Palacio de Cibeles, sede del debate nacional

Escoltada por 12 banderas de España y otras 12 regionales en la Real Casa de Correos, Isabel Díaz Ayuso dijo una de sus frases más conocidas: “Madrid es España dentro de España”. Desde entonces, la Asamblea de Vallecas también es España y a la lista de sedes para el debate nacional se suma esta semana otra: el Palacio de Cibeles, casa del Ayuntamiento de Madrid y último foro de discusión sobre los indultos y otros menesteres que extralimitan las competencias municipales.

El orden del día del Pleno de junio contenía siete iniciativas no relacionadas con la política local: desde los indultos, al precio de la luz, pasando por la gestación subrogada o la aceleración en la producción de vacunas. Cada uno de los cinco grupos -PP, Ciudadanos, Vox, Más Madrid y PSOE- propuso alguna. Desde la tribuna de Cibeles se habló del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como el “nuevo líder del procés” o se anunció una reforma del código penal para “adecuar el delito de rebelión a la España del siglo XXI”. “Procede proclamar desde el corazón de España la defensa de la unidad nacional”, resolvió el portavoz de Vox, Javier Ortega Smith.

Que el Pleno ordinario se copara de proposiciones nacionales provocó reproches entre los partidos. La portavoz del Gobierno municipal, Inmaculada Sanz, reprendió a Más Madrid por una iniciativa para instar a Ayuso a no cerrar los centros de salud en verano, pese a que su partido, el PP, había ya debatido a propuesta propia por los indultos, pero también sobre el precio de la luz. Los conservadores planteaban al Gobierno que bajara la factura cuando ya se había anunciado una rebaja.

A su vez, Más Madrid y PSOE pidieron desde Cibeles al Gobierno de España -del cual el segundo partido forma parte- que se moviera para “aumentar la producción global de las vacunas y acelerar su distribución por todo el planeta”, mientras los socialistas reprendían a la vicealcaldesa, Begoña Villacís. “Dedíquese a la política municipal. Aquí no se enmiendan ni los resultados electorales y ni lo que pierden en el Congreso de los Diputados”, espetó la concejala del PSOE Emilia Garrido en su turno de debate sobre la gestación subrogada.

Menos de 24 horas después, se celebró la siguiente cita en el salón de asientos de cuero blanco: el Debate del Estado de la Ciudad, un pleno extraordinario para que el Gobierno dé cuenta de qué ha hecho y de qué hará en el mandato. La ocasión anual es, en la práctica, un escaparate para la propaganda del equipo municipal más que un instrumento de rendición de cuentas. La estructura concede al alcalde tiempo ilimitado para hablar y Almeida intercaló con barra libre de minutos los papeles de gerente de la ciudad y de portavoz nacional del PP, como ocurre en todos los actos que ocupan su agenda diaria como primer edil.

Esta vez la advertencia a Pedro Sánchez llegó en el minuto 10 del partido. “Este es un mensaje al presidente del Gobierno: indultar a los golpistas no puede suponer la condena para Madrid. Madrid no se toca y si trata de tocar Madrid responderemos con todos los instrumentos jurídicos y políticos”.

El dirigente aún no había repasado las medidas ejecutadas por cada área de su Gobierno, pero ya había enunciado un corte ideal para las radios y las televisiones. A la política local, saben los que le asesoran, le cuesta encontrar un hueco en las escaletas nacionales. “Solo se crece para criticar al Gobierno de España. Preséntese a la presidenta del Gobierno, hay mucha competencia en su partido”, le reprendió la portavoz de Más Madrid, Rita Maestre. El socialista Pepu Hernández lamentó que “con la confrontación” no tuviera “tiempo para gobernar”.

Pero los mensajes dirigidos a la Moncloa continuaron. “Aprenda de este alcalde, que se levanta a primera hora para ir Mercamadrid, que fue el primero en madrugar para estar en los hospitales”, advirtió la delegada de Cultura, Andrea Levy. Aseguró la concejala que “la ciudad que se alegraba de salir a la calle” no había visto al “ciudadano ausente Pedro Sánchez”. Parafraseando a Isabel Díaz Ayuso, la capital empieza a parecerse a “España dentro de España”. El Palacio de Cibeles, donde se departe la política municipal, también.