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Sobre aeropuertos, olimpiadas, leyes de suelo y un poder que insiste hacer lo de siempre cuando necesitamos actuar como nunca

14 de agosto de 2021 01:00 h

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El Gobierno de la Comunidad prepara una nueva reforma de la ley de suelo que propondrá una liberalización todavía mayor. La ampliación de Barajas supera su último trámite y, a diferencia de la de El Prat, todas las administraciones parecen estar de acuerdo en su impulso como hub internacional. El alcalde afirma que la capital se merece unos Juegos Olímpicos. Las últimas noticias sobre Madrid parecen las de siempre; de hecho, si no fuera porque las leemos en un teléfono con pantalla táctil, podríamos pensar que estamos en los 90.

Es curioso lo de este lugar. Vivimos en un momento de aceleración exponencial, de cambios imparables y de una innovación que quita el hipo. Vivimos, también, en un periodo con muchísima información, tenemos datos evidentes sobre cómo están las cosas sobre la Tierra y disponemos también de multitud análisis fiables sobre la situación social, sus problemas y sus soluciones. Pero Madrid permanece ajena a todo ello, petrificada en un tiempo pasado en que las decisiones las tomaban señores con puro en el reservado de algún asador de la calle Capitán Haya. 

Pedro Sánchez diciendo lo del chuletón y tratando de justificar que ampliar aeropuertos es apostar por la sostenibilidad es un señor con puro en un asador de Capitán Haya. Isabel Díaz Ayuso rematando la sanidad y la educación públicas y fiando toda la economía al ladrillo y la hostelería es un señor con puro en un asador. José Luis Martínez Almeida insistiendo con las Olimpiadas, enredándose con Madrid Central y asegurando que la moto es movilidad sostenible es otro señor con puro en un reservado. La CEOE, el IBEX y demás fuerzas vivas económicas apostando por un modelo productivo extractivo y excluyente son señores con puro en asadores. Los grandes medios de comunicación incapaces de contar lo que hay son más señores con puro.

Como se lee, no hace falta echarle mucha imaginación a la analogía para entender que los tiempos aquí no han cambiado casi nada. Lo cierto es que tienen que hacerlo y tienen que hacerlo ya mismo.

Esta misma semana se ha publicado el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la ONU. Lo que dice es que ya estamos en plena tragedia climática y que sólo hay una oportunidad de salvar un poco nuestro destino, una posibilidad que pasa por transformar radicalmente la economía en los próximos cinco años. Como bien ilustra este artículo de Javier Martínez, necesitaríamos hacer durante cincuenta años lo que hicimos en confinamiento: reducir un 7% las emisiones. O sea, parar o, mejor, decrecer. No es la climática, además, la única amenaza: está la escasez de petróleo y otras materias primas esenciales en nuestra forma de vivir, la previsible crisis derivada de la deuda con la que financiamos esa misma forma de vida, la falta de alimentos debida al agotamiento de los suelos por la sobrexplotación de la industria agroalimentaria… 

¿Vamos a solucionar todos estos retos haciendo más aeropuertos, más casas y más ruinosos eventos internacionales? ¿Cambiar la economía es seguir apostando por el ladrillo, el turismo, la deuda y la quema de combustibles fósiles? ¿Podemos permitirnos tomar las mismas decisiones que se tomaban hace tres décadas y que son algunas de las que nos han traído a esta situación límite? ¿Debemos dejar que gobiernen este colapso señores con puro fosilizados en el reservado de un asador de Capitán Haya? ¿No ha cambiado hace años, por cierto, de nombre esa calle?

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El Gobierno de la Comunidad prepara una nueva reforma de la ley de suelo que propondrá una liberalización todavía mayor. La ampliación de Barajas supera su último trámite y, a diferencia de la de El Prat, todas las administraciones parecen estar de acuerdo en su impulso como hub internacional. El alcalde afirma que la capital se merece unos Juegos Olímpicos. Las últimas noticias sobre Madrid parecen las de siempre; de hecho, si no fuera porque las leemos en un teléfono con pantalla táctil, podríamos pensar que estamos en los 90.

Es curioso lo de este lugar. Vivimos en un momento de aceleración exponencial, de cambios imparables y de una innovación que quita el hipo. Vivimos, también, en un periodo con muchísima información, tenemos datos evidentes sobre cómo están las cosas sobre la Tierra y disponemos también de multitud análisis fiables sobre la situación social, sus problemas y sus soluciones. Pero Madrid permanece ajena a todo ello, petrificada en un tiempo pasado en que las decisiones las tomaban señores con puro en el reservado de algún asador de la calle Capitán Haya.