Viviendas enladrilladas convertidas en nidos de palomas, basura por los suelos, boquetes en las paredes, barbacoas oxidadas en mitad de las plazas, cartones desgastados en las ventanas, colchones descompuestos y familias abandonadas por las instituciones se funden en una desesperanza de aquellos que llevan esperando una solución que nunca llega, que ya ni se espera, con la que han aprendido a convivir. “Llevo viviendo aquí 50 años, llegué aquí con apenas 10 meses y desde entonces este es mi hogar, pero es un infierno, un caos absoluto”, comenta una de las vecinas de la UVA de Hortaleza. Cerca del barrio de Manoteras, entre la A-1 y la Gran Vía de Hortaleza, se encuentra una de las Unidades Vecinales de Absorción, una de las grandes deudas pendientes de la ciudad y una de las últimas barriadas de Madrid.
Los domicilios apenas se logran sostener y los desperfectos generados por el curso del tiempo han sido apañados por los vecinos como han podido. Su creación, a principios de los 60, se planteó como una solución temporal para paliar el éxodo rural que se trasladó hacia la capital, a la que muchos trabajadores fueron por la alta oferta de empleo. También se convirtió en el hogar de muchas familias a las que el franquismo expropió sus casas para construir El Corte Inglés del Paseo de la Castellana, entre otros, y en el que viven 57 familias que llevan décadas esperando un realojo que nunca llega.
“Muchos de los que vivimos aquí llegamos hace décadas en busca de un futuro mejor, somos pobres y no tenemos reparo ninguno en decirlo, pero la esperanza que se nos pintó en un inicio se ha convertido en una tortura de la que no podemos salir, ¿qué vamos a hacer? ¿buscar un alquiler en Madrid? Sí, claro”, comenta irónico José, uno de los vecinos que, en un carro desgastado de cuadros verdes y rojos, lleva la compra de la semana. “Aquí nos han robado a todos yo creo, el otro día dejé unas cosas en la terraza para arreglar algo del salón y cuando salí ya se lo habían llevado”, finaliza desesperado.
“Somos de un barrio cualquiera, del quinto coño de Madrid, allí Dios se echó la siesta, pero no pudo dormir, el lunes hizo Hortaleza, y andaba algo colgao, cuando quiso echar cuentas, el metro se le ha olvidao”, narraba la canción de los Porretas titulada con el nombre del barrio. Tras bajarse de la serpiente de hierro en el andén y dirigirse a las escaleras que conducen a la salida, en el techo, se halla la frase “De los hijos de Paula Melero para los vecinos de nuestro barrio”, la firma del diseñador Javier Melero que siempre dedica sus obras a su madre y que diseñó el mural de la estación.
Fue en 2007 cuando Esperanza Aguirre la inauguró tras años de reclamaciones y protestas por parte de los vecinos al estar desconectados de la ciudad. A la hora de hacerse la foto con su flagrante creación, el ángulo elegido para la instantánea era el preciso para que la UVA del barrio no apareciese. Se encuentra a escasos pasos de la misma. La ruina de los vecinos abandonados volvió a ser olvidada.
En las infraviviendas siguen viviendo 57 familias que llevan más 60 años a la espera de que sus condiciones mejoren. En 1963, año en el que se puso en marcha las Unidades Vecinales de Absorción en Madrid, se indicaba que a la UVA de Hortaleza se le asignarían 51 viviendas y otras 70 disponibles. Sin embargo, poco después no solo no disponía de viviendas para absorber a la población chabolista emergente en la capital, sino tampoco para hacer frente a los casos más urgentes. Desde entonces, lo que iba a ser un parche temporal para ofrecer una solución a un momento excepcional se transformó en un caos perpetuo. Los vecinos, ahora sus hijos, llevan esperando décadas un realojo que no llega al tiempo que las condiciones de las viviendas siguen deteriorándose, la pintura y las paredes se caen mientras la esperanza del barrio apenas se sostiene.
“Mi hijo vive en una de las escasas remodelaciones que están ahí enfrente, tuvo suerte, pero el resto ya no esperamos nada, estamos abandonados, los que llegamos aquí hace mucho somos gente honrada que solo queríamos trabajar y tener una vivienda digna”, comenta una de las vecinas de la zona al tender la ropa en una de las cuerdas que ha atado entre una pared y otra. “¿Los políticos? Si nunca hacen nada, llevan prometiendo y prometiendo y aquí seguimos en la misma situación de miseria, ya no sé cómo van los plazos, ni cuándo dicen que esto cambiará, llevo escuchando lo mismo tantos años que sinceramente ya me da igual, hemos puesto reclamaciones, denuncias, pero cualquiera puede ver cómo está esto”, apunta.
“En el invierno esto es un caos, pero en verano es un infierno, el barrio está repleto de drogas y hay redadas cada dos por tres, aquí hay muchas viviendas que están desmanteladas y la gente se mete ahí a vivir, por las noches se hacen barbacoas u hogueras con mucho ruido. El otro día sin ir más lejos se plantaron aquí decenas y decenas de policías a las siete de la mañana para entrar en todos lados, a saber lo que encontraron, luego claro toda la basura se queda en la calle y esto se queda más asqueroso de lo que ya está de normal”, comenta un vecino que relata las largas noches en las que apenas puede conciliar el sueño. “Antes era más sutil, todos sabíamos que aquí había droga, pero no marcaba el día a día del barrio, pero ahora es un descontrol absoluto, no sé a qué punto podremos llegar”, concluye.
El distrito de Hortaleza presentó un nuevo proyecto presupuestario a finales del año pasado en el que se indica que para este curso aumentará la inversión en diferentes puntos de la zona entre los que se encuentra la UVA. “En este apartado también se incluyen los Planes Integrales de Barrio con la inversión de 555.000 euros en 10 líneas de actuación en diferentes puntos de Manoteras y la UVA de Hortaleza para desarrollar proyectos de integración social, refuerzo educativo e inclusión, accesibilidad, campamentos urbanos o mediación escolar”, explicó la Junta Municipal que asegura que se aumentará un 7,58% la inversión en todo el distrito respecto al pasado año.
En mitad del infierno y la pobreza de la UVA se encuentra la iglesia de San Martín de Porres, construida en 1965, poco después de la creación de las viviendas, con las vidrieras resquebrajadas y con una torre representativa. “Puede parecer irónico ese mural, pero llegas a un punto en el que o te aferras a Dios o ya qué te queda”, relata Eugenio sentado en uno de los bancos. “Esto siempre ha sido un barrio inseguro, por decirlo delicadamente, pero ahora estamos peor que nunca, o eso creo, ya cuesta encontrar momentos buenos. Aquí está la policía todas las semanas, robos, drogas, peleas, ¡tenemos de todo!”, comenta añadiendo una dosis de humor a la cruda realidad.
“Mi hija es guardia de seguridad por la noche, entra a trabajar a las cinco de la mañana con unas ojeras que no sé cómo la pobre puede mantenerse en pie, imagina lo que es dormir aquí cada día, imagina que todos los puñeteros días aquí se hagan hogueras y desfases, imagina que sistemáticamente te prometan que una situación en la que llevas asentado durante años va a cambiar y para nada, nada cambia”, clama desesperada una de las vecinas. Según la Agencia de la Vivienda Social se desconoce lo plazos para la construcción de nueva vivienda que posibilite el realojo y desde La Unión de Hortaleza reclaman que “lo que necesitan son viviendas sociales con un alquiler justo que arroje algo de luz a esta situación”, en línea también de lo que piden los vecinos.
Las condiciones económicas de la zona distan mucho de las de la capital, del resto del distrito y hasta del propio barrio. En 2015 se calculó que la renta anual de los hogares, entre 22.488 y 24.400 euros, es un 31% inferior a la renta media del barrio al que pertenece, un 50,6% menos que la renta media del Distrito (47.110 euros) y un 39,6% menos que la media de Madrid (38.534 euros). En 2018 se resaltó que la tasa de desempleo del lugar roza el 15%, duplicando al resto de la ciudad.
Las casas de la UVA no tienen toma de tierra, no pueden tener actualizados los contratos de los suministros y las okupaciones están a la orden del día en un conjunto de hogares que se rigen por la ley de la selva. Pese a la desesperanza generalizada, quedan algunos vecinos que prefieren no dar sus nombres por la posibilidad de quedarse en la calle que, ante esta situación incomprensible, siguen luchando por tener unas condiciones de vida dignas donde tan solo reciben una respuesta: “Vuelva usted mañana”.
Entre la ruina y la descomposición en la que se encuentra la UVA de Hortaleza se encuentran 57 familias que conviven con el infierno de una situación insoportable por el olvido de las instituciones que, entre palabras y promesas, persiste la inactividad y ausencia de soluciones. “Lo que te dirá todo el mundo que viva aquí será lo mismo, aunque todos tengamos una historia que contar, porque al fin y al cabo hemos sido olvidados”, finaliza uno de los vecinos.