La bicicleta irrumpió como moda en España en la última década del siglo XIX, haciéndose popular entre las clases pudientes que practicaban “sport” y turismo a lomos de esta máquina, cuya moderna invención -como vehículo con manillar, pedales y transmisión mecánica- se le atribuye al escocés Kirkpatrick Macmillan, en el año 1839, y a cuyas ruedas -poco antes de 1890- el inglés John Boyd Dunlop incorporaría una cámara de tela y caucho inflada con aire, que la hizo evolucionar.
Con la popularización del invento fueron apareciendo en el país una serie de publicaciones que hablaban sobre ella y, al mismo tiempo, pequeños clubs y sociedades de ciclistas, estos últimos a imagen y semejanza de los primeros creados en Italia y Holanda a comienzos de 1870.
En ese contexto es como en 1896 surge la Unión Velocipédica Española, cuyo primer domicilio social estuvo en el 1º del número 6 de la calle de la Libertad y que, con el paso del tiempo, se convirtió en la actual Real Federación Española de Ciclismo y es hoy la federación deportiva más antigua de España.
Esta Unión agrupó a clubes diseminados por el territorio nacional, estableciendo a su vez una red de comités y cónsules que la representaban a lo largo y ancho de todo el país.
Para ser miembro de la Unión Velocipédica Española (U.V.E) había que pagar 5 pesetas al año y, pese a ello, arrancó con más de 4.400 socios en toda España, tal y como se puede ver en el anuario publicado por la U.V.E en 1897, donde figuran los nombres y direcciones de todos.
Por supuesto, la inmensa mayoría de miembros eran hombres pero, no obstante, también había mujeres en la asociación. Sin ir más lejos, en el primero del 18 -duplicado- de la calle de San Andrés encontramos domiciliada a una de ellas, una tal Antonia Hodans,
Objetivos fundacionales
Objetivos fundacionales
En el citado primer anuario de la U.V.E, donde pueden leerse los 82 artículos que componen los estatutos de la organización, también encontramos el siguiente mensaje a los socios: “La U.V.E se creó para pedir la mejora y conservación de las carreteras existentes en la actualidad; solicitar que éstas se aumenten; obtener socorros en las averías sufridas mediante las cajas de reparaciones instaladas en las casillas de los peones camineros; recibir buena hospitalidad en el pueblo a que se llegue de etapa, mediante la intervención del compañero, individuo o no del cuerpo Consular; adquirir ventajas y bonificaciones en la locomoción ferroviaria, en las fondas, hoteles, mecánicos, etc, etc, en suma, encontrar ventajas morales y materiales en cuantas excursiones hagamos individual o colectivamente. Para la consecución de estos fines, unámonos, aumentemos nuestras huestes, fortalezcamos nuestras falanges, que con fuerza y entusiasmo se va a todas partes, máxime cuado el vigor y la idea van encaminados al progreso (...) Siendo muchos y bien organizados, haremos sentir nuestra fuerza en las esferas de la Administración del Estado y de las grandes Empresas, para obtener ventajas y recabar mejoras de cuantos servicios públicos necesita nuestro sport para su desenvolvimiento”.