De la elevada oratoria se ha pasado a la preocupación evidente. Desde Filadelfia, símbolo de la democracia estadounidense por ser el lugar donde se firmó la Constitución, Barack Obama lanzó la advertencia la semana pasada: su sucesor está dispuesto a todo con tal de mantenerse en el poder.
El inédito ataque por parte de un expresidente durante la Convención Nacional Demócrata fue la manifestación de un temor generalizado, el de que Trump representa una amenaza más grave que ningún adversario extranjero para los 244 años que lleva en marcha el experimento estadounidense.
En 2016 fue la Rusia de Vladimir Putin la que se inmiscuyó en las elecciones. Esta vez es el propio ocupante de la Casa Blanca el que parece empeñado en enredar las elecciones estadounidenes.
“La mayor amenaza que enfrentaba la nación era y sigue siendo la amenaza interna”, afirmó el exdirector adjunto de contrainteligencia del FBI Frank Figliuzzi en unas declaraciones a la cadena MSNBC la semana pasada. “La amenaza interna está sentada en el Despacho Oval”, añadió.
El Partido Republicano nombrará esta semana a Trump como su candidato para un segundo mandato presidencial. El discurso de aceptación de Trump será desde la Casa Blanca, rompiendo una tradición no escrita y dejando en evidencia las formidables ventajas de las que puede aprovecharse Trump por ocupar la presidencia.
Según sus críticos, en esta elección Trump está haciendo dos campañas. Una es el brutal y fanático intento de demonización contra su rival, Joe Biden; y contra su compañera Kamala Harris, la primera mujer afroamericana en una candidatura de esta envergadura, a quien ya ha llamado “mezquina”, “desagradable” y “loca”. El segundo frente es su malintencionada y potencialmente catastrófica campaña contra la integridad del proceso electoral en sí.
El presidente especialista en romper los límites lleva cuatro años erosionando el Estado de derecho, dándole la vuelta a normas constitucionales y calumniando a los servicios de inteligencia. Con las poco esperanzadoras encuestas que en los últimos meses lo dan como perdedor se ha dedicado a difundir desinformación, a generar desconfianza en las instituciones democráticas y a cuestionar el proceso electoral, poniendo en duda que efectivamente sea la representación libre de la voluntad popular.
Aunque no tiene esa potestad, ya ha planteado la posibilidad de posponer las elecciones por la pandemia del coronavirus. Se ha negado una y otra vez a decir si aceptará el resultado, lo que ha disparado un debate hasta hace poco inimaginable sobre los posibles medios para sacarlo físicamente de la Casa Blanca. Durante una parada de su campaña en Wisconsin la semana pasada, lo dijo sin rodeos: “La única manera de perder estas elecciones es si están amañadas”.
También ha señalado al servicio postal. Hace poco amenazó que para impedir que la gente votara por correo podía bloquear los fondos para el servicio postal que los demócratas buscaban aprobar con el objetivo contrario. La pandemia hace obligatoria la distancia física y se espera un número récord de votos por correo, lo que hace poco probable que el resultado se conozca en la misma noche de las elecciones.
Su alergia al voto por correo se basa en la falsa premisa, desmentida por numerosos investigadores y estudios académicos, de que está plagado de fraude. A estas alturas ya hay cinco estados (Colorado, Hawai, Oregón, Washington y Utah) que casi exclusivamente celebran sus elecciones por correo.
Según sus rivales, el verdadero motivo del presidente es privar a millones de votantes demócratas de su derecho a voto. El número de republicanos que en las encuestas dice no tener miedo de votar en persona es significativamente mayor que el de los demócratas.
Versión 2.0 de interferencia electoral
Según Antjuan Seawright, estratega demócrata de Columbia (Carolina del Sur): “Es la versión 2.0 de su intento de interferir en las elecciones. Esta vez lo hace la propia Administración y no un adversario extranjero. Trump está tratando no sólo de debilitar la integridad de los comicios, sino de sembrar el miedo y el caos en nuestras elecciones”.
“No deberíamos mutilar a la oficina de correos o eliminar lo que en mi opinión forma parte del centro neurálgico de cada comunidad. Cuando yo era niño, mi madre trabajaba en el servicio de correos así que yo sé lo que significa para la gente de color. Lo que están haciendo para desmantelar el servicio postal tiene un impacto doble, a veces triple, en comunidades que ya habían sido dejadas atrás y abandonadas por otros motivos”, indica.
Ante el revuelo que se armó en todo el país, el director general de correos y donante de la campaña de Trump, Louis DeJoy, anunció la semana pasada que suspendería los recortes al servicio hasta pasadas las elecciones para evitar cualquier efecto, aparente o real, en el envío de los votos. Los demócratas dijeron que era un primer paso necesario, pero insuficiente, para poner fin a la “campaña de sabotaje electoral” de Trump, que una vez más domina la cobertura de los medios.
El ataque contra el voto por correo demuestra que los republicanos pertenecen al “partido de la supresión de votantes”, añade Seawright. “Soy negro y por eso toda mi vida, incluyendo la de mis abuelos agricultores, han tratado de hacer todo lo posible para limitar nuestra participación en el proceso electoral. Esto solo ha aumentado mis temores para esta elección, el manual de jugadas es más o menos el mismo. Solo cambian los jugadores que implementan la estrategia, recalibrada esta vez contra el voto por correo. Tengan en cuenta que aún estamos en medio de una pandemia en la que presentarse a votar puede significar la vida o la muerte para algunas personas. Pero los negros ya han arriesgado sus vidas para votar en otras ocasiones y, si seguimos por este camino, creo que estaremos dispuestos y podremos hacerlo de nuevo porque esta elección es así de importante”, sostiene.
La semana pasada, un informe de la Comisión de Inteligencia del Senado, integrada por los dos partidos, reveló el alcance de los contactos que hubo entre Rusia y la campaña de Trump durante las elecciones de 2016. Según el informe, el exdirector de la campaña Paul Manafort trabajó estrechamente con el “oficial de inteligencia ruso” Konstantin Kilimnik.
Los servicios de inteligencia de EEUU han advertido de que Rusia ya está trabajando para interferir en las elecciones de 2020 con el objetivo de conseguir la reelección de Trump.
Pero esas amenazas parecen hoy menos fundamentales que las planteadas por un presidente que se alegra de ser apoyado por seguidores de una infundada teoría de la conspiración de derechas según la cual el mundo está dirigido por una opaca conjura de pedófilos adoradores de Satanás.
“¿Quién necesita a Vladimir Putin cuando ya tienes a Donald Trump?”, se preguntaba el escritor y locutor conservador Charlie Sykes. “Si tú fueras Vladimir Putin y quisieras interferir en esta elección, ¿qué harías? Difundir desinformación. Lograr que la gente dude de la legitimidad del voto. Vender teorías de la conspiración y cargar contra el voto por correo. Todo eso está sucediendo sin él. Nuestro presidente lo está haciendo”.
Fundador y redactor jefe del sitio web Bulwark, Sykes también advirtió de un período poselectoral “muy feo”. “Está muy claro que para mantenerse en el cargo Trump utilizará todas las herramientas de poder que le da el Gobierno. Habrá muchos votos por correo y esos votos por correo serán muy diferentes a los votos del día de las elecciones. Lo que hará, y será muy importante para Donald Trump, es declarar la victoria la noche de las elecciones y luego, al contar los votos por correo, insistirá en que no son legítimos, en que le están robando la elección y creo que eso puede crear dudas y un caos masivo”.
Bush vs Al Gore
Ante un escenario así quedan pequeñas la confusión, el caos y la crispación que hubo tras las disputadas elecciones del año 2000 entre el republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore, que terminaron en el Tribunal Supremo.
Según Bob Shrum, un estratega demócrata que ha trabajado como asesor de Gore, las elecciones sí se van a celebrar y terminará habiendo un recuento exacto de votos, siempre y cuando se haya arreglado el tema del servicio de correos o el pueblo haya sido capaz de tener paciencia a la espera del resultado. “Sí me preocupa que lo que Trump está haciendo pueda significar que, en caso de que pierda, tengamos un país extremadamente dividido con cerca del 30% de la población enfadada, sinténdose marginada, tal vez en las calles, algo que nunca hemos visto aquí antes”, dijo.
“Si Trump pierde no será igual a Al Gore cuando, creyendo haber ganado las elecciones, cedió por el bien del país tras la decisión del Tribunal Supremo”.
Traducido por Francisco de Zárate