Turquía, en vilo ante un posible fin del conflicto con el PKK tras cuatro décadas de lucha

Parece que Turquía ha iniciado un proceso para que el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, conocido por su acrónimo PKK, cese su actividad armada y ponga fin a cuarenta años de conflicto. Se espera que en los próximos días, el líder del grupo armado, Abdullah Öcalan, haga un llamamiento a sus bases para que dejen las armas y se disuelva la organización.
“Creemos que será un llamado para iniciar un proceso a nivel legal y político, en lugar de resolver la cuestión kurda a través del conflicto y la violencia, que se ha prolongado hasta el día de hoy”, señaló a los medios Tülay Hatimogullari, colíder del partido prokurdo DEM, tercera fuerza en el Parlamento de Turquía.
La formación prokurda señaló que Öcalan hará su anuncio este mes, aunque no dio una fecha exacta. Medios locales especulan que podría ser el 15 de febrero, coincidiendo con el aniversario de la detención de Öcalan, encarcelado en una isla cerca de Estambul desde 1999.
El giro ultranacionalista
Para sorpresa de todos, este nuevo proceso está apoyado por el diputado Devlet Bahçeli, líder del partido ultranacionalista MHP y aliado en el hemiciclo del presidente Recep Tayyip Erdogan. Era habitual hasta hace unos meses que Bahçeli tildara al partido prokurdo DEM de “terrorista”, acusándolo de vínculos con el PKK –considerado terrorista por Turquía, la Unión Europea y Estados Unidos–.
Ahora, en cambio, saluda con un apretón de manos a los mismos diputados a los que amenazó. Un miembro del MHP visitó incluso una exposición artística sobre la memoria política y represión de los kurdos en Turquía, en un gesto que subraya el cambio de 180 grados de la formación ultranacionalista. “Si se levanta el aislamiento del líder terrorista, que venga y hable en el Parlamento. Que grite que el terrorismo ha terminado por completo y que su organización está disuelta”, señaló recientemente Bahçeli en un discurso en el hemiciclo.
El socio de Erdogan aseguró que si “se declara el fin del terrorismo”, Öcalan podría beneficiarse del “derecho a la esperanza”, es decir, ser liberado o ser puesto bajo arresto domiciliario, ya que pesa sobre él una condena a cadena perpetua. Sus palabras dieron pie a que el partido DEM solicitara visitar a Öcalan en la cárcel para tratar el asunto y romper así con su aislamiento, que se alarga desde hace una década, salvo contadas visitas de sus abogados y un familiar durante la pandemia. “Estoy dispuesto a tomar las medidas positivas necesarias y hacer el llamamiento requerido”, declaró en una nota tras la visita de la delegación prokurda y añadió que tiene la “competencia y determinación” para desarrollar el proceso.
Pese a su encarcelamiento, Abdullah Öcalan, de 75 años y conocido con el diminutivo de 'Apo', sigue liderando el PKK, organización que ha librado un conflicto contra las fuerzas turcas desde hace cuatro décadas y que ha dejado más de 40.000 muertos entre soldados, milicianos y civiles, aunque estos últimos representan la mayoría.
El conflicto –especialmente la guerra sucia del Estado durante la década de los 90– reforzó la marginación económica del sureste de Turquía, área de mayoría kurda, así como la presión contra instituciones y miembros de la sociedad civil por la sospecha de ser miembros de la guerrilla. El PKK se erige en representante de las reivindicaciones de la población kurda (una quinta parte de los 85 millones de habitantes de Turquía) y sus demandas han ido evolucionando desde la creación del movimiento: desde un estado independiente gobernado por los kurdos a posiciones más suaves y menos definidas como el reconocimiento de los derechos e identidad kurdas.
Mientras que el partido prokurdo DEM y Öcalan han acogido con agrado la invitación de Bahçeli, parece que en Qandil, los montes del Kurdistán iraquí donde se refugia gran parte del grupo armado, no ha sido tan bien recibida. Uno de los líderes y cofundador del PKK, Murat Karayilan, ha advertido que no cesarán su actividad armada hasta que Öcalan en persona se reúna con ellos y se establezcan ciertas garantías.
“Ni aunque fuera por videollamada. Öcalan tiene que hablar con libertad. Si no lo hace en persona, ¿cómo se puede convencer (a los combatientes del PKK) que dejen las armas?”, declaró Karayilan en una entrevista con el canal Sterk TV, emisora cercana a la guerrilla. “¿Cómo podemos discutir la cuestión del desarme sin un alto el fuego?”, agregó. Su intervención ha provocado la duda de si Öcalan, considerado por DEM la “llave” para resolver el conflicto, sigue teniendo influencia sobre los combatientes tras pasar un cuarto de siglo encarcelado.
El líder del movimiento kurdo
“Öcalan es el líder del PKK, pero también es el líder del movimiento kurdo en general. En las últimas décadas se construyó su figura de liderazgo dentro del movimiento y se fue mitificando conforme se intensificó el conflicto”, explica a elDiario.es Baris Tugrul, sociólogo de la Universidad de Hacettepe que estudia la historia del movimiento kurdo.
“El PKK tiene un comité ejecutivo y, anteriormente, cuando Öcalan pidió a la organización que retirara parte de sus contingentes fuera de un lugar, les hicieron caso, pero luego pararon. Cuando difieren de Öcalan, dicen que el líder se encuentra bajo unas condiciones restringidas por su aislamiento, que no tiene libertad, por lo que no puede tomar decisiones sanas”, describe. El sociólogo remarca que en la situación actual es difícil saber qué condiciones impone cada parte, aunque cree que el Gobierno está en contacto con todos, más allá del líder encarcelado.
“Öcalan tiene el poder para hacer la llamada. Nosotros solo somos un partido político que hace política democrática y aboga por solucionar los problemas mediante el diálogo en el Parlamento. No somos un grupo armado, por lo tanto, si pedimos que dejen las armas, nadie nos haría caso”, explica a elDiario.es Tuncer Bakirhan, colíder del partido DEM. “El movimiento kurdo se debe imaginar como una estructura holística. Öcalan es el líder de un grupo armado, pero también es el líder de un movimiento. Es una estructura con diferentes pilares y Öcalan se sitúa en lo más alto. Él conoce la región y su situación”, asegura.
Bakirhan advierte de que es necesario un proceso democrático que acompañe el cese de la actividad del PKK y resuelva “la cuestión kurda” de derechos e identidad de esta minoría étnica. Sin embargo, admite que por el momento el diálogo es entre “el Gobierno e Imrali”, en alusión a la isla donde está encarcelado Öcalan.
“Esto ocurre porque se trata la situación como una cuestión de terrorismo, centrando el conflicto en Öcalan, se niega que en Turquía exista un problema kurdo”, explica a elDiario.es Hamit Bozarslan, historiador y analista político.
El proceso no ha frenado por el momento la presión de las autoridades sobre partidos opositores, periodistas y miembros de la sociedad civil. Al menos diez alcaldías (ocho del partido DEM y dos del partido opositor socialdemócrata CHP) han sido intervenidas por el Gobierno por supuestos vínculos terroristas. Mientras que desde principios de febrero, más de una decena de periodistas han sido detenidos.
“Mientras piden la entrega de armas, siguen bloqueando la política democrática”, declaró Ahmet Türk, veterano político kurdo cuya alcaldía ha sido intervenida en tres ocasiones por el Estado. “Pero siempre he creído que sería un error arrinconarse ante la intimidación y no reconocer una oportunidad para la paz”, añadió Türk, que participa en la delegación del partido DEM en las visitas a Öcalan y los contactos con los partidos del Parlamento.
Türk también fue partícipe del proceso de paz frustrado hace una década (2012-2015), cuya ruptura provocó una ofensiva de las fuerzas armadas contra el PKK en el sureste del país, con más de 7.000 muertos, entre ellos cerca de 1.000 civiles. En el proceso de paz anterior se formaron comités para consultar a la población y, a diferencia del actual, el diálogo político era más amplio, se permitió la proliferación de más publicaciones en kurdo e, incluso, una suerte de proyecto de escuelas infantiles en las dos lenguas.
¿Un proceso de paz?
“El actor legal del movimiento kurdo, el partido DEM, busca unas bases sobre las que poder negociar un proceso más amplio, que no se reduzca al desarme, pero Erdogan quiere el desarme del PKK y nada más”, señala Tugrul, experto en la historia de la organización. “Pero incluso el desarme requiere unas condiciones técnicas. Digamos, la movilización de contingentes del PKK, su reintegración en la sociedad. Aunque sea más técnico, se tiene que convertir en un proceso”, describe.
Por el momento, el diálogo actual tampoco contempla la liberación de los antiguos líderes del partido DEM, Selahattin Demirtas y Fiden Yüksedag, encarcelados desde noviembre de 2016 por varias causas relacionadas con el terrorismo. Desde prisión, Demirtas señaló en una carta su apoyo total al cese del conflicto y a seguir los pasos de Öcalan, aunque advirtió que “la paz política solo será duradera si genera paz social”.
“El problema es que cuando se frustró el proceso de paz en 2015 muchos combatientes huyeron a Siria [donde apoyaron a las fuerzas kurdosirias]. Entonces el paradigma de la cuestión kurda es diferente ahora, ya no es tan nacional, es una cuestión regional, incluso internacional porque involucra a otros países como EEUU y Rusia”, señala Tugrul.
Los cambios regionales que ha provocado la guerra en Gaza y la caída el pasado diciembre del régimen de Bashar Al Asad en Siria podrían haber impulsado al Gobierno de Erdogan a negociar el fin del conflicto con el PKK. En el noreste de Siria, las Fuerzas Democráticas Sirias (en su mayoría milicias kurdas), siguen enfrentándose con facciones armadas apoyadas por Ankara y enfrentadas con Damasco sobre su futuro en el país, después de más de una década de conflicto.
El Gobierno de Erdogan ha reiterado que no permitirá que las milicias kurdosirias controlen su lado de la frontera, ya que las considera una rama del PKK. “Es un proceso tan diferente. La situación en Líbano no es la misma, Irán ha perdido poder [en la zona]. Siria ha cambiado. Turquía quiere resolver sus propios problemas para convertirse en una potencia regional”, explica Bakirhan, colíder del DEM.
“No se puede apuntar con armas a los kurdos en Kobane (Siria) y hablar de paz en Turquía”, señaló en el Parlamento la vicepresidenta de DEM, Gulistan Kiliç Koçyigit. Sin embargo, Ankara nunca olvida la perspectiva nacional de los asuntos. Si bien el proceso podría contribuir a la estabilidad regional, el cese del conflicto con el PKK también podría acabar brindando apoyo a Erdogan en las urnas –el voto kurdo ha sido clave en la última década–, lo cual le permitiría el cambio constitucional necesario para perpetuarse en el poder.
“La cuestión kurda es compleja, debe abordarse desde las dinámicas internas de Turquía, pero también regionales”, señaló Koçyigit. Un aspecto que no está claro, de momento, es qué obtendrán los kurdos en este proceso. Una encuesta del centro de estudios SAMER realizada en el sureste del país y en las ciudades turcas con más presencia de población kurda, señala que menos de un tercio de la población espera que el actual diálogo derive en un proceso de paz.
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