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¡Y 53 días después, vuelve el Congreso!
Todo tiene su explicación. Los periodos legislativos parlamentarios van de febrero a junio, y de septiembre a diciembre. Según los veteranos del Congreso, se legisló así por dos motivos: uno, porque las comisiones tienen que ultimar los temas que vayan a los plenos y necesitan tiempo. El otro argumento es que los diputados son elegidos por circunscripciones provinciales y deben “hacer territorio” en estos periodos de vacacionales parlamentarias.
Se puso un parche en la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, que obligaba a celebrar un pleno de carácter ordinario y con sesión de control incluida los meses de enero y julio. Además de las correspondientes Diputaciones Permanentes y las comisiones que se convocaran. Pero, todo ello, en un periodo no legislativo.
Salvo ese trámite, que fue el pleno que se celebró en enero, todo quedó igual que desde que empezó el periodo democrático en este país. Puede haber un diputado, o más de uno, que cobrando su sueldo íntegro en estos dos meses sólo haya asistido a dicho pleno en estos 53 días, lo que supone que desde el último del anterior periodo de sesiones (19 diciembre de 2013) no tengan que volver hasta este marte (11 de febrero). Dos días, no menos de 7.500 euros en este periodo (y no quiero hacer demagogia), son los datos.
Ese diputado que lleva casi dos meses sin aparecer -menos dos días- porque no es de la Diputación Permanente, ha tenido la suerte de que no le toque su comisión y, posiblemente, estará “haciendo territorio”. Pero eso no lo entienden los ciudadanos.
Jesús Posada, como antes lo intentó Federico Trillo, Luisa Fernanda Rudi, Manuel Marín o hasta el mismísmo José Bono quiere volver a intentar cambiar el reglamento del Congreso para paliar disparates como el actual. La experiencia es que todos los presidentes de la Cámara Baja se lo proponen, y todos fracasan.
Espero que Posada lo logre. No es de recibo que casi dos meses después 350 diputados cobren su sueldo por dos días, diez o veinte -entre los más trabajadores- pasándose por el Congreso de vez en cuando. Apuesto a que ninguno ha ido más, salvo para trabajar en su despacho con más comodidad.
La clase política es como la periodística, la abogacía, los arquitectos o los ceramistas. Hay de todo. Yo no quiero denigrarla. En todas hay caraduras, vagos, trabajadores, gente que se lo cree, que lucha por sus ideas, que pelea por los demás. Pero dos meses de vacaciones pagadas en pleno invierno, no son de recibo. Hay que cambiarlo. Más de 53 días al sol, y cobrando, no se entiende.
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