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Dos mujeres ante el monumento olvidado de José Luis Sampedro

Diego Casado

10 de abril de 2021 22:04 h

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La imagen de una niña sentada, agazapada, leyendo un libro, recuerda hoy a José Luis Sampedro en el distrito de Madrid que fue su hogar durante buena parte de su vida. La escultura es bella, serena, y se sostiene sobre una larga peana de palabras. Está en el parque que lleva el nombre del escritor desde que fue reformado, hace poco más de un año, pero el monumento ha pasado desapercibido para muchos porque aún no ha sido inaugurado por el Ayuntamiento.

Aunque los trabajos vienen de la época de Carmena, la instalación de la escultura tuvo lugar a finales de 2019, las obras acabaron poco después y, con la llegada de la pandemia, se pospuso la inauguración sin fecha definida. Un año después este periódico, Somos Chamberí, reúne a los pies de esta zona verde de Chamberí a la autora del monumento, la escultora Natividad Sánchez, y a la viuda de José Luis Sampedro, Olga Lucas.

Cuenta la escultora que la niña representada está leyendo una novela del propio José Luis Sampedro, Congreso en Estocolmo. Y que lo hace a escondidas después de que sus padres le hayan prohibido leerla, porque piensan que su voltaje pasional no es adecuado para su edad. La niña es la propia Natividad Sánchez, que a sus 13 años encontró este libro por casa y se puso a hojearlo hasta que llegó su madre y se lo quitó. “Bastó que me dijeran que no podía leerlo para que yo lo rebuscara por la casa. Cuando encontré la novela me escondía para terminármela”, recuerda. La niña es, a su vez, una de las hijas de Natividad, que le sirvió de modelo cuando tuvo que diseñar la escultura. “Estaba todo el día estudiando y le cogí la postura”, recuerda.

La figura se sienta sobre un montón de libros que, a su vez, están sujetados por una larga peana de acero, donde se puede leer un texto del propio Sampedro sobre la emoción de navegar por la literatura, con la rúbrica del propio escritor en la base.

“A Sampedro le hubiera gustado mucho”, asegura Olga Lucas, que fue pareja del escritor hasta su fallecimiento en 2013. “Le hubiera encantado por varios motivos: primero, porque es un llamamiento a la lectura, algo a lo que él dedicó mucho tiempo, y luego porque esta mujer sentada en una pila de libros refleja su espíritu, su sentido de la estética y lo que ha sido su obra”. Con mucha sinceridad, le agradece a Natividad que el homenaje al escritor no se haya convertido en un busto: “Sampedro era lo suficientemente humilde para preferir que se le invocara a través de su trabajo, más que con su persona”, asegura Lucas.

Natividad Sánchez se sonroja bajo la mascarillla con los halagos de la pareja del escritor. Cuenta que tuvo que convencer a la Junta de Chamberí -responsable de las obras- para que el monumento no acabara siendo una efigie de Sampedro: “Querían un busto, pero yo no me sentía cómoda con eso porque consideraba que tenía que representar a alguien dinámico, joven, no con una escultura con su rostro de mayor”.

Este homenaje remataba un reconocimiento que el Ayuntamiento de Madrid quiso hacer a uno de sus escritores, humanistas y académicos más destacados durante el año del centenario de su nacimiento, en 2017. Entonces el pleno municipal aprobó poner su nombre al parque situado junto al Centro Cultural Galileo, que después fue reformado en varias fases. Además, desde el año 2014 una placa recuerda en la calle Cea Bermúdez el lugar de Chamberí en el que vivió y la biblioteca regional en el distrito -antes la Central- se llama como el autor de La sonrisa etrusca, que nació en Barcelona, vivió en muchas partes del mundo y acabó apegado a Madrid, donde muchos vecinos le recuerdan paseando por este céntrico distrito, tomando café en sus locales y participando en algunas de sus actividades. Incluso llegó a intervenir en reuniones del 15-M en la plaza de Olavide.

El Ayuntamiento pensó en Natividad Sánchez como posible autora del reconocimiento al autor después de ver su último trabajo en la Gran Vía. Ella y su equipo acababan de diseñar y ejecutar a última escultura en llegar a sus tejados: la Diana situada enfrente del Primark, una espectacular obra de cinco metros de bronce, acompañada de varios perros que acompañan a la diosa en su batida. La obra causó bastante interés en Madrid y propició que la escultora fuera una de las candidatas. Les propuso varios bocetos para el monumento a Sampedro y su estilo convenció a los responsables municipales, que le contrataron su ejecución.

La obra emana un cierto aire de feminismo -está centrada en una mujer, pese a que el homenajeado sea el hombre-, algo que se ha convertido en una constante en la obra de Natividad, quien desde que empezó la pandemia ha centrado sus trabajos en la temática mujeres, igualdad y África, mientras confía en que pueda hacer algún encargo monumental más y aprovechar para usar como modelo a la tercera de sus hijas, bromea. “El mundo de la escultura en España es de hombres, eso debería cambiar”, lamenta. “Las mujeres leen más novelas que los hombres, y Sampedro tenía más lectoras que lectores”, añade Olga Lucas, que cree que las seguidoras del escritor pueden verse muy identificadas ante la escultura: “Estoy segura que a las lectoras de La vieja sirena les va a evocar algo”, dice.

El monumento quedó colocado hace un año pero desde entonces le falta un detalle importante: al Ayuntamiento se le ha olvidado -o no ha podido- darle la luz. Las palabras de su larga peana deberían iluminarse por la noche con un haz que simulara que van cayendo. “Como letras de la programación de Matrix”, describe Natividad. Cuando lo instalaron funcionaba bien, pero de momento, por las noches, no se ilumina en todo su esplendor: “A lo mejor quieren encenderlo cuando se inaugure”, piensa la escultora.

La discreción y sigilo con los que el monumento a Sampedro llegó al barrio contrasta con la solemnidad con la que el Ayuntamiento recibió a otra escultura que desembarcó casi a la vez, a unas pocas manzanas. El homenaje a los últimos de Filipinas en Valle de Suchil, una figura de un soldado en actitud marcial, empuñando un arma, reunió a decenas de militares, políticos y descendientes de los sitiados. La inauguración, con gran boato, fue presidida en enero de 2020 por el alcalde de Madrid y el Jefe del Estado Mayor del ejército.

Mientras espera a que algún responsable municipal acuda a recordar al escritor y economista de Chamberí, su obra transmite serenidad, belleza y curiosidad por la lectura a todo el que entra al parque. “Puede haber gente que no asocie a José Luis Sampedro el monumento” -valora Olga Lucas- “pero aún así es bonito para cualquiera, aunque no sepas nada de literatura. Nos fraterniza un poco a todos”.

El texto del monumento a José Luis Sampedro

Esa navegación en la librería, en mi carabela de los descubrimientos, esa conquista fácil de otros mundos, de otras vidas, que nunca conocería sin el libro es la fuera, la magia, la salvadora vivencia de la lectura. Desde que, en mi infancia, Salgari me llevó a vivir entre los bucaneros del Caribe, hasta ahora en que puedo asomarme a las mitocondrias y su discutido misterio en las células, mientras yo no pierda los ojos ni la razón, la lectura llenará mis deseos, provocará otros y me descubrirá lo que no sospecho dando a mi limitada vida física perspectivas innumerables.