Para elegir a Kevin McCarthy como presidente de la Cámara de Representantes, en enero, hicieron falta 15 votaciones fatídicas y múltiples concesiones, hasta que el sector ultraderechista del Partido Republicano levantó su bloqueo. Para echarlo, hace tres semanas, fue suficiente con la histórica moción propuesta por un único congresista republicano, Matt Gaetz, que se saldó con 216 votos favorables (8 de los cuales, de su partido) y 210 en contra. Desde entonces, las fuertes divisiones en el seno de los conservadores han abocado al órgano legislativo a su parálisis más larga en la historia por la falta de speaker.
Desde la destitución de McCarthy, la búsqueda de un sucesor no ha hecho más que exhibir las fracturas internas del Partido Republicano, que ha ido encadenando fracaso tras fracaso. De ahí que esta semana fuera decisiva. Los republicanos se reunieron de nuevo desde este lunes para explorar opciones y votar a puerta cerrada a un nuevo candidato.
En la sesión celebrada este martes, eligieron a su “número tres” en la cámara, el congresista de Minesota Tom Emmer, como nuevo candidato a presidir la institución, pero se echó para atrás a las pocas horas ante las dudas de poder ganar la votación. Finalmente, los republicanos volvieron a votar y optaron por el representante Mike Johnson para ser su quinto nominado, que deberá enfrentarse a una nueva votación a puerta cerrada para comprobar si obtendrá los apoyos necesarios en el pleno.
Sin presidente, la Cámara Baja no puede legislar. Eso incluye las leyes de gasto, como el paquete de unos 106.000 millones de dólares que Joe Biden solicitó la semana pasada en asistencia económica y militar a Ucrania (61.400 millones), Israel (14.300 millones) y Taiwán (7.400), así como para ayuda humanitaria (9.000 millones) y el refuerzo de la frontera sur (14.000 millones). El mandatario enmarcó esta petición en “las necesidades de la seguridad nacional estadounidense”, asegurando que es crucial defender a sus dos grandes socios en guerra, en un momento que considera “un punto de inflexión en la historia”.
Esta petición añade una nueva capa de urgencia al órgano legislativo, que tiene que aprobar unos presupuestos antes del próximo 17 de noviembre, cuando termina la prórroga aprobada hace casi un mes. Si no lo consiguen, las consecuencias serán catastróficas: un cierre de gobierno, que obligará a la Administración Pública a dejar de prestar servicios considerados “no esenciales”. En ese escenario, un millón y medio de funcionarios y otros dos millones de militares se verán privados temporalmente de su sueldo, numerosos programas sociales dejarán de funcionar y se suspenderán los pagos a empresas que trabajan para el gobierno, entre otras consecuencias.
Para evitarlo, el primer paso es ponerse de acuerdo con la elección de un speaker, tercera autoridad del país y segunda en la línea de sucesión del presidente. Este proceso siempre había sido ceremonial –en la sesión inaugural de la legislatura, el partido mayoritario nominaba a su líder en una única votación–; sin embargo, las divisiones internas del partido republicano, y especialmente la intransigencia del ala dura, han convertido la Cámara Baja en una concatenación de sucesos caóticos.
Nadie al mando: fracasan Steve Scalise y Jim Jordan
McCarthy fue destituido el pasado 3 de octubre después de haberse servido de los votos demócratas para sortear el bloqueo del sector ultraderechista y aprobar la prórroga presupuestaria que evitó el cierre de la administración. El ala dura de su partido, el Freedom Caucus, pedía recortes masivos y cortar de raíz la ayuda a Ucrania; dos demandas que, de ser aprobadas, tampoco hubieran tenido mucho futuro, puesto que las leyes de gasto necesitan la aprobación del Senado, demócrata, y la ratificación del presidente, Biden.
Así, los republicanos más ultras rechazaron todas las propuestas de McCarthy, que incluían recortes menores, y este finalmente tendió la mano a los demócratas para aprobar una prórroga y ganar tiempo. Fue la última votación que presidió, pues le valió la moción de censura de su propio partido, impulsada por Matt Gaetz, que supuso la primera destitución de un presidente de la Cámara Baja a manos de los suyos en la historia de EEUU.
Desde entonces, las divisiones entre los republicanos no han hecho más que aflorar. En una reunión a puerta cerrada, primero nominaron al número dos de McCarthy, Steve Scalise, pero este ni siquiera se presentó ante el Congreso a sabiendas de que no tenía los votos necesarios, por la oposición del sector ultra. Después, el partido eligió a Jim Jordan, uno de los líderes del Freedom Caucus y candidato predilecto de Donald Trump. Pero su elección, que sí fue llevada a votación, fracasó –hasta tres veces– por el rechazo del sector más moderado, que lo considera demasiado radical para presidir una institución que debería representar a todos los estadounidenses.
En el nuevo asalto celebrado esta semana, Emmer era el favorito. A sus 62 años, se enfrentaba a otros ocho candidatos, de los que la inmensa mayoría –siete de nueve–coinciden en su apoyo ciego a Donald Trump y votaron en contra de certificar la victoria de Biden en 2020. Emmer representaba junto a Austin Scott al sector más conciliador del partido y es aliado de McCarthy, pero como se temía, se encontró finalmente con la falta de apoyo del sector ultra de la formación, que lo tacha de tibio por no haber apoyado a Trump en 2020.
¿Un posible acuerdo?
“Esto parece un grupo de estudiantes de décimo grado tratando de elegir al delegado de la clase, y dañará a nuestro partido a largo plazo”, lamentó el exgobernador Chris Christie de Nueva Jersey, uno de los contendientes de Donald Trump en las primarias republicanas. “Va a ser muy difícil argumentar que el pueblo estadounidense debería entregar la presidencia a los republicanos cuando ni siquiera podemos elegir a un portavoz”, dijo.
En estos momentos, los republicanos se encuentran en un callejón sin salida en el que ellos mismos se han metido. Para lograr la mayoría, un candidato a presidir la Cámara de Representantes debe obtener 217 votos a favor (en el caso de que estén todos los congresistas presentes en la sesión), y los republicanos cuentan con 221 escaños, por lo que basta con que cinco se opongan para que la votación no sea exitosa. En cada uno de sus tres intentos, Jordan recibió más votos en contra que en el anterior, y después de ser rechazado el viernes por 25 republicanos, el partido decidió cerrar esa puerta para buscar a otro candidato.
Por su parte, en todas las ocasiones, los demócratas han votado de manera unánime al líder de su partido, Hakeem Jeffries, escenificando su unidad y las divisiones internas de los republicanos. Una de las salidas a la situación actual sería un pacto entre el sector llamado “moderado” de los republicanos y de los demócratas, que ya se han puesto de acuerdo en varias ocasiones a lo largo de la legislatura –la última de ellas, para aprobar la prórroga de presupuestos.
Sin embargo, los demócratas, que valoran ese escenario, exigirán una serie de concesiones, como por ejemplo un puesto en la Comisión de Normas, en estos momentos dominada por los republicanos, que decide qué leyes se pueden llevar a votación en la Cámara Baja. Una solución que, aunque serviría para reanudar la actividad legislativa, sería considerada como una derrota por parte de los republicanos, incapaces de ponerse de acuerdo entre ellos.
Nueve candidatos y cada vez más divisiones
Los republicanos han encarado una nueva semana decisiva con más dudas que certezas. Este martes eligieron, primero a Emmer y luego a Johnson, a puerta cerrada y volverán a llevar su elección a la sesión conjunta. Sin embargo, el consenso cada vez es más difícil: en la última semana han proliferado hasta nueve candidatos a speaker, que han debilitado la posibilidad de que uno se lleve todos los votos.
Entre ellos se encuentra también Austin Scott, el otro candidato que escapa al apoyo a Trump. De 52 años, se presenta como una opción parecida a la de Emmer a nivel ideológico, incluso más centrista, por lo que difícilmente obtendría el apoyo de los congresistas ultras, a quienes tachó de “estafadores” tras la destitución de McCarthy.
Por su parte, los miembros del Freedom Caucus parecen tener claro a su favorito: Byron Donalds, de 44 años, que se encuentra en su segunda legislatura desde que fue elegido en 2020. Durante la elección de McCarthy en enero, se presentó como su alternativa y llegó a recibir hasta 20 votos de los republicanos díscolos, que finalmente eligieron a McCarthy tras sus concesiones. Entre los demás candidatos, con menos opciones, se encuentran Kevin Hern, jefe del Comité de Estudio Republicano, Gary Palmer, jefe del Comité de Políticas Republicanas, o Jack Bergman, exmilitar de 76 años. Así hasta nueve hombres, y ninguna mujer.