Amnistía Internacional (AI) ha podido comprobar de primera mano que el caso de Kartika no es un hecho aislado y que la flagelación es una práctica muy extendida en Malasia.
Según la ONG, más de 35.000 personas han sido flageladas en el país desde 2002. Los testimonios de varios presos se acompañan con las cicatrices provocadas por los latigazos, que muestran el grado de lesión infligido por esta forma de castigo.
Por este motivo, AI solicita al Gobierno malasio que amplié de forma indefinida después del Ramadán la suspensión de la flagelación otorgada a Kartika Sari Dewi Shukarno, condenada a seis golpes de vara por beber alcohol, y aproveche la oportunidad para abolir este castigo.
''La indignación que rodea el caso de Kartika destaca la necesidad de que el Gobierno malasio cese por completo la práctica de la flagelación'', ha manifestado el director del Programa para Asia y Oceanía de AI, Sam Zarifi.
''La flagelación se utiliza como castigo sobre todo para delitos relacionados con la inmigración''. Los extranjeros declarados culpables de entrar ilegalmente en el país normalmente son castigados con tres golpes de vara, aunque la Ley de Inmigración de Malasia permite hasta seis latigazos, afirma Amnistía.
En julio, una delegación de Amnistía Internacional viajó a Malasia y pudo acceder a tres centros de detención al sur de Kuala Lumpur. Allí pudo fotografiar a detenidos que, según afirmaron, habían sido flagelados mientras cumplían penas de prisión.
''Estas imágenes muestran la cruel realidad de esta pena. Decenas de miles de personas de Malasia han sido sometidas a esta cruel forma de castigo, sin que se le preste atención ni dentro ni fuera del país'' denuncia Zarifi y ''ahora que la cuestión de la flagelación ha saltado a la agenda internacional, ha llegado la hora de que el Gobierno malasio actúe de inmediato para librarse por completo de esta lacra'' concluye.