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El destino de los 80.000 árboles que murieron por Filomena: abono para el suelo o gas metano

800.000 árboles dañados y 80.000 irrecuperables. Los números del balance que hace el Ayuntamiento de Madrid un mes después de la gran nevada Filomena sobre el desastre arbóreo en la capital marean. La ferocidad con la que el temporal atacó a las especies todavía es visible en muchas calles, plazas y hasta colegios, donde permanecen amontonadas decenas de ramas a la espera de que alguien las recoja. En los parques históricos, donde los daños se multiplicaron, no hay montones sino montañas de hasta cuatro metros de altura. Cementerios improvisados de ejemplares que no resistieron, ahora despojos. Pero, ¿dónde va esa inmensa masa de madera? ¿Por qué se acumula? ¿Qué se hace con ella? ¿Pueden ayudar a revertir el cataclismo?

Los operarios del Ayuntamiento de Madrid y de las empresas contratadas de emergencia para revisar y recoger el arbolado caído han retirado 8.000 toneladas de restos, según últimos datos municipales, que pueden terminar trituradas y esparcidas en el suelo, convertidas en compost o en gas metano. Casi un mes después de Filomena, el desborde de los servicios públicos se ha trasladado de la calle a los vertederos donde acaba la basura de la capital y que ahora deben asumir un voluminoso extra.

“Esto no ha pasado en la vida. Hay caravana de camiones para entrar. El trasiego es constante”, cuenta un trabajador del vivero anexo a la planta de reciclaje de Migas Calientes, que asegura que la instalación está en marcha 24 horas al día. El rebosamiento ha obligado a utilizar instalaciones del vivero para almacenar la leña ya sometida a tratamiento. Lo que llega aquí se convierte en compost para ser devuelto al suelo en forma de abono. Es el fin deseable para estos miles de kilos de madera que ya no tienen vida: ayudar a volver a crearla.

Pero no todas las ramas de la ciudad terminan en Migas Calientes. El aparcamiento del Teleférico se ha convertido en una morgue improvisada donde se acumulan toneladas de árboles caídos en la Casa de Campo, el mayor parque de la ciudad con 1.700 hectáreas de monte mediterráneo. El Ayuntamiento de Madrid, ante el volumen, ha empezado a picar allí mismo las ramas con una biotrituradora. El resultado se utilizará para nutrir el mismo monte, según explicó el director de gestión del agua y zonas verdes, Francisco Muñoz a El País hace unos días.

Los jardineros municipales ya han visto poner en marcha la maquinaria, de momento una sola picadora, aunque el volumen por triturar es inmenso todavía. “Con lo que hemos visto, lo que hay apilado es solo un 10% de todo lo que se nos viene encima. Hemos intervenido solamente en un 15% del parque”, cifra Santiago López, jardinero veterano del Ayuntamiento de Madrid y delegado sindical de Comisiones Obreras.

Los técnicos que invierten ocho horas diarias en arreglar el desastre con mono, botas y tijeras de podar ven muy optimistas los tiempos marcados por el Ayuntamiento de Madrid: haber revisado en dos meses los casi dos millones de árboles de la capital. En la Casa de Campo, 400.000 árboles están severamente dañados, siete de cada diez. Esta semana se han reabierto algunos accesos al parque, como el de Lago. Las zonas más transitadas son las prioritarias para el área de Medio Ambiente y Movilidad. Eso deja para después el corazón del parque, donde llega menos gente, y que aún tiene zonas vírgenes de podas.

Controlar que los ciudadanos no entren a la Casa de Campo es mucho más complicado que vigilar el acceso a El Retiro, donde existe un vallado que permite cerrar físicamente la zona. En este otro pulmón verde de la ciudad, 11.000 de los 17.000 ejemplares sufren afecciones, según estimaciones del Ayuntamiento, que todavía no se atreve a poner fecha a la reapertura del parque. “Aquí no hemos empezado a talar nada. Estamos aún recogiendo lo que hay en el suelo y colgando. Es muchísimo”, explica una jardinera que prefiere no dar su nombre. El PSOE pide al Gobierno municipal un plan integral de rehabilitación para el parque con un comité de expertos. El grupo municipal calcula que será necesaria una inversión de cinco millones de euros.

Lo más complicado en El Retiro se concentra en el entorno del Palacio de Cristal, donde han empezado a trabajar solo hace unos días. Los jardineros asumen que el Consistorio abrirá zonas muy acotadas del parque en poco tiempo, como el acceso a la biblioteca pública Emilio Trías, que está en el interior del parque, cerca de los jardines de Cecilio Rodríguez. La plantilla municipal actúa solo en una mitad del recinto; la otra es responsabilidad de las contratas de limpieza y jardinería. El gremio, mermado, mantiene desde hace años un enfrentamiento abierto con el Ayuntamiento porque considera que sus recursos no se refuerzan y eso, dicen, les aboca a la desaparición.

La plantilla propia del Consistorio solo se ha reforzado en una persona en El Retiro y en dos en la Casa de Campo, según Comisiones Obreras, frente a los 3.500 operarios incorporados a través de empresas privadas para cumplir con el compromiso de revisar todo el arbolado de la ciudad en dos meses.

Los despojos se trasladan al vertedero del propio parque, cerca del vivero, y se vuelcan en unos grandes contenedores. En ocasiones mezclados con residuos de otro tipo, advierten los jardineros. “Vienen unos camiones de Acciona y se lo llevan, suponemos que a Valdemingómez. Para ir a Migas Calientes deben ser ramas más pequeñas”, explica la misma jardinera en conversación con este medio.

El área de Medio Ambiente y Movilidad confirma que una parte de los restos de árboles terminan en este gran vertedero con tres plantas (La Paloma, Las Dehesas y Las Lomas). “La que no se puede reutilizar”, acota una portavoz municipal. En Valdemingómez, los despojos pasan por la planta de biometanización, donde se mezclan con materia orgánica, calor y bacterias, explica Rafael Toribio, responsable de UGT de Plantas y Vertederos de Madrid. El proceso descompone la amalgama y la convierte en gas metano. Toribio señala que las cortezas de los pinos también pueden recibir un tratamiento aparte para cortarlas y depositarlas sobre los alcorques, los huecos en las aceras donde crecen los árboles urbanos, para evitar que crezca descontroladamente la hierba.

El colectivo Basurama, dedicado a investigar sobre los residuos en el ámbito de la cultura, ha propuesto al Ayuntamiento dar una segunda vida a los troncos de los árboles abatidos por Filomena: utilizarlos para crear estructuras de juego natural en colegios y escuelas infantiles.

Plazas, parques y coles con árboles caídos un mes después

Un buen número de calles de la capital -la corporación no precisa cuántas- siguen con las aceras empantanadas de ramas y troncos. En el barrio de Fuente del Berro, este viernes han pasado por primera vez operarios a recoger los árboles caídos cuando se cumple un mes de la gran nevada. Los han triturado in situ, cuenta Carmen, una vecina del barrio. Algunos patios de escuelas infantiles y colegios donde han volcado árboles continúan impracticables, como la guardería pública Fernando el Católico, en Chamberí, competencia directa del Consistorio.

El área de Medio Ambiente y Movilidad actualiza diariamente las zonas verdes que se van reabriendo. Un decreto firmado por el delegado Borja Carabante las cerró todas tras el temporal. Hoy quedan aún un porcentaje elevadísimo (el 90% en algunos distritos) donde el acceso sigue prohibido, incluidos parques infantiles ante las quejas de las familias porque no hay espacios públicos de juego para los menores en la ciudad. El Ayuntamiento contabiliza en el balance diario de reapertura también rotondas que tienen arbolado.

Solo la mitad de los distritos tiene parques de barrio abiertos, según los datos aportados por la portavoz municipal, Inmaculada Sanz, tras la Junta de Gobierno de este jueves. Con las plazas pasa lo mismo. En Centro, se han despejado once, entre ellas la de Pedro Zerolo (Chueca) o Nelson Mandela (Lavapiés).