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El equipo de ingenieros que lleva ya una década trabajando en la Torre de Pisa ha confirmado que el emblemático edificio está por fin estable. La torre, que empezó a inclinarse durante su construcción en el siglo XII, corría serio peligro de derrumbarse, y dejó de poder visitarse durante once años por motivos de seguridad. Al conocerse los primeros éxitos de los trabajos (se logró corregir la trayectoria de la inclinación en 45 centímetros), las autoridades permitieron visitarla de nuevo.

Entre las propuestas más curiosas para salvarla figuró un proyecto chino de construir una réplica en el lado opuesto que la mantuviera, y otra de taladrar 10.000 hoyos en la torre para que perdiera peso.

Los primeros intentos de impedir la inclinación causaron un desplazamiento de 2mm en una sola noche, es decir, el doble de lo que se mueve en un año. En 1995 se inyectó nitrógeno líquido en la tierra para que se congelara y la mantuviera quieta, pero la inclinación continuó aumentando.

La solución ganadora fue la más simple: un equipo de arquitectos e ingenieros liderados por el polaco Michele Jamiolkowski descubrió que la torre está construida sobre un terreno arenoso que no tiene aguas subterráneas. De esta manera, si excavaban gradualmente los alrededores de los cimientos, la inclinación se corregiría sin necesidad de desmantelar el monumento.