿Por qué funciona Wikipedia?
Soy optimista. Tuve que serlo para empezar Wikipedia, un proyecto que dieciséis años atrás parecía imposible. ¿Cómo podíamos lograr que millones de personas trabajaran conjuntamente, sin que importaran las fronteras o las distintas perspectivas, de forma totalmente desinteresada y sin remuneración, para construir una enciclopedia fiable y precisa? Lo cierto es que lo logramos.
Aunque las noticias falsas no son ninguna novedad, sí han evolucionado los métodos para propagarlas. El contenido de las redes sociales, los vídeos convenientemente editados para generar confusión y los mensajes instantáneos han reemplazado el correo electrónico y se han convertido en los principales vehículos de la información falsa.
En la actualidad la Red es más extensa y está más interconectada y se mueve a una velocidad infinitamente superior que a principios de siglo. El año pasado, cuando India puso en circulación un nuevo billete de 2.000 rupias, se difundió una noticia falsa que aseguraba que el billete contenía un dispositivo de vigilancia. Aunque más tarde esta “noticia” fue desenmascarada, antes ya se han expandido como la pólvora por Whatsapp, que tiene 50 millones de usuarios mensuales en ese país.
Las organizaciones vinculadas a los medios de comunicación (periódicos, canales de televisión, editoriales) desempeñarán un papel clave en la recuperación de una base sólida de información real. Las instituciones periodísticas respetables tienen recursos extraordinarios para informar, investigar y promocionarse, y deben redoblar sus esfuerzos para seguir siendo los principales representantes de la verdad. Habida cuenta de la polarización ideológica de los medios de comunicación y los filtros burbuja de las redes sociales, se trata de un reto muy ambicioso.
Las páginas web con noticias falsas surgen de la noche a la mañana. Muchas tienen una apariencia similar a la de diarios digitales que publican información cierta. Sin embargo, sus titulares suelen ser sensacionalistas, con el objetivo de que los lectores entren en la noticia y la compartan. Incluso cuando no conoce el nombre de la fuente, su imagen puede ser lo suficientemente elaborada como para que un lector ocasional no se percate del engaño.
En estos tiempos caóticos, necesitamos nuevas herramientas que nos permitan distinguir la verdad de la mentira en las plataformas digitales. Muchas plataformas han creado algoritmos que pueden identificar fuentes de noticias falsas, pero esta forma de abordar el problema no tiene en cuenta el elemento humano.
Todos podemos estar de acuerdo con la afirmación de que las plataformas sociales deben actuar cuando millones de personas comparten una noticia falsa, pero ninguno de nosotros se siente muy cómodo con la idea de que sean los grandes titanes de las redes sociales los que decidan qué es válido y qué no lo es. No es posible separar la verdad de la mentira de forma completamente automática y es cuestionable que convenga ceder el control a gigantes mediáticos para los que la información es una forma de hacer dinero.
Se necesitan árbitros de diferente ideología
Se necesitan soluciones humanas que dependan no solo de la verificación de los hechos por parte de un tercero sino también del poder de la colaboración. Necesitamos a personas de distinta ideología política que nos ayuden a identificar páginas web y noticias falsas. Los nuevos sistemas que se desarrollen deben transferir más poder a los individuos y a las comunidades; trabajen de forma altruista, se les pague o de ambas maneras.
Para conseguirlo, necesitamos que la información se comparta y sea abierta. Recordemos el movimiento del software de código abierto. A principios de los ochenta, distintas comunidades de desarrolladores de software compartían sus códigos a través de licencias de código libre. Esto permitía que otros desarrolladores pudieran acceder, utilizar y mejorar el código, e innovar a gran escala. Estas fuentes libres nos demostraron que, como indicó el desarrollador Eric Raymond, “con la cantidad de ojos suficiente, podemos encontrar todos los errores”. En la actualidad, la mayoría de las plataformas más populares tienen acceso abierto.
Wikipedia puede compartir varias lecciones aprendidas con los que creen estos nuevos sistemas. Los editores intentan esquivar el ruido de Internet para distinguir las fuentes creíbles de las que no lo son. Producen una cantidad ingente de contenido preciso y lo hacen a través de un modelo de libre acceso. Todo aquel que quiera, desde cualquier parte del mundo, puede añadir contenido nuevo a los artículos y todo aquel que quiera puede cuestionar el contenido e iniciar un debate. Esto comporta un mayor número de ojos que revisan más información y una mayor rendición de cuentas. Con independencia de sus ideas políticas, los editores tienen que seguir unas reglas cuando crean, redefinen y verifican el contenido: verificabilidad, neutralidad y seguir el método establecido. Las páginas reservadas para el debate muestran opiniones divergentes.
Si participan en este proceso, las personas tendrán opiniones más ponderadas y, con el paso del tiempo, la información será más fiable. Un estudio que ha publicado recientemente la Escuela de Negocios de Harvard concluyó que si se hicieran más revisiones y más personas participaran como voluntarios en el proceso, la información incongruente o sesgada iría desapareciendo y, con el paso del tiempo, los editores cada vez serían más imparciales.
Se necesita más transparencia
La mejor kriptonita para luchar contra la información falsa es, sin duda, la transparencia. Las plataformas tecnológicas pueden optar por volcar más información sobre el contenido que los usuarios leen. Necesitamos que esta información sea visible ya que arroja luz sobre el proceso y sobre el origen de la información, y crea una estructura idónea para la rendición de cuentas. Necesitamos espacios en línea que promuevan el diálogo abierto en torno a una gran variedad de temas y muestren muchos puntos de vista. Estos espacios deben estar abiertos a todos; el comportamiento tóxico, entre el que se incluye el acoso, es lamentablemente una realidad de Internet. Necesitamos acordar unas normas, un compromiso de verificación de la información, un diálogo civilizado y que la participación sea activa. Y necesitamos que se sigan estos principios en toda la actividad que se lleve a cabo en la red.
El auge de Internet ha podido propiciar la difícil tesitura actual pero los usuarios de la Red nos pueden ayudar a buscar soluciones. La próxima vez que discutas con alguien por Internet en torno a alguna cuestión polémica, utiliza buenas fuentes de información para proporcionarle datos contrastados y fomenta un dialogo abierto. Y lo más importante: se amable. Podría convertirse en una de las piezas del engranaje que transforme el caos de información actual en conocimientos. Y, al mismo tiempo, estarás ayudando a erradicar las noticias falsas.
Traducido por Emma Reverter