Respuestas y consejos. Por la psicóloga Mónica Manrique. Lee todos sus artículos en este enlace
Langostas, pan y lorazepam
En mi cuenta de Instagram, @mi.psicologa, comparto un vídeo del Rabino Abraham J. Twerski en la que nos cuenta esta maravillosa metáfora sobre el crecimiento de las langostas:
“La langosta es un animal suave y pulposo que vive dentro de un caparazón rígido. Ese caparazón rígido no se expande. Entonces, ¿cómo puede crecer la langosta? Bueno, mientras la langosta crece el caparazón se vuelve una gran limitación y la langosta se siente bajo mucha presión e incómoda. Entonces se esconde bajo una formación de piedras para protegerse de los depredadores, deja su caparazón y produce uno nuevo. Este caparazón también se vuelve muy incómodo cuando crece. Regresa debajo de las piedras. La langosta repite este proceso varias veces. El estímulo que permite a la langosta crecer es sentirse incómoda. Ahora, si las langostas tuvieran un doctor nunca crecerían, porque en el momento en que la langosta se siente incómoda va el doctor y consigue un Valium, consigue un Percocet y de pronto se siente bien. Nunca se quita el caparazón. Así que creo que debemos darnos cuenta que los ”tiempos de estrés“ son ”tiempos“ que representan señales para el crecimiento y si utilizamos la adversidad de manera correcta, podemos crecer a través de la adversidad.”
Tenemos dos opciones, adaptarnos o luchar para cambiar las cosas. Pero no siempre podemos elegir, no siempre contamos con los recursos y las fuerzas suficientes. A veces las heridas son realmente incapacitantes.
Antes de continuar quiero dejar claro que no tengo nada en contra del consumo de psicofármacos siempre acompañados de psicoterapia y prescritos por un/una médico/médica, a poder ser psiquiatra.
Según el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) España es el país donde más benzodiacepinas se consumen en una lista de 85 países de todo el mundo, como publica en su web el Consejo General de la Psicología en España. También se ha publicado en prensa que las benzodiacepinas, con y sin receta, han sido las únicas sustancias adictivas que han visto crecer su consumo durante el confinamiento y que las mujeres doblan a los hombres en el consumo de psicofármacos (S Moda).
Estos datos tan impactantes son consecuencia de múltiples factores dignos de analizar como, por ejemplo, la falta de psicólogos y psicólogas en la sanidad pública y los sesgos en el diagnóstico entre hombres y mujeres. Teniendo en cuenta que también consumen más benzodiacepinas las personas más desfavorecidas económicamente, me hace pensar (y hay investigaciones que así lo demuestran) que si estamos más medicados/as mujeres y pobres no se trata de una cuestión personal sino estructural. No tenemos ninguna vulnerabilidad de serie, lo que está pasando es que estamos asumiendo más presión y vivimos situaciones más dañinas (sobrecarga de trabajo mal remunerado, sobrecarga de cuidados no pagados, falta de tiempo y espacio para el autocuidado, sufrir maltrato y/o agresiones sexuales, etc.).
Por otra lado, tirando de Wikipedia, Panem et circenses (literalmente “pan y espectáculos del circo”) es una locución latina peyorativa que describe la práctica de un gobierno que, para mantener tranquila a la población u ocultar hechos controvertidos, provee a las masas de alimento y entretenimiento de baja calidad y con criterios asistencialistas. También los intelectuales españoles de los siglos XIX y XX se quejaban de manera similar con la expresión “pan y toros”, refiriéndose a la fiesta de los toros como una diversión que halaga las bajas pasiones del pueblo llano y amortigua los conflictos sociales. Y para terminar y cerrar el círculo, desde mediados de los 2000 Andrés Calamaro canta:
“Antes lucha, ahora circo
antes pan, ahora clonazepam.“
El clonazepam pertenece al grupo de las benzodiacepinas y actúa sobre el sistema nervioso central, con propiedades ansiolíticas, anticonvulsionantes, miorrelajantes, sedantes, hipnóticas y estabilizadoras del estado de ánimo. Es más conocido por el nombre comercial de Rivotril. Otras benzodiacepinas muy populares son el lorazepam (Orfidal) y bromazepam (Lexatín). A este último psicofármaco se le ha rebautizado coloquialmente como “el a mí plin”. Este efecto es el que me preocupa, porque si bien las benzodiazepinas nos liberan del miedo y la ansiedad (lo cual es de agradecer en estos tiempos tan difíciles) también amortiguan nuestro enfado y nuestra ira ante las injusticias, nos quitan el impulso necesario para movilizarnos y luchar para cambiar las cosas. Porque en última instancia transigir es consentir.
En mi cuenta de Instagram, @mi.psicologa, comparto un vídeo del Rabino Abraham J. Twerski en la que nos cuenta esta maravillosa metáfora sobre el crecimiento de las langostas:
“La langosta es un animal suave y pulposo que vive dentro de un caparazón rígido. Ese caparazón rígido no se expande. Entonces, ¿cómo puede crecer la langosta? Bueno, mientras la langosta crece el caparazón se vuelve una gran limitación y la langosta se siente bajo mucha presión e incómoda. Entonces se esconde bajo una formación de piedras para protegerse de los depredadores, deja su caparazón y produce uno nuevo. Este caparazón también se vuelve muy incómodo cuando crece. Regresa debajo de las piedras. La langosta repite este proceso varias veces. El estímulo que permite a la langosta crecer es sentirse incómoda. Ahora, si las langostas tuvieran un doctor nunca crecerían, porque en el momento en que la langosta se siente incómoda va el doctor y consigue un Valium, consigue un Percocet y de pronto se siente bien. Nunca se quita el caparazón. Así que creo que debemos darnos cuenta que los ”tiempos de estrés“ son ”tiempos“ que representan señales para el crecimiento y si utilizamos la adversidad de manera correcta, podemos crecer a través de la adversidad.”