La iglesia de San Fermín de los Navarros no es una más del distrito de Chamberí, ni de Madrid. El templo situado en el número 10 del Paseo Eduardo Dato ha protagonizado importantes polémicas en los últimos años. Algunas por la pervivencia de símbolos franquistas en su fachada, en concreto dos placas de piedra en homenaje “a los caídos” y a “la gesta del pueblo navarro”. Aunque la más sonada tuvo lugar el 20 noviembre de 2015, con una misa en homenaje al exdictador Francisco Franco con motivo de los 40 años de su muerte. Por ello, la visita al lugar de una figura como Antonio María Rouco Varela prometía toda una experiencia religiosa.
El expresidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo emérito de Madrid condujo este viernes 7 de julio una misa solemne en honor a San Fermín, en el día más importante del año para este iglesia que tiene como titular al santo navarro. De hecho, al mediodía del jueves tuvo lugar su ya tradicional chupinazo a la madrileña.
Entre la liturgia y la música popular interpretada por el grupo Voces Navarras de Estella, Rouco Varela tuvo tiempo para dejar una de esas soflamas que le convirtieron en puntal del sector más ultra de la Iglesia Católica: “Debemos fomentar la reconversión cultural y social de la Navarra de la que venimos y la España en la que estamos”, dijo el cardenal ante unos acólitos ataviados en su mayoría con el tradicional pañuelico rojo de esta festividad.
No muchos más elementos rojos hicieron acto de presencia durante la ceremonia. Si acaso las dos franjas de la bandera de España, colocada en el altar junto a la de Navarra. Una eucaristía en la que tampoco faltó la interpretación del himno nacional ni, por supuesto, las loas a la Corona.
Estas referencias vinieron por parte del aristócrata Amalio de Marichalar y Sáenz de Tejada, conde de Ripalda y viceprefecto-presidente de la Real Congregación de San Fermín de los Navarros. Es, además, hermano mayor de Jaime de Marichalar, el exmarido de la Infanta Elena. El directivo de la Congregación, que introdujo y conducto el acto, ha solicitado a los fieles rogar por la salud y el bienestar de la Familia Real, petición encarnada especialmente en la figura de Felipe VI. El primogénito de los de Marichalar, que ha mencionado hasta en dos ocasiones “la vertebración cristiana de España a través de la fe”, llamó igualmente a los asistentes a orar para que “los gobernantes antepongan el bien común de los españoles” .
De la ausencia de Ayuso a la presencia (indirecta) de Feijóo
La otra pata de la ceremonia fue sido la política. Amalio de Marichalar agradeció la asistencia del concejal presidente de Chamberí, Jaime González Taboada. Asimismo, excusó la ausencia de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a través de una carta remitida por la dirigente autonómica dando su bendición al acto.
Pese a ello, y más allá de la presencia de González Taboada, el Partido Popular estaba muy presente en la jornada. No tanto por el perfil de votante conservador o nostálgico entre los feligreses, que también (la concentración de collares de perlas, polos de marca y pulseras rojigualdas casi clamaba contra el sanchismo por sí sola). Pero especialmente porque el distrito se ha engalanado con los carteles electorales de Alberto Núñez Feijóo, que pueblan la manzana dejando al resto de partidos sin representación.
La misa dio paso a un ágape en el que continuó la música navarra, con alguna jota que el público más animado se anima a bailar. El ambiente era más distendido y uno casi olvida que acaba de tener a Rouco Varela a pocos metros (por si no era suficiente la vigilancia del Todopoderoso).
El picoteo sirvió para matar el gusanillo. Aunque, teniendo en cuenta que al pasar el cepillo se vieron en él billetes de hasta 20 euros, la Congregación podría haberse estirado un poco más. Unos minutos más tarde, en el Metro, un par de chavales tocaban rumbitas y luego dejaban su gorra en el suelo por si caía alguna moneda. La gente se distraía un rato, mientras ellos le ponían ganas y sentimiento. Se marcharon sin ningún billete, pero sí con unas cuantas monedas y la alegría de haber animado a un vagón. Quizá esos pequeños gestos son los que de verdad reconvierten para bien una sociedad o una cultura, los que vertebran un país.