Cada dos semanas desde hace seis años, decenas de familias sin recursos llenan sus despensas con arroz, pasta, leche o pañales. Lo hacen gracias a la solidaridad de los chamberileros, canalizada a través de un proyecto que ha unido a muchas personas mediante la autogestión, especialmente en el último año, el de la Despensa Solidaria de Chamberí. “Hubo un estallido de necesidad con la pandemia al que tuvimos que hacer frente”, explica un portavoz de este colectivo que vivió su momento de más actividad durante lo más estricto del confinamiento.
Ahora, meses después de que los servicios sociales del Ayuntamiento les derivaran muchas familias que no podían atender -aseguran que quedaron desbordados, aunque fuentes municipales siempre lo han negado- el Consistorio quiere privarles del lugar en el que ejercen su actividad: la Casa de Cultura de Chamberí. En ella entraron como parte de los 17 colectivos que ganaron el concurso municipal para su gestión y allí tienen su almacén y punto de reparto a las personas que ayudan. Para intentar convencer a los políticos de que su causa es justa y tiene mucha gente detrás, han iniciado una recogida de firmas en change.org pidiendo la renovación del convenio con el Ayuntamiento durante cuatro años más. Ya les han apoyado casi 20.000 personas.
Las despensas populares se han extendido durante los últimos doce meses por todo Madrid debido a los efectos de la pandemia, que están haciendo pasar hambre a gente que no se había visto antes en esta situación: una de cada tres familias madrileñas se empobreció el año pasado, según un estudio municipal presentado recientemente. Algunas ya iban con lo justo, y sin la ayuda de estos centros vecinales de alimentos podrían estar pasándolo aún peor. Muchas trabajan en sectores esenciales de limpieza o cuidados.
El trabajo de la despensa de Chamberí venía de mucho antes -empezaron a funcionar en La Morada, el centro okupado de la calle Casarrubuelos- pero ha sido durante la pandemia cuando han tenido pico de trabajo: llegaron a atender a más de un centenar de familias y a día de hoy varias decenas -entre 45 y 65, dependiendo de la semana- tienen un plato en la mesa cada día gracias a la solidaridad. Su funcionamiento es autogestionado: además de los voluntarios, las personas que se benefician del reparto también trabajan en conseguir los alimentos, montar los lotes, hacer la distribución... “la mayoría son mujeres, en situaciones bastante vulnerables”, explican desde la Despensa en conversación con Somos Chamberí.
Cada semana, voluntarias de la Despensa recogen alimentos en comercios colaboradores del distrito, donde colocan puntos de donación y sus clientes habituales pueden hacer sus aportaciones. “La gente se comporta de forma fantástica, ahora con alimentos básicos y durante el confinamiento con donaciones para que pudiéramos hacer las compras”, aseguran desde este colectivo. “Chamberí es un barrio solidario y que responde”.
Después de recoger los alimentos, se trasladan a la Casa de Cultura, donde se organizan en lotes para las entregas de las familias que tienen en su listado. “Se reparte en función de lo que hay, pero siempre se procura entregar un lote de productos básicos de alimentación e higiene para subsistir dos semanas”, explica un portavoz. Esto son unos 3-4 litros de leche para cada persona, dos kilos de arroz, legumbre, pasta… también se tienen en cuenta la existencia de niños en el núcleo familiar y la necesidad de productos de higiene. En el futuro quieren añadir también productos frescos, como hortalizas o proteínas, para mejorar la calidad de lo que comen los beneficiarios. “Y si sobra algo básico, se dona a otras despensas de Carabanchel, Aluche, Tetuán o intercambiamos productos”, apuntan.
¿Podría acabar con todo este proyecto el cierre de la Casa de Cultura? “Que exista ese espacio genera estabilidad a la Despensa”, valoran sus miembros, que confían en que el actual equipo de Gobierno recapacite y renueve la concesión. “Entre las personas que nos apoyan hay votantes de todos los partidos, a los que llevaron al alcalde al poder no creo que les guste que nos echen, eso debería hacerles reflexionar”, dicen. “Si no piensan en nosotros al menos que lo hagan por las personas mayores de Chamberí que necesitan cuidados y que sobreviven gracias a que las compañeras de la despensa les ayudan cada semana”.
En cualquier caso, aseguran el proyecto seguirá existiendo, de la forma que sea posible, porque si no las familias que atienden pasarían hambre y aumentarían sus riesgos de marginación social, desatención, desarraigo: “Tenemos a mucha gente detrás, en la Casa no somos las 57 personas que dice el argumentario de algún concejal. Mientras haya una nevera vacía, seguiremos en pie”.