Unos desconchones en una pared de la calle Alejandro Ferrant señalan el lugar donde los repartidores de Glovo escaneaban un código antes de recoger sus pedidos de una marca de hamburguesas para llevar. La placa del QR fue arrancada en mitad del verano, cuando la empresa Vicio abandonó las instalaciones hacia otro lugar menos polémico y con más futuro. A su lado, la persiana negra que daba acceso a las instalaciones lleva sin levantarse una semana y parece marcar el final de la cocina fantasma más polémica de Madrid.
La salida de marca de hamburguesas, que arrastra quejas en otros barrios de la capital, supuso el inicio del fin para estas cocinas fantasma del distrito de Arganzuela, cuyas cuatro enormes chimeneas son visibles desde el colegio público Miguel de Unamuno, situado justo detrás. Varios camiones se fueron llevando durante el mes de agosto los equipamientos de su interior, cuentan los vecinos, que relatan cómo han ido desapareciendo los repartidores con cuentagotas hasta que hace solo unos días dejaron de venir. La persiana no se volvió a levantar.
Por el número 8 de Alejandro Ferrant solo han pasado esta semana varias patrullas policiales para comprobar que se está cumpliendo la orden de cese de actividad emitida por el Ayuntamiento de Madrid, según han contado los propios agentes a los vecinos. Y que seguirán acudiendo durante los próximos meses para asegurarse de que no se produce una reapertura. Fuentes del área de Desarrollo Urbano confirman a este periódico el cese de la actividad de estas cocinas industriales.
“Se detectaron en el mes de julio unas obras que no estaban amparadas en la licencia y que modificaban la distribución interior”, explica el delegado del área, Mariano Fuentes, que detalla además que la Agencia de Actividades dictó en agosto una orden de paralización y de cese, confirmado por una visita de inspección que tuvo lugar hace unos días, el pasado 9 de septiembre.
El cierre ¿definitivo? de estas cocinas tiene lugar cuando se cumple un año de que se pusieran en marcha sus fuegos, lo que encendió una serie de protestas y acciones vecinales que han conseguido expulsar de su barrio un tipo de negocio polémico en todo Madrid cuando se instala junto a viviendas y provoca tráfico, malos olores, basuras o inseguridad vial, entre una larga lista de problemas denunciados por los que los sufren.
Batalla vecinal en varios frentes
La empresa Glovo, que gestiona las instalaciones, anunció en junio que se marcharía de la cocina fantasma de Alejandro Ferrant 8. Lo hizo después de una durísima sentencia judicial, que cuestionaba la apertura de cualquier cocina industrial en zonas residenciales. La victoria era fruto de una demanda del AFA del colegio Unamuno, donde las familias recaudaron fondos para tumbar en los tribunales la licencia para 12 dark kitchens concedida por el Ayuntamiento de Madrid.
Pese a la contundencia de los argumentos judiciales, Almeida decidió en junio recurrir el fallo judicial, a la vez que daba por hecho que las cocinas fantasma situadas junto a este colegio de Arganzuela iban a cerrar definitivamente. Sin embargo y pese a las palabras del alcalde y del anuncio de Glovo, la actividad ha continuado durante el verano y ha sido solo desde hace pocas semanas cuando fue menguando hasta su clausura final.
“Las familias estamos muy contentas porque podemos llevar a nuestros hijos sin peligro de ser atropellados por las motos de los repartidores y sin que tengan que soportar malos olores”, explica Noelia Cabezas, portavoz vecinal. “No sabemos si ha sido por la presión vecinal, por una decisión empresarial, por las deficiencias que han encontrado las inspecciones o por un cúmulo de todo, pero a efectos prácticos esto está cerrado y se puede entrar y salir del cole con tranquilidad. Hemos recuperado una calle que era y que tenía que ser para los residentes”, declara orgullosa.
Cuentan los vecinos que además de por la sentencia y por la presión social, la cocina de Alejandro Ferrant puede haber cerrado por las abundantes ilegalidades encontradas por el Ayuntamiento de Madrid en sus inspecciones, que se llevaron a cabo a instancias de las denuncias vecinales el pasado mes de junio, por unas obras que se estaban ejecutando y para las que aparentemente no había autorización. El listado de deficiencias que luego les comunicó la Junta de Arganzuela era extenso: comidas descongelándose sin condiciones sanitarias, falta de agua caliente en algunos boxes y altas temperaturas por la ausencia de aire acondicionado en el puesto de trabajo, falta de higiene y cocineros fumando en el lugar de trabajo, mientras preparaban los platos...
Las fuentes vecinales consultadas por Somos Madrid explican que las deficiencias debían haber sido subsanadas antes de que acabara agosto, lo que pudo precipitar la orden de cese. “No lo sabemos, porque desde el Ayuntamiento no nos han informado de la situación, pese a que se comprometieron a ello”, protesta la portavoz de las familias.
“Queremos que se nos explique lo que ha pasado y que la licencia sea anulada de forma definitiva con una revisión de oficio. Esto no puede volver a repetirse”, piden los vecinos a la vez que esperan el día en el que las cuatro chimeneas de las cocinas fantasma que todavía se dibujan en el cielo de Arganzuela sean desmontadas, “para que estemos seguros de que la pesadilla se ha acabado definitivamente”.
La de Alejandro Ferrant 8 es la primera gran victora del movimiento vecinal contra las cocinas industriales en zonas residenciales. Desde el AFA del Miguel de Unamuno anuncian que “por responsabilidad y empatía con el resto de afectados” seguirán adelante en la pelea judicial -ahora en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid- para impedir su apertura junto a los portales de viviendas.