El sindios de las calles de Madrid a todo color y con el reconocible estilo del dibujante Mauro Entrialgo. Eso es Recuerdos de Madrid, el álbum de seis cromos adhesivos que se vende en la tienda online del dibujante y que llega al buzón de tu casa primorosamente empaquetado.
El autor de Herminio Bolaextra o Angel Sefija desgrana en los detalles de sus cromos y los textos que los enmarcan en el álbum algunos de los desastres cotidianos que los madrileños se topan –literalmente– al caminar por la calle. Hemos hablado con Entrialgo sobre la mezcla de reflexión urbanística y cabreo ciudadano que refleja esta colección de souvenires poco complacientes de la ciudad.
Antes de esta colección ya habías sacado pegatinas en una línea parecida como al de “Alcalde, majadero: limpia este vertedero” o “Abrid las fuentes”. ¿Qué tiene el género que tanto te gusta?
El urbanismo y el género más amplio y más costumbrista cosas que hay en la calle es uno de mis favoritos. Siempre me ha gustado pasear y fijarme. También en mi serie de Ángel Sefija en El Jueves he dedicado muchas historietas a plazas, empedrados, arte público, fuentes, rótulos, basuras, mobiliario urbano, pintadas, etc. Pero, claro, la degradación actual de Madrid hace que esté volcado en estos asuntos incluso más que de costumbre.
Y, ¿cómo se te ocurrió hacer un álbum de cromos?
Todo empezó viendo el escaparate de una tienda de souvenirs madrileña. La mayoría eran muy feos, obsoletos y distanciados de la realidad de las calles. Pensé en algo que representase el Madrid de ahora para hacer un imán de nevera y lo primero que me vino a la cabeza fue un vertederito de esos que tenemos en cada esquina. Luego se me ocurrieron unos cuantos elementos más posibles y, al final, fueron tantos que abandoné la idea del imán y surgió la del álbum de cromos.
Los cromos vienen por duplicado, a algunos nos pide el cuerpo usar los segundos ejemplares en su contexto. ¿Qué le dirías a quienes pudieran decir que este uso contribuye a “ensuciar” la ciudad?
Los ejemplares repetidos están para pegarlos donde uno quiera, no necesariamente en la calle: puede ser en el ordenador, en una carpeta, en la nevera… en cualquier caso, la localización concreta de las obras de arte urbano callejero —y las pegatinas también lo son— es una decisión muy importante que legitima o no su mensaje. Sobre el escaparate de un pequeño comercio, por ejemplo, es claro vandalismo. Sobre la fea valla de una obra que roba la acera sin ofrecer un paso alternativo a los peatones (cosa que ahora también está muy de moda en Madrid, por cierto), puede ser hasta una contribución cívica al entorno.
Hay un elemento que vertebra la mayoría de los cromos de la colección: la porquería. Aunque uno de los cromos la trata monográficamente, en los demás también aparecen detritus en la escena. Siempre se ha dicho que esta es una ciudad sucia, ¿es este el Madrid más guarro que recuerdas?
En efecto. Madrid nunca se ha caracterizado por ser una ciudad muy limpia, pero no he visto tanta inmundicia sistemática y tan extendida por cualquier barrio de la ciudad como ahora. Cuando llegué aquí en los 80 sí que había, por ejemplo, plazas abandonadas un poco a su libre albedrío tirando a asalvajadas, pero a cambio estaban llenas de fuentes, árboles y bancos. Ahora se ve que sí que gastan dinero en algunos barrios céntricos, pero en chorradas que no arreglan ningún problema o incluso lo agravan, como en esas reconversiones chungas y caras a base de asfalto de calles peatonales que, en la práctica, son despeatonalizaciones encubiertas que hacen el espacio más inhóspito para los peatones y va a estar igual o más sucio.
Un contenedor de obra con bolsas de basura apoyadas en él y un colchón con pinta de tener chinches asomando… ¿se parece más que las Meninas a la imagen de Madrid que tanto buscan el Ayuntamiento?
En realidad, las Meninas publicitarias feas que ocupan las calles de Madrid desde hace cinco años también son basura estética, además de comercial, y también son producto de una gestión municipal deficiente basada en conchabeos con terceros. En estos momentos, Madrid se representa igual de bien con un colchón meado apoyado sobre un montón de bolsas de basura abiertas que con una menina fea enclaustrada entre tiestos y elementos de una terraza de un bar, como una que hay ahora en Jorge Juan. Ambas aberraciones simbolizan igual de bien el abandono y la privatización del espacio y los servicios públicos.
Cualquier persona acostumbrada a caminar por Madrid diariamente reconoce al instante su ciudad en mis cromos, aunque en ellos no haya reproducido ni un solo monumento conocido.
La impresión que da mirar todos los cromos juntos es que en Madrid las aceras están siempre llenas (de motos, de colchones, de porquería) y los espacios públicos como los parques infantiles o El Retiro cerrados…
Y la impresión que tengo yo al salir a la calle, también. Cualquier persona acostumbrada a caminar por Madrid diariamente reconoce al instante su ciudad en mis cromos, aunque en ellos no haya reproducido ni un solo monumento conocido. Que un parque esté cerrado se suele vender como algo muy ocasional, pero recordemos que la última estadística pública reveló que el Retiro estuvo cerrado la mitad de los días del año. Eso es una chaladura injustificable. Y lo otros siete parques que pueden cerrarse fácilmente en Madrid casi siempre los cierran al mismo tiempo que el Retiro.
Recuerdos de Madrid es un proyecto autoeditado y comercializado por ti mismo, como otros que vienes compatibilizando con los encargos editoriales. La autoedición gráfica, aunque sea por a aquello del color, se antoja más compleja que la meramente literaria, ¿ha cambiado en algo la técnica o el mercado para que sea ahora más factible?
—En general (si dejamos a un lado la reciente subida loca del precio del papel), por una parte, los sistemas de reproducción son más accesibles que en el siglo pasado y las tiradas pequeñas ya no resultan carísimas. Un momento en el que se abarató mucho la cuatricomía es cuando las selecciones de color se empezaron a poder hacer automáticamente en el ordenador. Antes, esto se hacía mediante procedimientos fotográficos manuales y era un currazo que encarecía todo. Y, por otra parte, el hecho de vender directamente desde mi tienda online este tipo de autoediciones hace que no haya que considerar el 50 % del PVP que se llevan siempre las distribuidoras de cualquier publicación que veas en una librería. Esto supone, eso sí, que cada vez que saco a la venta alguna de estas autodecisiones me meto en una espiral de paseos diarios a Correos cargadito de paquetes. Pero tampoco me molesta. Me obliga a salir a la calle más veces al día y así seguir fijándome.