Improvisación y falta de recursos, pero adjudicaciones millonarias a dedo: todos los “sinsentidos” del hospital Zendal

El hospital Enfermera Isabel Zendal se inauguró el 1 de diciembre de 2020 e iba a “asombrar al mundo”, en palabras de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Pero la realidad dos años después es que la infraestructura situada en el polígono industrial de Valdebebas, al norte de la ciudad, es un centro sanitario que tiene todo tipo de carencias y al que desde el Gobierno regional no le encuentran una utilidad clara a pesar de que levantarlo costó más de 170 millones de euros, más del triple de lo presupuestado. Solo en 2022 se han destinado otros 15 millones para su funcionamiento –sin contar luz y agua– con una ocupación que rondó los 30 pacientes a la semana. Varios de los ingresados en el Zendal relatan a elDiario.es el “sinsentido” de una infraestructura sin medios, pero que cuesta varios millones de euros cada año adjudicados a dedo para mantenerla.

La última utilidad que el Gobierno regional de Ayuso ha encontrado para el edificio sin apenas ocupación es que acoja a los pacientes con infecciones respiratorias que las urgencias del resto de hospitales están siendo incapaces de absorber. La propuesta de Ayuso llegó después de que sanitarios de varios hospitales públicos denunciasen el desbordamiento por la falta de personal que supuso que los pacientes acabasen ocupando los pasillos y tardasen días en poder ocupar una cama. Los propios médicos y enfermeros llevaron esta situación a los tribunales.

Mientras esto ocurría, el Ejecutivo madrileño firmaba en plena nochevieja un contrato a dedo por 571.000 euros para el mantenimiento del Zendal en 2023, que contaba en esos momentos con apenas 53 pacientes. En el Zendal reinaba la calma. En el resto de hospitales de la red pública, sin embargo, sufrían una saturación de pacientes con imágenes y denuncias de los propios sanitarios que inundaban los medios de comunicación.

Aunque el anuncio fue grandilocuente por parte del consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, y de la propia Ayuso, a día de hoy hay ingresados en el Zendal por infecciones respiratorias procedentes de otros hospitales apenas 15 pacientes. El pasado viernes llegaron a ser 26 los ingresados, pero la cifra ya ha disminuido. La llegada de nuevos pacientes, que se suman a los algo más de 50 con los que ya contaba el centro, no vino acompañada de más personal. El Zendal cuenta actualmente con 187 profesionales –informa a este diario la Consejería de Sanidad–, de los cuales 11 son médicos, 65 son enfermeros y 64 auxiliares de enfermería (todos ellos repartidos en diferentes turnos).

Que te deriven desde otro hospital es la única manera de que una persona acabe ingresada en Zendal dado que no cuenta con unas urgencias. Por eso, desde su inauguración, pacientes y sanitarios han coincidido en afirmar que la infraestructura no es un hospital. Al menos, no uno al uso porque el edificio, donde las subcontratas trabajaron día y noche durante medio año para levantarlo en tiempo récord, tiene carencias básicas: no tiene habitaciones ni quirófanos ni urgencias ni instalaciones básicas que sí pueden encontrarse en un hospital. Los baños se comparten entre los pacientes. Tampoco tiene cocina por lo que la comida llega precocinada por carretera.

Rosa –nombre ficticio– de 71 años, ingresada en el Zendal desde octubre, ha vivido esta semana la llegada de todos estos pacientes. También la ha sufrido, porque como no hay más personal, su atención se ha visto resentida. “Ahora mismo hay cinco médicos por la mañana y cinco por la tarde. Por la noche se queda solo uno de urgencias para todos los que estamos ingresados”, lamenta.

Uno de las mayores problemas desde el inicio de este centro ha sido precisamente la falta de facultativos. El polémico hospital encontró desde antes incluso de su inauguración grandes dificultades para dotarse de personal: Ayuso se negó a contratar a nuevos profesionales porque el plan era reclutarlos de otros hospitales puesto que el Zendal no se planteó como una infraestructura abierta de forma permanente, aunque Ayuso ahora haya querido dejarla con unos pocos pacientes para justificar la inversión millonaria de levantarla y luego mantenerla para que no se deteriore.

Al principio, el Gobierno regional optó por pedir “voluntarios” entre los profesionales para acudir al centro. Ayuso había dicho que no conocía ningún médico que no fuese a querer estar en el Zendal, pero la operación de reclutamiento fue un fracaso. Entonces la Comunidad decidió que se utilizaría al personal contratado para el refuerzo de la COVID programando traslados forzosos que han provocado las quejas de los sanitarios.

“Estricto” control de visitas

Rosa ingresó por un problema de movilidad en el Zendal hace ahora cinco meses, como la gran mayoría de los pacientes que hasta ahora estaban en el Zendal, ya que el Gobierno regional lo dejó como un centro para rehabilitación de personas con secuelas de la Covid. “En mi módulo somos 18 personas y contamos solo con un fisio, con lo cual apenas nos puede atender”, lamenta. Derivada desde la Princesa, cuenta lo difíciles que han sido los últimos meses de estancia en el hospital por la falta de personal y de medios. “Casi todos los que estábamos aquí hasta la llegada de los nuevos pacientes somos gente mayor”, explica. “Parece que es un sitio para aparcarnos porque las condiciones no han sido las mejores”, añade con desesperación.

La falta de medios es tal que cuando Rosa tiene que hacerse una prueba médica debe irse a otro hospital a realizársela. “Como no hay ambulancias te dicen que debes irte tu misma, así que o te lleva un familiar o coges un taxi”, relata. Y añade: “Eso sí, el taxi te lo pagas de tu bolsillo”.

Esto también ha afectado a sus necesidades básicas. “El hecho de que no haya celadores suficientes para llevarme al baño hace que me hayan puesto un pañal donde tengo que hacer mis necesidades”, lamenta. “Solo voy al baño cuando mis familiares vienen y me acompañan. El Zendal no cuenta con habitaciones, sino que es un espacio abierto donde los pacientes comparten aseo.

Patricia, familiar de otra persona ingresada, relata las dificultades que se ponen desde seguridad para ir a visitar a su hermana. “Te hacen pasar por una sala donde los de seguridad, cada vez, te piden que te identifiques y digas a quien vas a visitar. Y te dan una pegatina que al salir tienes que volver a entregar”, relata. Por su parte, Rosa cuenta que solo pueden recibir visitas de dos personas a la vez: “El otro día vino mi hija con un matrimonio de amigos y no les dejaron pasar porque eran tres”. “Hay que pasar un control estricto”, insiste.

“La comida escasea”

Solo en comida para el Zendal, Ayuso ha destinado 3 millones de euros en un contrato a dedo en 2022 que llega precalentada porque no hay cocina, la misma cantidad que el año anterior cuando se atendieron a más pacientes. Pero los pacientes denuncian que las cantidades son insuficientes. “La comida es escasa, te quedas con hambre y nunca hay fruta, la echo de menos”, dice Rosa. “Por la tarde te dan un café y cuatro galletas para merendar”. “Hasta hace poco había una mujer musulmana que muchos días se quedaba sin comer porque le daban carne y ella no comía, y lo peor es que tampoco dejaban a los familiares traerle”, asegura.

“Esto es una sinvergonzonería impresionante, yo no me he encontrado en ningún momento a gusto”, lamenta Rosa a la que se le quiebra la voz al otro lado del teléfono.

La propuesta anterior antes de acoger a los pacientes de urgencias con infecciones respiratorias fue que absorba a pacientes del hospital de la Paz, uno de los más importantes de la ciudad, por las obras de remodelación del mismo. Pero, tal y como está actualmente el Zendal no sirve para ese fin, ya que carece de quirófanos y consultas externas, por lo que el Gobierno regional ya ha anunciado que construirá seis salas de cirugía además de otras remodelaciones para poder adecuarlo a esta nueva función. De momento, desde la administración que preside Ayuso no saben responder cuántos millones más costarán estas obras a las arcas públicas solo dos años después de la inauguración del edificio.

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