¿Deben los museos de EEUU recibir fondos de los millonarios conservadores que niegan el cambio climático?

Oliver Milman

Nueva York —

El Museo de Historia Natural de Nueva York está recibiendo presiones para que rompa sus vínculos con Rebekah Mercer, una de las principales donantes de la campaña de Donald Trump y también de distintos grupos ultraconservadores que buscan sembrar dudas en torno al trabajo de los científicos sobre el cambio climático.

Más de 200 científicos han firmado una carta que reclama al museo que “termine su relación con personas que impulsan campañas de propaganda en contra de la ciencia y que financian campañas de desinformación en torno al cambio climático” y que expulse a Mercer de su consejo de patronos, que integra desde 2013.

Los comisarios del museo han hecho circular una carta parecida, en un contexto de creciente preocupación por el hecho de que Mercer pueda socavar la misión de esta institución de Nueva York.

The Guardian acaba de recibir documentos sobre donativos que muestran que la Fundación Familia Mercer, gestionada por Rebekah y su multimillonario padre Robert, fundador de un fondo de inversión, financió en 2016 con más de dos millones de dólares a organizaciones que niegan o cuestionan la ciencia del cambio climático.

Destaca la donación al Heartland Institute, por valor de 800.000 dólares, un grupo conservador célebre por organizar periódicamente conferencias y reunir a todos aquellos que se apartan del consenso científico en torno a la influencia de la actividad humana en el cambio climático. También una donación de medio millón de dólares a la Heritage Foundation, un grupo que defiende el libre mercado y promueve la extracción de combustibles fósiles y afirma que las olas de frío demuestran que no existe el calentamiento global.

En 2016, los Mercer dieron dinero por primera vez a dos grupos; 125.000 dólares al Centro para el Estudio del Dióxido de Carbono y 150.000 a la Coalición CO2. Ambos grupos tienen por objetivo generar dudas en torno a las consecuencias del cambio climático. El presidente de la Coalición CO2 es William Happer, un físico de la Universidad de Princeton cuyo nombre ha sonado varias veces como posible asesor científico de Donald Trump.

Aunque optaron por permanecer en la sombra, los Mercer fueron clave en el ascenso político de Trump. Steve Bannon, exjefe de estrategia de Trump, señaló el año pasado que “los Mercer sentaron las bases para la revolución de Trump”. Breitbart News, la web ultraconservadora que hasta hace poco era gestionada por Bannon, también se benefició de grandes sumas de dinero de la fundación Mercer.

Negacionistas del cambio climático

“Desde la victoria de Trump, la familia Mercer ha salido de las sombras y se ha revelado como una de los principales soportes de la maquinaria que niega el cambio climático”, indica Kert Davies, fundador de un grupo en defensa de la transparencia en torno a la financiación de los estudios sobre el cambio climático y que analiza la finalidad detrás de los donativos: “El apoyo de la familia Mercer a estudios que niegan el cambio climático ha ido aumentando con el paso del tiempo”.

Entre las donaciones de la Fundación Mercer en 2016 también destaca una por valor de 200.000 dólares al Instituto Oregon de Ciencia y Medicina, un grupo fundado por Arthur Robinson, un bioquímico que contribuyó a hacer circular un escrito de supuestos expertos, que ha recibido numerosas críticas, que niega que el calentamiento global sea dañino. Nadie supervisaba la identidad de los firmantes y algunos grupos ecologistas añadieron a la lista a la cantante Geri Halliwell y a todo el elenco de la serie M*A*S*H.

Más recientemente, Robinson ha almacenado miles de muestras de orina humana convencido de que encontrará la forma de extender la esperanza de vida. Se cree que Rebekah Mercer podría haber sugerido a Trump que Robinson sea su principal asesor científico.

En sus cartas, los científicos y los comisarios recuerdan al Museo de Historia Natural de Nueva York que “es una institución valorada e influyente” y que podría sufrir “la pérdida de confianza de su público” si su nombre sigue vinculado al de Mercer. Además de estar en el consejo de patronos, Mercer ha donado desde 2012 más de cuatro millones de dólares a la institución.

“Rebekah Mercer es una de las principales impulsadoras de los ataques de mala fe contra la ciencia del cambio climático y los científicos que estudian el cambio climático”, señala Michael Mann, un científico de la Pennsylvania State University que estudia el cambio climático y que ha firmado la petición. “Es abominable que ella pueda estar en el consejo de una institución científica y todavía más en el de uno de los museos de historia natural más importantes del mundo”.

Katherine Hayhoe, otra destacada científica que estudia el cambio climático y que también ha firmado la carta, afirma que es imprescindible que los museos faciliten “la información de forma precisa, sin presiones explícitas o implícitas para que minimicen o incluso alteren los hechos”.

Los museos están siendo analizados con lupa en un contexto en el que intentan buscar un equilibrio entre sus necesidades de financiación y la preocupación en torno al cambio climático.

Patrocinadores dudosos para la ciencia

En 2015, el Museo de Ciencia de Londres dio por terminado el polémico patrocinio de Shell, si bien BP sigue patrocinando otras instituciones culturales de la ciudad, como el British Museum, la National Portrait Gallery y la Royal Opera House.

Este mes, el Museo de Historia Natural de Nueva York fue criticado por una exposición en su sala de dinosaurios que afirmaba que los períodos más cálidos, como el actual, son causados por variaciones en la órbita de la Tierra alrededor del sol y que “no hay razón para creer que no llegará otra era de hielo”.

Esta sala del museo está financiada por David Koch, un destacado patrocinador de grupos que niegan el cambio climático, aunque el museo dijo que Koch no había influido sobre el contenido, y que este simplemente había quedado desfasado.

“Este país sufre una crisis de confianza, los museos son los últimos bastiones de la confianza y tenemos que ser muy cuidadosos en preservarla ”, indica Jon Foley, director ejecutivo de la Academia de Ciencias de California, que no acepta dinero procedente de la industria de combustibles fósiles.

“El Museo de Historia Natural de Nueva York es uno de los mejores del mundo y es triste que estemos hablando de esto y no de su magnífica labor”, señala.

“Es preocupante que algunos donantes estén patrocinando a museos y, al mismo tiempo, a grupos que atacan descubrimientos científicos. Las instituciones científicas públicas necesitan sumar fuerza con personas que compartan su misión, que tengan dinero no es suficiente. Ahora mismo hay una gran tensión en el ambiente y la ciencia está siendo atacada. Los museos tienen que operar en este contexto”.

Foley, que no ha firmado la petición, explica que “constantemente” recibe llamadas de donantes en relación a exposiciones relacionadas con el cambio climático o la evolución. “Mi trabajo consiste en escucharlos e indicar que se basan en estudios científicos de primer nivel. Nunca permitimos que los donantes o los miembros del consejo se entrometan en el contenido de las exposiciones. Es más un tema de imagen pero la imagen es importante”.

Un portavoz del Museo de Historia Natural de Nueva York ha indicado que la institución “respeta profundamente” la labor y las opiniones de los científicos y que acepta que el factor antropogénico del cambio climático es un hecho que “ha sido demostrado por la ciencia y es uno de los problemas más graves del planeta”.

“Sin embargo, en el momento de contratar o nombrar a miembros del consejo de patronos el museo no tiene en cuenta las opiniones políticas de los individuos”, afirma el portavoz.

“Los miembros del consejo o los donantes no toman decisiones sobre el contenido didáctico de las exposiciones. Los científicos y los educadores son los que toman estas decisiones, en base a hechos probados e investigaciones”.

The Guardian contactó con la Fundación de la Familia Mercer por si quería hacer algún comentario.

Traducido por Emma Reverter