Hay algo de patético en Molenbeek, la comuna de Bruselas cuya plaza central está literalmente tomada por las unidades móviles de televisión con reporteros en busca de una explicación, sin encontrarla, de por qué este distrito es un granero de combatientes de ISIS. “Aquí hay pobreza y desempleo, pero junto a ISIS combate una treintena de molenbeekois de casi 500 belgas que se han enrolado”, confía un portavoz municipal antes de un encuentro de casi una hora con la alcaldesa comunal, Françoise Schepmans.
Schepmans recibe a eldiario.es y a Le Soir en su despacho completamente agotada. “La influencia del radicalismo en el distrito no es nueva, sino que tiene unos diez años”, evoca la liberal Schepmans (Movimiento Reformador) recordando no solo a los estos días muy citados Mehdi Nemmouche (matanza del museo judío de Bruselas), Amedy Coulibaly (que asaltó un supermercado kosher coordinado con los terroristas de Charlie Hebdo) o los autores del 11-M. Pero igualmente al jeque Bassam Ayachi, con largo historial yihadista y fugado a Siria en 2013. “La cuestión religiosa en el espacio público es inevitable, pero llevamos tiempo advirtiendo que la delincuencia y la radicalización van de la mano”, sostiene.
El cierre por tráfico de estupefacientes exactamente nueve días antes de los atentados de un local regentado por Brahim Abdeslam, que se inmoló con explosivos en el bar Comptoir Voltaire de París el fatídico viernes 13, da una pista de la iniciativa que planean el Gobierno federal de Bélgica con la Comuna de Molenbeek. “Un juzgado pluridisciplinar” que sirva de referencia para la pequeña delincuencia que “trapichea con drogas y contrabandea”, confía la alcaldesa.
Bruselas, con diferencia la región más pobre de las tres de Bélgica (junto a Valonia y Flandes), posee una tasa de paro que roza el 20%; la tradicional inmigración, que acogió en los años cincuenta a turcos e italianos y a marroquíes a partir de los sesenta, la tendencia al gueto (sin llegar a los extremos que se ven en París o Marsella) y la posindustrialización han provocado que uno de cada tres ciudadanos de fuera de la UE en Bruselas esté en paro, según el Barómetro de la Pobreza publicado a finales de octubre.
El menudeo de drogas está relativamente tolerado y el olor a marihuana es normal en las calles de Bruselas, una ciudad también permisiva con la prostitución. La tasa de desempleo en Molenbeek (100.000 habitantes), casi del 40%, sitúa a la comuna a la par con las peores provincias españolas. La capital europea tiene un paro récord en toda la zona (ni siquiera las zonas deprimidas de Picardía o el Norte franceses se acercan) y una desigualdad rampante: de acuerdo con el reciente Barómetro, “hay una sobrerrepresentación de personas muy y pobremente cualificadas”. Eurócratas e inmigrantes adolescentes en paro de cuarta generación en pocos kilómetros a la redonda.
“Se trata de tomar contacto previamente con los jóvenes más influenciables para evitar que descarrilen”, explica Françoise Schepmans, para quien es imprescindible “actuar sobre el terreno”. Por eso la alcaldesa prefirió no recoger ese guante casi vejatorio que lanzó el ministro del Interior, el flamenco nacionalista Jan Jambon, al saberse de la enésima conexión de Molenbeek con el terrorismo en Europa (Jambon habló de “limpiar” la comuna) tras la tragedia del pasado viernes. En vez de responderle Schepmans aprovechó para dar la bienvenida a la llegada de más recursos federales.
Todo está de momento en marcha. “Además de la seguridad hay que actuar en la prevención, y para eso se está estudiando un Consejo Consultivo que se reúna regularmente y aborde problemas relacionados con el laicismo, el Ramadán, etcétera”. Según la burgomaestre, hay cuatro mezquitas “reconocidas” en Molenbeek “que pueden recibir financiación sin problemas”.
Las críticas de esta dirigente se han dirigido más a la “permisividad” con la que supuestamente actuó su predecesor, el histórico socialista Philippe Mouraux, alcalde de Molenbeek durante 20 años. Mouraux no ha respondido durante estos dos días a la llamada de este medio, pero en sus intervenciones siempre ha defendido que el yihadismo nace de la “frustración” y que por eso hay más integristas en este distrito. El socialista también ha dicho que en Molenbeek viven “proporcionalmente” más personas procedentes de países cuyos habitantes pueden verse más tentados que los de otros estados por el fundamentalismo.
Schepmans concluye afirmando que “cada día” aprende más con el Islam. “Hace años afirmé, y lo mantengo, que me gusta que Molenbeek se parezca a Marrakech. Pero no quiero que se convierta en Peshawar”, dice con relación a la ciudad paquistaní, ahora menos en los focos del integrismo desde la aparición del ISIS. Al salir la plaza mayor de la comuna sigue tomada por los medios de comunicación apostados enfrente de la vivienda de Mohamed Abdeslam, hermano mayor del terrorista suicida Brahim y de Saleh Abdeslam, participante en la matanza y la persona más buscada en Bélgica. Mohamed, alto cargo municipal durante el mandato de Mouraux, fue retenido 36 horas tras los atentados y liberado sin cargos el lunes. El martes pidió a su hermano Saleh “que se entregue”.