La solidaridad vecinal que sostuvo a miles de familias en la primera embestida de la crisis económica causada por el coronavirus ya no puede empujarlas en esta segunda ola. Casi la mitad de las despensas autogestionadas por los vecinos que abrieron en la capital en la primavera han echado el cierre por falta de donaciones y de voluntarios, según datos de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid, actualizados a mediados de octubre. De las 57 que operaban en mayo, quedan 31 que han tenido que acotar su actividad a las familias en situación más desesperada y lidian cada semana con largas listas de espera.
El verano ha dado un pequeño respiro por el trabajo estacional, pero los voluntarios advierten de que la llegada del otoño y los temores resurgidos con la segunda ola colocan de nuevo a muchos vecinos que viven de la economía sumergida, de cuidados en muchos casos, en las colas del hambre. Cáritas Madrid también avisa de un aumento de demandantes en octubre.
“En los barrios vuelve a haber una situación muy jodida de hambre. No es fácil mantener el pulso. O se termina el dinero o se termina la gente”, aseguran desde la asociación de vecinos de Cuatro Caminos Tetuán, que gestiona la despensa de Bellas Vistas. El banco de alimentos atiende únicamente a 50 familias de las 366 que recogían cestas de comida antes del verano.
Entonces, la Junta de Distrito se comprometió por escrito a dar una respuesta a estos centenares de personas. Pero en estos meses, confirman en la asociación de vecinos, nadie les ha llamado. “Cuando petamos, porque no podíamos llegar a toda la gente que venía, enviamos al Ayuntamiento una relación de nombres y teléfonos pero no se han puesto en contacto y ahora nos dicen que las familias son las que tienen que llamar”, relata uno de los voluntarios.
La queja es transversal en las pocas despensas que siguen funcionando. La red de cuidados de Carabanchel se manifestó el jueves para denunciar que ocho meses después del estallido del coronavirus 400 personas siguen sin ser atendidas por los servicios sociales municipales. “Ayuntamiento, tu pasividad es su hambre”, decían los carteles de los vecinos que bajo la lluvia hicieron una pila de cestas como las que entregan cada semana a los usuarios.
La próxima semana habrá una concentración conjunta de las organizaciones sociales madrileñas frente a la sede del área de Familias, Igualdad y Bienestar Social, dirigida por Pepe Aniorte, de Ciudadanos. La convocatoria, el sábado 14 de noviembre, pide llevar platos vacíos como símbolo de que “Madrid pasa hambre”. “La respuesta a la emergencia alimentaria es una promesa que sigue sin materializarse, donde no existe ninguna apuesta institucional en la lucha por la erradicación de la pobreza, y de una Comunidad de Madrid que sigue agudizando la desigualdad social”, dicen los convocantes.
El Ayuntamiento prevé “un aumento de presión” en servicios sociales
El Ayuntamiento de Madrid cuenta con que habrá “un aumento de presión” en la atención social “ a lo largo de las próximas semanas” pero niega que los servicios estén desbordados. Los últimos datos de personas atendidas por la institución son del 31 de agosto: 220.000. “La situación está controlada. Las citas no se dan de un día para otro pero sí con relativa fluidez”, afirma un portavoz del área que dirige Aniorte, que ha incorporado un refuerzo de plantilla de 264 personas para descongestionar el embudo de peticiones.
La “tarjeta familias”, medida estrella del Ayuntamiento para desestigmatizar a las personas en situación de vulnerabilidad, lleva meses de retraso. Su puesta en marcha se anunció en septiembre. Hubo foto de la cúpula del Gobierno con el nuevo carné, pero dos meses después no ha llegado a las familias y tampoco hay plazo previsto. El concejal responsable aseguró en el último Pleno que ya se habían tramitado 1.300 solicitudes.
En los bancos de alimentos tienen otra percepción de la realidad. “¿Cómo es posible que el Ayuntamiento no se haya organizado si nosotros estamos haciendo lo que hacemos con 20 o 30 personas?”, se pregunta Aurora, de la despensa solidaria de Malasaña, donde 100 familias cada dos semanas van a recoger una cesta de alimentos y productos de higiene básica. En la primavera atendían a 300. “A la gente le podemos ayudar a quitar el hambre, pero no cubrimos ni de coña sus necesidades. Estamos resolviendo solo el problema más acuciante, que es que haya un plato de comida sobre la mesa”, manifiesta Ana del Rincón, de la asociación vecinal AVA de Aluche.
La red de cuidados montada en este barrio, de las más grandes de la capital, ayuda a 1.000 familias. Su organización, tras ocho meses de trabajo intenso, está muy profesionalizada. Tienen un camión cedido, un portapalés y 100 voluntarios divididos en 14 grupos de trabajo que funcionan de manera horizontal. Manejan unas 40 toneladas de alimentos al mes, explica Del Rincón . “Nosotros no queremos hacer esto y pedimos a las instituciones que se ocupen. En la emergencia más fuerte estuvimos ahí. Tenía sentido. Ahora que han pasado ocho meses, la gente se está pegando palizas y poniendo en riesgo su salud. Viene el frío y sobrevivir no es solo comer, es la calefacción, es seguir pagando el alquiler...”, añade.
Ninguno de los voluntarios imaginaron que una labor solidaria de emergencia fuera a mantenerse tantísimos meses. Ni tampoco que las estrecheces de las despensas les obligaran a seleccionar a las familias y poner a otras en lista de espera. “Si vienen personas cuya situación es muy urgente, damos un paquete de emergencia y valoramos. Es muy duro todo ese proceso, a veces lo ves como si fuera una película, desde fuera”, confiesa Aurora. “Recuerdo un día muy muy difícil, que llegué a casa y me puse a llorar porque vino una persona pidiendo que le guardáramos las maletas. Le habían echado de la habitación alquilada”, relata.
“En mi vida pensé que esto podría ocurrir. Somos una asociación de vecinos que en la crisis de 2008 dimos soporte a 28 familias. 28... lo pienso ahora que somos 1.000”, indica Del Barrio, cuya previsión es resistir con la despensa al menos hasta mayo. La asociación ahora está embarcada en un proceso de recolección de ordenadores y cables para donarlos a los alumnos y alumnas que no tienen recursos para tele-estudiar en casa.