La ultraderecha no gana en Brandeburgo, pero se afianza en el este: qué significan los resultados en Alemania
“Nuestro objetivo desde el principio fue impedir que Brandeburgo quedará marcado con un sello marrón”. Las palabras de Dietmar Woidke en su discurso tras la victoria en las elecciones regionales expresa la satisfacción de un objetivo cumplido: haber evitado el triunfo de Alternative für Deutschland (AfD), la derecha radical alemana. Sin embargo, la fuerza ultraderechista no sólo obtuvo el segundo lugar en estas elecciones, sino que también fue la más votada en vastos sectores de la sociedad, como los jóvenes, los trabajadores y los sectores rurales. Tendencias que se observaron en las regionales de inicios de mes en otras regiones del Este y que demuestran que en la actualidad AfD es el partido político más relevante en los territorios de la exRDA.
El 29,2% obtenido ayer por AfD se ubica entre los tres mejores resultados históricos del partido. Le anteceden el segundo puesto en Sajonia (30,6%) y el primer puesto en Turingia (32,8%). De hecho, en el resto de las regiones del este las encuestas indican una intención de voto también cercana al 30%. Ningún otro partido consigue esos números en toda la región. Y si bien esto se debe a varias razones es posible identificar tres que son fundamentales.
Miedo, enfado y frustración
Los partidos de la derecha radical en todo el mundo se caracterizan por su capacidad para capitalizar el descontento. AfD no es la excepción y en el este de Alemania encuentra un terreno fértil para su discurso. La frustración en amplios sectores se refleja en un dato contundente: entre el 67% y el 75% del electorado en el este se siente ciudadano de segunda clase.
La desigualdad entre la vieja RDA y el oeste del país sigue presente 33 años después de la Reunificación. Un aspecto que no sólo se observa en lo material, donde por el mismo trabajo en el este se gana un 25% menos, según la Oficina Federal de Estadísticas, sino que también se refleja en la conformación de las élites.
Es decir, en los puestos relevantes de toma de decisiones, ya sea en el sector público como en el privado, las personas nacidas en el este están infrarrepresentadas. La ultraderecha se adueña de esta sentimiento de injusticia y en su discurso ofrece la construcción tengo un culpable: el resto de los partidos que le da la espalda al pueblo. Ejemplo de este discurso populista de manual son las palabras de Alice Weidel, jefa de AfD a nivel federal: “Existen dos partidos: AfD y los otros”.
La segunda razón que potencia a la ultraderecha es el miedo. Con la narrativa polarizante se construye además un escenario de decadencia moral definido por el componente nativista. Es decir, la situación de desigualdad se debe a la presencia de un “otro social”, en este caso, los migrantes y refugiados. AfD sostiene que los recursos son empleados en estos últimos, postergando así a los nativos. La creación de esta competencia ficticia fomenta la xenofobia y profundiza la incertidumbre: “¿Podré mantener mi nivel de vida?”. El 75% de los votantes con un ingreso de hasta 1.500 euros se preocupa seriamente de que en el futuro su situación empeore. Un dato que explica en cierta manera que AfD haya sostenido en las elecciones de Brandenburgo el 46% de los votos de quienes viven una mala situación económica.
El último factor se relaciona con el rechazo hacia el gobierno federal de socialdemócratas, liberales (FDP) y verdes (Bündnis 90/die Grünen), liderado por Olaf Scholz. Su popularidad es la más baja desde que se mide el dato en Alemania. Y la situación es tan evidente que el propio Woidke le pidió al canciller no aparecer en la región durante la campaña. De hecho, la estrategia le dio resultado, lo cual deja dudas sobre si Scholz realmente se beneficia del mismo o se termina de ganar el estigma de lastre político. En cualquier caso, las tres elecciones regionales de este mes marcaron que el voto a AfD se conecta con la necesidad de castigar y enviar un mensaje a Berlín.
No todo es inmigración
Pese a ocupar un lugar muy importante en la agenda mediática, en el caso de Brandeburgo, el tema de la inmigración no fue el más importante para la decisión del voto. La seguridad social y el desarrollo económico quedaron por delante. La configuración de esa agenda le permitió a la socialdemocracia explotar un discurso más cercano a sus valores históricos. La obsesión de algunos partidos y de ciertos líderes de concentrarse exclusivamente en los temas que beneficia al crecimiento de la derecha radical, como es la discusión sobre la inmigración, es un error. La estrategia de integrar el discurso ultraderechista para neutralizarlo no funciona. Por el contrario, normaliza la agenda de la derecha radical.
Y esta dinámica queda en evidencia en el caso de nuevo partido alemán denominado Bündnis Sahra Wagenknecht (BSW). Esta fuerza proveniente de una escisión de la izquierda poscomunista ha conseguido buenos resultados en su debut electoral. En el momento de su fundación se hablaba de su utilidad para frenar a la ultraderecha ya que ofrecía un discurso populista pero desde otro lugar del espectro politico. Los datos de las tres elecciones regionales indican lo contrario. Cuando se observa el trasvase electoral entre partidos, los mayores perjudicados del surgimiento de (BSW) son las formaciones de izquierda: SPD y die Linke. Los votos provenientes del caudal de la derecha radical representan una porción menor en la construcción del electorado de esta nueva izquierda.
Posiblemente la incapacidad de BSW de debilitar a la ultraderecha se deba a que su agenda se solapa con la de esta última. En cuestiones de justicia social o de distribución de la riqueza el partido de Wagenknecht representa en gran medida las típicas posiciones de izquierdas, pero en relación a la política migratoria y la política exterior el parecido con AfD es sorprendente. Frases como “ya no hay más espacio” de la líder de BSW no son una excepción en su discurso. A lo anterior se agrega su rechazo a la posición del gobierno en contra de la invasión rusa a Ucrania. Ella exige el fin de las sanciones y la reconstrucción de la relación con el Gobierno de Putin. Una demanda que comparte con la derecha radical.
La mitad de los votos a BSW en las elecciones de Brandeburgo estuvo atada a estos dos últimos puntos, dejando en un papel secundario a las cuestiones sociales. En este sentido, el discurso de su líder contribuye a la normalización de la agenda de la ultraderecha y con ello termina por fortalecerla.
¿El futuro de Alemania?
En medio del júbilo y de cantos abiertamente racistas del público presente, el candidato de AfD aseguraba ayer en Brandeburgo: “Somos el partido del futuro”. Se refería a un dato presente en cada una de las tres selecciones en el este: los jóvenes de entre 16 y 24 años votan mayoritariamente a la ultraderecha. Con una distancia de hasta 22 puntos respecto de la segunda fuerza, AfD se ha adueñado de esta franja de edad.
Una de las variables que explica esta situación tiene que ver con la enorme capacidad de la ultraderecha para desenvolver una campaña digital, especialmente en las redes sociales para los más jóvenes. Los vídeos de TikTok del eurodiputado Maximilian Krah con mensajes xenófobos, ultranacionalistas y misóginos dirigidos mayormente a la manosfera juvenil han recibido millones de visualizaciones. Este tipo de contenido alcanza a un público objetivo que ya se ve afectado por problemáticas estructurales como la desigualdad entre regiones, la falta de oportunidades laborales y el fenómeno de la despoblación en los sectores rurales más alejados.
Sin embargo, TikTok no puede ser interpretado como una causa sino tal vez más bien como un medio. El analista Johannes Hillje pone el acento en una creciente cultura juvenil con ideas radicalizadas donde además del patriotismo extremo aparecen elementos como el de la masculinidad exacerbada o la identidad cultural homogénea.
En el caso de las elecciones de Brandeburgo la composición del electorado de AfD se contrapone a la de la socialdemocracia triunfante: mientras que la ultraderecha ganó en todas las franjas de edad por debajo de los 60 años, el SPD se impulso entre los mayores de 60. Algo similar sucedió en Turingia y Sajonia pero con la Unión Demócrata Cristiana (CDU).
Este escenario muestra que los partidos otrora mayoritarios que lideraban coaliciones y proponían un proyecto de país con diferencias ideológicas pero con bases democráticas están perdiendo apoyos de forma estructural en todos los territorios de Alemania del este. Y esta caída no es aprovechada por otros partidos democráticos sino que la gran beneficiada es la derecha radical.
AfD se puede considerar victoriosa desde varios puntos de vista. El crecimiento y consolidación del voto en diferentes franjas de edad construye la base para el futuro del partido, pero tal vez aún más importante su amplia presencia en los parlamentos regionales termina por condicionar la formación de mayorías y propicia una profunda inestabilidad política en las coaliciones. La incertidumbre que genera ese escenario es ideal para fortalecer su discurso de decadencia y falta de liderazgo para el país. O al menos para el este.
Las elecciones federales de 2025 darán la pauta y si estamos frente a un fenómeno regional o si, al igual que otros países de Europa, en Alemania la ultraderecha ha podido llegar al poder.
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