Tulipán Negro: los voluntarios ucranianos que buscan cadáveres de soldados rusos para intercambiarlos con Moscú
En una aldea desierta al norte de Donetsk, un grupo de voluntarios se dispone a llevar a cabo la dura tarea de sacar de un sótano situado junto a una casa destruida los cadáveres putrefactos de dos hombres rusos.
Se presume que los dos rusos, que vestían uniformes de verano, fueron dejados allí por sus compañeros de combate. El pueblo de Krasnopillia no está lejos de la ciudad de Izium, que pasó varias veces de manos ucranianas a rusas antes de que las fuerzas ucranianas la recuperaran en septiembre. Los dos cadáveres están tan descompuestos que apenas desprenden olor y solo pueden ser reconocidos por sus chapas de identificación.
El objetivo es recolectar cadáveres rusos para intercambiarlos por ucranianos, ya que un soldado no puede ser declarado muerto por el Estado hasta que haya un cadáver. Sin embargo, el proceso de extracción es extremadamente arriesgado. Así como gran parte de las zonas desocupadas, Krasnopillia está sembrada de minas. Rusia ha estado utilizando sistemas de minado a distancia que esparcen minúsculas minas desde el aire. Asimismo, en varias ocasiones las tropas rusas dejaron trampas explosivas en casas y cadáveres antes de emprender su retirada.
“Las minas se lanzan desde cohetes, por lo que pueden estar en cualquier parte. Incluso pueden quedar atrapadas en los árboles y volarse con el viento”, explica Artur, un voluntario que pilota un dron donado con el que documenta la recuperación de los cadáveres.
Los voluntarios ucranianos que recolectan cadáveres pertenecen a un grupo llamado Tulipán Negro. Dicen que desde febrero han desenterrado 311 soldados rusos en zonas desocupadas. Conformado por unos 10 voluntarios, es uno de los varios grupos que, al igual que las unidades militares ucranianas, recorren las zonas recuperadas y las líneas del frente en busca de cadáveres.
Oleksiy Yukov, el líder de Tulipán Negro, dice que hasta febrero del año pasado visitaba el pueblo a menudo. Entusiasta de lo militar, solía desenterrar esqueletos de la Segunda Guerra Mundial y en 2014 empezó a trabajar en la tierra inhóspita que se extiende entre los frentes ruso y ucraniano.
Recuerda a las seis familias que vivían en la calle hoy desierta. La mayoría de los aldeanos lograron marcharse, pero varios fueron asesinados, dice Yukov. Una pareja que ha regresado para encontrarse con su casa destruida ha visto un casco asomando en el sótano y llama a Yukov.
Los voluntarios explican que los dos soldados rusos —cuyos restos serán examinados y sus pertenencias personales (como dinero, carné de identidad y documentos), identificadas— serán intercambiados por cadáveres de soldados ucranianos tras un examen forense.
El intercambio de cadáveres entre Rusia y Ucrania se lleva a cabo con suma discreción y ninguna de las partes ha revelado el número total de cadáveres enviados hasta ahora. Una fuente que participa con frecuencia en el proceso y que accede a hablar sin revelar su identidad dice que “se han producido al menos 20 intercambios de cadáveres de soldados entre ambos países desde el comienzo de la invasión rusa”.
Según esta fuente, los intercambios de cadáveres se realizan en la frontera o en la línea del frente con la supervisión de las autoridades militares de ambos países.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) declara haber participado en varias operaciones. “Mediante este trabajo, hemos logrado la devolución de cientos de soldados caídos, que posteriormente pueden ser identificados y sus familias, avisadas para recibir entierro”, dice Achille Després, portavoz del CICR en Ucrania.
Pero identificar los cuerpos puede ser complicado. En ocasiones, los cadáveres rusos hallados están calcinados: algunos son quemados por la población local por razones de higiene, y otros por el ejército ruso en un aparente intento de ocultar sus pérdidas.
“Encontramos cinco rusos en la región de Limán cuyos cadáveres habían sido quemados”, dice Yukov en referencia a la ciudad que estuvo ocupada por las fuerzas rusas hasta principios de octubre. “Están quienes intentan ocultar sus pérdidas para no tener que cargarlas consigo, mientras que en otros casos los vecinos quemaron los cadáveres porque el olor era muy desagradable”.
“Parecía la Segunda Guerra Mundial. Una vez también hallamos soldados soviéticos en un gran agujero, había entre 10 y 15 personas. Era evidente que habían sido quemados de forma intencionada”, dice Yukov al describir algunos de los operativos anteriores a 2014 en los que participó.
Los servicios de seguridad ucranianos creen que los cuerpos de miles de soldados rusos, a los que el Kremlin registra como “desaparecidos en combate”, están siendo eliminados de manera informal.
En una llamada telefónica interceptada en mayo, un soldado decía que sus compañeros habían sido enterrados en “un vertedero de la altura de una persona” a las afueras de Donetsk. “Hay tanto Cargo 200 [código militar para los soldados muertos] que las montañas de cadáveres llegan a los dos metros de altura”, decía en la llamada. “No es un depósito de cadáveres, es un vertedero. Es enorme”.
“Simplemente los tiran allí”, decía un soldado ruso en otra llamada interceptada. “Y después resulta más fácil hacer como si hubieran desaparecido sin dejar rastro. Es más fácil para ellos fingir que simplemente han desaparecido y ya está”.
El pasado noviembre, The Guardian habló con decenas de residentes y trabajadores en Jersón que dijeron que las fuerzas rusas habían utilizado un vertedero local para quemar cadáveres de soldados rusos caídos durante los seis meses de ocupación.
Traducción de Julián Cnochaert.
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