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Opinión - Días de ira. Por Rosa María Artal

PERFIL

Quién es Tim Walz, candidato demócrata a vicepresidente: el favorito de Bernie Sanders que desespera a Trump por llamarle “raro”

Cuando el gobernador de Minnesota, Tim Walz, canceló sus planes para el pasado fin de semana un seguidor comentó: “Podría ser candidato a la vicepresidencia o simplemente tener que limpiar el garaje”. La frase sobre el elegido por Kamala Harris para ser su compañero de fórmula electoral condensa la imagen del gobernador de hombre de a pie.

Fue profesor de instituto, viene de clase trabajadora y no estudió en una universidad de élite. Este último punto no se lo puede apuntar en su mensaje contra las élites intelectuales J.D. Vance, el candidato republicano a vicepresidente junto a Donald Trump y que estudió en la Universidad de Yale aunque se ha presentado como la voz de los trabajadores blancos del Medio Oeste.

En su anuncio oficial, Harris definió a Walz como “un gobernador, un entrenador, un profesor y un veterano que ha ayudado a familias trabajadoras como la suya”.

En los últimos días, Walz ganó posiciones en las quinielas de nombres después de la difusión masiva de un vídeo en el que llamaba “weird” (raros) a los republicanos. Los años como profesor de instituto, acostumbrado a abordar de manera simple y clara las cosas, le han ayudado a presentar argumentos como político. La etiqueta de “raros” para los republicanos se ha convertido en una manera para los demócrata de confrontar a Trump y a Vance.

La elección del gobernador de Minnesota puede ayudar a Harris a mantener el empujón inicial de entusiasmo que ha generado su candidatura para las presidenciales. La vicepresidenta ya está ligeramente por delante de Trump en la intención de voto en sondeos nacionales y en los de estados clave, según la media de encuestas de Nate Silver.

Experiencia rural

Walz nació y se crio en West Point, un pequeño pueblo de Nebraska. A los 17 años se enroló en la Guardia Nacional, donde sirvió durante 24 años. A la vez, estudió para ser profesor y, después de graduarse en 1989, trabajó un año como profesor en China como parte de un proyecto de una organización no gubernamental fundada por un grupo de estudiantes de Harvard para ayudar a países en desarrollo. Después de dar clases en Nebraska, se mudó a Minnesota, donde dio clases de Geografía y entrenó al equipo de fútbol americano de un instituto.

En 1999, cuando aún era profesor, fue activista en defensa de los derechos LGTBI. Tan solo tres años antes, el presidente demócrata Bill Clinton había firmado una ley que prohibía el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo a nivel federal.

Durante los años 90 se casó con Gwen Whipple, con quien tiene dos hijos. Uno de ellos, su hija Hope, se llama así porque su esposa y él tuvieron que recurrir a la fertilización in vitro. “Mi esposa y yo utilizamos los servicios reproductivos de la Clínica Mayo, y mi hija Hope se llama así por una razón”, explicaba Walz el pasado mes de marzo al diario Star Tribune. La defensa de los derechos reproductivos, incluida la fecundación in vitro, es uno de los grandes caballos de batalla de los demócratas de cara a las elecciones. En cambio, dentro del partido republicano se ha convertido en una fuente de discordia entre el ala más conservadora que también presiona para prohibirlo y el ala más moderada que lo defiende. La historia de Walz y su esposa seguramente apelará a muchos estadounidenses que se encuentran en la misma situación.

Se metió en política en 2004 y dos años después ganó un escaño al Congreso por Minnesota en una zona rural y tradicionalmente republicana. Durante años, fue identificado como moderado y ha votado acorde con posiciones centristas en el partido, pero se ha ido gradualmente a la izquierda en algunos asuntos, como la defensa de la educación pública y las comidas escolares gratuitas. Es popular entre los sindicatos.

Como gobernador de Minnesota, también ha destacado por haber sido capaz de sacar adelante numerosas leyes en una cámara estatal con mayoría republicana. Eso lo convierte en un buen creador de coaliciones que sabe sacar votos de los republicanos moderados incluso en estos momentos de máxima polarización en Estados Unidos. En mayo, consiguió que la cámara estatal aprobara seis leyes. 

El candidato del ala progresista 

Uno de los principales objetivos de Harris en la campaña será recuperar el voto de jóvenes y progresistas que se habían alejado del Partido Demócrata con la gestión de la guerra de Gaza. En 2020, el voto de los jóvenes y votantes a la izquierda del partido ayudó a la victoria de Biden, y se espera que su movilización también sea un factor esencial el próximo 5 de noviembre.

En el encuentro con el presidente israelí, Benjamin Netanyahu, Harris ya escenificó una posición más crítica con Israel, aunque siempre sin salirse de las líneas oficiales de apoyo a Israel. En este sentido, Walz puede tener buena acogida entre el sector progresista, ya que durante las primarias demócratas, dijo que las personas que habían emitido el voto protesta contra la guerra de Gaza le parecían votantes “cívicamente comprometidos”. 

En las primarias demócratas, Minnesota registró más de 45.000 votos protesta contra Biden identificados como crítica a su gestión de la guerra de Gaza. El estado es uno lo de los lugares del país donde se concentra más población árabe-estadounidense.

Walz era la gran petición del ala más progresista del partido. El senador Bernie Sanders pidió a Harris que lo eligiera a él como su compañero de fórmula electoral. Cuando parecía la balanza se inclinaba más por el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, unos 50 líderes del ala progresista enviaron una carta abierta a Harris para pedirle que escogiera a alguien como Walz, descrito como más “persuasivo” contra Trump.

La pega que tiene Walz es que no proviene de un estado clave. Pensilvania es, en particular, el estado que los demócratas tienen que ganar para llegar a la Casa Blanca. Sin una victoria en este estado que decidió las elecciones para Biden en 2020 y para Trump en 2016, Harris tendrá difícil lograr los votos electorales necesarios para convertirse en la primera presidenta de Estados Unidos.