“Os queremos. Sois muy especiales”. Son las palabras que Trump dedicó a sus seguidores que asaltaron el Congreso, en un sitio que acabó con cuatro muertos. Minutos después, justificó lo ocurrido: “Esto es lo que pasa cuando se despoja tan descaradamente a grandes patriotas de una aplastante victoria electoral sagrada”.
Entre esos mensajes pedía también que los manifestantes se fueran a casa, que no usasen la violencia y que respetasen a las fuerzas de seguridad. Sin embargo, minutos antes del asalto, el presidente les lanzaba sus arengas en un mitin bajo el lema 'paren el robo': “Vamos a bajar por la avenida de Pensilvania [la calle que une el Congreso y la Casa Blanca en Washington] y vamos a ir al Capitolio. Vamos a ir y vamos a intentar dar a los republicanos débiles el orgullo y valentía que necesitan para recuperar nuestro país”.
Es un patrón que se ha repetido durante sus cuatro años de presidencia: cada vez que Trump ha condenado la violencia de la extrema derecha, lo ha hecho prácticamente después de desatar la indignación por declaraciones de apoyo a estos grupos. “Estados Unidos va a estar lidiando con las consecuencias de la presidencia de Trump durante la próxima década. Su gobierno fue un gran estímulo moral para la extrema derecha, incluyendo supremacistas blancos y neonazis. Este es un período oscuro en la historia americana”, señala a elDiario.es Colin Clarke, analista del think tank The Soufan Center, especializado en asuntos de extrema derecha. “Lo que vimos ayer fue la culminación de cuatro años de mentiras, provocaciones racistas y matonismo por parte del presidente. Sus facilitadores y seguidores tiene buena parte de la culpa”, añade.
En febrero de 2017, el Ayuntamiento de Charlottesville, en Virginia, votó a favor de retirar una estatua del general confederado Robert E. Lee. Meses después, en agosto, neonazis y otros grupos de extrema derecha organizaron una manifestación para protestar contra la retirada de la estatua. Se produjeron enfrentamientos con contramanifestantes, y un supremacista blanco atropelló y mató a Heather Heyer.
“Había muy buena gente en ambos lados. Había gente en esa marcha, y yo lo vi anoche, que protestaban de forma tranquila”, afirmó el presidente después del incidente. Pero lo que pasó la noche anterior fue una marcha neonazi con antorchas en la que sus miembros hacían el saludo nazi y gritaban “no nos reemplazaréis”, “white lives matter”, “un pueblo, una nación, acabar con la inmigración”.
Tras la indignación por su respuesta inicial, Trump hizo unas declaraciones más duras condenando el racismo y a los nacionalistas blancos. “El racismo es malo y aquellos que causan violencia en su nombre son criminales”, señaló, calificando también de “repugnantes” al KKK y a los neonazis.
Mensaje de ánimo a los Proud Boys
Otro momento impactante se dio en el debate presidencial con Joe Biden en septiembre cuando el moderador, Chris Wallace, le pidió condenar a los supremacistas blancos. “Claro, estoy dispuesto a hacerlo, pero diría que prácticamente todo lo que veo es de la izquierda, no de la derecha”. Ante la insistencia de Biden y de Wallace, todo lo que pudo decir el presidente fue: “Proud Boys, retrocedan y aguarden”.
Los Proud Boys son un grupo violento de extrema derecha creado meses antes de las elecciones de 2016. “Aunque los detalles son secretos, las reuniones habitualmente consisten en beber, pelearse y recitar en alto 'The Death of the West' de Patrick Buchanan”, contaba su fundador, Gavin McInnes, en un artículo en el que presentaba al grupo. El subtítulo del libro lo muestra sus ideas: “cómo poblaciones moribundas e invasiones migratorias ponen en peligro nuestro país y civilización”. El FBI lo clasificó en 2018 como un “grupo extremista con vínculos con el supremacismo blanco”.
Rita Katz, directora de SITE Intelligence Group, dedicado a rastrear grupos terroristas y de extrema derecha, afirmó a The Washignton Post que Trump había “legitimado” a los Proud Boys. “La celebración es increíble. En mis 20 años estudiando terrorismo y extremismo nunca pensé que vería algo así de un presidente de EEUU”. Como es habitual, tras la irritación, el presidente hizo otras declaraciones matizando sus palabras: “No sé quiénes son los Proud Boys, pero solo les puedo decir que paren y que dejen a las autoridades hacer su trabajo”.
Entre una y otra polémica, ha habido muchas otras declaraciones en las que el presidente se ha negado a condenar, ha justificado e incluso ha celebrado las acciones de grupos ultras.
El 1 de mayo se celebró en Michigan la “marcha patriota americana”, en la que manifestantes, muchos de ellos armados, entraron dentro del Congreso estatal para protestar contra las medidas de confinamiento. “Son muy buena gente, pero están enfadados. Quieren volver a recuperar sus vidas de forma segura”, afirmó Trump tras la irrupción en el Capitolio. Unos días antes, un periodista le preguntó al presidente si aconsejaba a estos manifestantes escuchar a las autoridades locales, a lo que Trump contestó: “Creo que me están escuchando a mí. Parece que les gusto y respetan esta opinión”.
Meses después de su llamada a “liberar” Michigan, el FBI desbarató un plan de un grupo ultra para secuestrar a la gobernadora del estado. “Cuando nuestros líderes se reúnen, envalentonan o fraternizan con terroristas domésticos, legitiman sus acciones y son cómplices”, denunció la gobernadora demócrata Gretchen Whitmer.
Su actitud con estos grupos choca con la intransigencia que mostró el presidente con las protestas contra el racismo desencadenadas por el asesinato de George Floyd a manos de la policía. El presidente volvó a desatar la polémica con su frase: “Cuando empiezan los saqueos, empiezan los disparos”. Posteriormente, Trump aclaró que escribió la frase como “un hecho” y no como “una declaración”. “Los saqueos llevan a tiroteos”, dijo. Sin embargo, tal y como informaron medios locales, la frase fue acuñada en los años 60 por el jefe de la Policía de Miami, cuyas acciones provocaron malestar racial y disturbios“.
En el marco de las protestas raciales, Trump defendió a Kyle Rittenhouse, un joven de 17 años seguidor del presidente que se presentó con un fusil de asalto en las marchas de Kenosha, en Wisconsin, y que acabó matando a dos personas. Rittenhouse acudió desde Illinois respondiendo a la llamada de algunos grupos en internet que pedían movilización para poner orden en los disturbios. “Estaba intentando escapar de ellos. Entonces se cayó y le atacaron muy violentamente. Creo que estaba en verdaderos problemas. Probablemente le habrían matado”, afirmó el presidente.
Rittenhouse está en libertad tras pagar una fianza de 2 millones de dólares que ha conseguido en parte gracias a donantes y este martes se declaró no culpable de todos los cargos. El joven está acusado de asesinato.
El presidente también ha evitado por todos los medios condenar la teoría de la conspiración QAnon: “No sé mucho del movimiento más allá de que les gusto mucho, lo cual aprecio. Es gente a la que no le gusta lo que está pasando en lugares como Portland, Chicago y Nueva York [protestas] y he escuchado que son gente que aman nuestro país”. A pesar de las afirmaciones de Trump, esta teoría de la conspiración está relacionada con varios actos violentos y el FBI la ha calificado como una potencial amenaza interna. Por su parte, el centro antiterrorista de la academia militar de West Point lo ha descrito como “un nuevo desafío a la seguridad pública”.
Desde su llegada al poder, Trump ha estado apoyado por racistas y neonazis. En 2016, una publicación relacionada con el Ku Klux Klan mostró su apoyo al presidente. La campaña del presidente rechazó en público ese apoyo. Poco después de ganar las elecciones, nacionalistas blancos se reunieron en Washington para celebrar la victoria de Trump haciendo el saludo nazi y bajo gritos de “hail Trump, hail our people, hail victory” (arriba Trump, arriba nuestro pueblo, arriba la victoria).