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Tristane Banon: denunció a Strauss-Kahn, fue perseguida por la prensa y ahora ha luchado por la ley contra la violación de menores en Francia

La periodista y escritora francesa Tristane Banon en una marcha en solidaridad con víctimas de violación cerca del Palacio de Justicia en París en septiembre de 2011.

Kim Willsher

3 de abril de 2021 21:44 h

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Hace casi exactamente diez años, Dominique Strauss-Kahn, el hombre llamado a ser el próximo líder de Francia, fue detenido en Nueva York y acusado de agredir sexualmente a una empleada de un establecimiento de la cadena de hoteles Sofitel. Fue una caída en desgracia que muchos habían previsto. Sin embargo, pocos creyeron que este escándalo podía terminar con la carrera de este veterano político y aspirante a presidente socialista.

Mientras DSK, como se le conocía, permanecía detenido en Nueva York, en Francia los focos se centraron en una joven periodista y escritora, Tristane Banon, que lo denunció por intento de violación por unos hechos ocurridos unos años antes. Mientras la fiscalía de Estados Unidos examinaba la vida de la empleada de Sofitel, una inmigrante guineana llamada Nafissatou Diallo, los medios de comunicación franceses estaban ocupados deconstruyendo a Banon. Era, según varios artículos, una joven fantasiosa que estaba enfadada con el mundo, una mentirosa, una bebedora, una drogadicta y una oportunista histérica a la que “le gustaba la fiesta”, con toda la carga que tienen las tres palabras cuando se dirigen a una mujer joven.

Los fiscales retiraron los cargos contra Strauss-Kahn en Estados Unidos, alegando que la denuncia no tenía una base sólida y no era creíble y alegando que carecía de pruebas materiales concluyentes. También se retiraron los cargos en Francia, donde los fiscales declararon que faltaban evidencias para probar el intento de violación.

Banon, para quien fue agotador ver cómo los medios hacían pedazos su reputación, podría haberse escondido y haber desaparecido para siempre. Sin embargo, optó por defender su causa.

La semana pasada, tenía algo que celebrar después de haber ayudado en la aprobación de una nueva ley para proteger a los niños, niñas y adolescentes de las agresiones sexuales. Los legisladores franceses aprobaron por unanimidad un proyecto de ley que fija la edad de 15 años como la frontera del “consentimiento”. Por debajo de esa edad no se puede considerar que un o una menor haya accedido a mantener relaciones sexuales con alguien que sea cinco o más años mayor. En los casos de incesto, la edad de no consentimiento se fija en 18 años.

En un principio, los diputados habían fijado la edad en 13 años, pero una campaña organizada por una indignada Banon, que publicó un escrito acompañado de una foto suya a los 13 años, y que fue firmada por 162 personas de renombre, hizo que se reconsiderara rápidamente la decisión, con el apoyo del ministro de Justicia, Eric Dupond-Moretti.

La denuncia de Diallo impulsó el #MeToo en Francia

El debate en torno a esta ley ha tenido lugar tras una serie de escándalos sexuales protagonizados por figuras poderosas en los últimos años. Para Banon, la ley marca un punto de inflexión de una situación en el país cuyas raíces se remontan a 2011. En este sentido, ha afirmado que sin Diallo seguramente nunca habría surgido el movimiento #MeToo en Francia, que según ella ha llevado a este cambio legislativo.

“[Sin su denuncia] el movimiento habría merecido un párrafo en los periódicos y pronto se hubiera disipado [...] Su denuncia fue la primera que ocupó portadas”, ha explicado Banon a The Guardian.

Una miniserie documental de Netflix estrenada en enero y titulada Habitación 2806 (la habitación del Sofitel de Nueva York en la que Diallo afirmó haber sido agredida) puso de manifiesto el hecho de que Francia siempre había preferido mirar hacia otro lado e ignorar el comportamiento de Strauss-Kahn.

“Me trataron de mentirosa, me señalaron con el dedo”

Cuando fue a entrevistar a Strauss-Kahn para una revista en 2002, Banon era una licenciada en periodismo de 23 años que soñaba con ser escritora y novelista. Él tenía 53 años y era un destacado miembro del Partido Socialista. También era el padre de una de las amigas íntimas de Banon y el ex marido de su madrina.

La periodista afirma que el político se abalanzó sobre ella, le metió las manos en los pantalones, le manoseó los pechos e intentó violarla (Strauss-Kahn negó la acusación, diciendo que solo intentó besarla). Cuenta que su madre y sus amigos la disuadieron de denunciar la supuesta agresión a la policía. Le dijeron que nadie la creería y que la acusación definiría su vida.

Banon decidió actuar cuando Strauss-Kahn, entonces director del Fondo Monetario Internacional, fue detenido en mayo de 2011 en Nueva York y también negó las acusaciones de agresión sexual diciendo que la relación con Diallo había sido de mutuo acuerdo. La defensa alegó que se trataba de una relación sexual consentida, la querella penal fue desestimada y los abogados llegaron a un acuerdo con Diallo para que retirada la demanda civil a cambio de una suma de dinero.

Banon decidió que había llegado la hora de hablar. “Presenté una querella por intento de violación, que fue desestimada, pero el fiscal reconoció que yo había sido agredida sexualmente. Aunque ya había prescrito, para mí era muy importante que se reconociera oficialmente que él me había hecho algo”, señala.

Banon afirma que no se reconoció en la descripción que los medios hicieron de ella. “Fue durísimo. Lo peor de 2011 fue que me trataran de mentirosa, que me señalaran con el dedo, fue una cobertura injusta y agresiva. Podía entender a los periodistas que decían ”no sabemos lo que pasó, no estábamos allí“, pero no puedo perdonar a los que me trataron de mentirosa. Cada vez que encendía el televisor alguien hablaba de mí, todos los periódicos hablaban de mí, decían que estaba trastornada, que bebía y tomaba drogas, cuando nunca he fumado un cigarrillo. Entrevistaron a personas que me habían conocido durante tres horas. Era fácil para ellos. Yo era una mujer de aspecto frágil y decían cosas repugnantes”.

La infancia de Banon la había hecho independiente, pero no estaba preparada para semejante embestida. Horas después de su nacimiento, en el rico barrio parisino de Neuilly-sur-Seine, su padre, el empresario franco-marroquí Gabriel Banon, asesor económico del presidente Georges Pompidou y de Yasser Arafat, dejó a su madre, la empresaria convertida en política socialista Anne Mansouret. Mansouret, que aseguró haber tenido una aventura con Strauss-Kahn (que él nunca ha confirmado), dejó a su hija al cuidado de una niñera.

En 2011, Banon vivía con ayudas de 400 euros al mes, apenas dormía y era conocida como “aquella chica que había tenido un problema con el político”. Su relato del asunto DSK, basado en sus diarios de la época, Le Bal des Hypocrites (El baile de los hipócritas) acaba de ser reeditado en formato de tapa blanda y recientemente ha terminado otra novela, su décimo libro.

El tatuaje de tinta roja en su muñeca izquierda que decía “Nunca lo pienses dos veces, nunca mires atrás” y el del brazo derecho “no corras, persigue” han quedado en un rastro mínimo.

Ahora, con 41 años, vive en el mismo piso de las afueras de París que hace 10 años. Ya no vive sola sino con su marido Pierre y sus hijos de 5 años y un año. La ex primera dama Carla Bruni-Sarkozy fue testigo de su boda y es la madrina de su hija Tanya. “Ahora soy feliz”, afirma. “[Strauss-Kahn] tiene dinero, vive bien. Otra parte de mí dice que no tiene relevancia pública, no tiene ningún peso”.

“Estoy encantada de haber contribuido a la aprobación de esta nueva ley, he escrito diez libros, tengo un marido encantador y dos hijos, y estoy orgullosa de lo que he hecho”.

Traducido por Emma Reverter

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