A Joaquín Goyache, como no podía ser de otra manera habiendo nacido en Pamplona (allá por 1962), le ha tocado lidiar con algún que otro miura desde que llegó al rectorado de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) en 2019. El pasado martes capoteó a seis de sus rivales en las elecciones a su puesto actual. Unos comicios donde fue el candidato con más votos ponderados, frente a la decana de la Facultad de Ciencas Políticas y Sociología, Esther del Campo, que se impuso en apoyos totales y será su contendiente en la segunda vuelta el próximo miércoles. “Son unos días movidos”, comenta este catedrático del Departamento de Sanidad Animal, que no obstante saca unos minutos para atender las preguntas de Somos Madrid.
Y lo cierto es que las contesta sin cortapisas, por peliagudas que sean y por mucho que se centren en los pasajes más controvertidos de su gestión. Entre ellos destaca la distinción como alumna ilustre a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Una decisión criticada por diversos sectores de la Complutense, especialmente por tomarse en pleno año electoral (tanto en la Universidad como en la autonomía) y por partir directamente desde el propio rectorado, cuando el resto de reconocimientos salieron de la Junta de Facultad de Ciencias de la Información. “La normativa del programa Alumni lo permite”, se defiende Goyache, que no obstante se ha comprometido a “revisarla y cambiarla si es necesario”. Admite que “se ataca muchas veces con razón al momento en el que se ha producido, con una política en activo de la que depende la UCM”.
Es el matiz que parece inquietarle ahora que echa la vista atrás a lo ocurrido hace dos meses, la diferencia respecto a “otros políticos en activo a los que la Complutense ha dado honores sin levantar tanto revuelo”. En cuanto a la forma en la que se desarrollaron los acontecimientos en la mañana del acto, con controles policiales que impidieron la entrada a cualquier estudiante o docente que no tuviese carné de la Facultad de Ciencias de la Información (con excepción de un grupo de jóvenes de Nuevas Generaciones del PP), responsabiliza a la propia Facultad: “La organización les correspondía a ellos. Son quienes decidieron limitar el acceso o hacerlo ese día en vez del lunes siguiente, que era festivo universitario y el campus estaría vacío”.
“De mi mandato cambiaría algunas decisiones que han sido especialmente polémicas y algunos hechos recientes que por desgracia han manchado la imagen de la Complutense”, reconoce Goyache, sin querer referirse directamente al título concedido a Ayuso. Asegura que no le importa que se menoscabe su imagen personal, pero sí que la de la institución quede salpicada. En este sentido, lleva semanas insistiendo en una cierta “despolitización” de la Complutense sin que deje de ser una entidad donde prime el debate y el intercambio de ideas: “Es una labor difícil porque cambiar una tendencia lleva mucho tiempo, pero no quiero que este sea un lugar de lucha política”. El catedrático no comparte que “se excluyan las ideas de unos ni de otros a a través del insulto o la limitación de movimientos”.
Todos contra uno
Pese a las turbulencias, Goyache puede celebrar de momento que peleará por revalidar su cargo: “Como ya he pasado unas elecciones todo me sonaba a menos nuevo, pero fue intenso, divertido y encima salió bien”. Desde su punto de vista su experiencia es algo distinta a la del resto de aspirantes, que “son más libres y no tienen ningún lastre”, ya que él no se presenta tanto a una elección como a una “auditoría” en la que se evalúa el trabajo de los últimos cuatro años: “A fin de cuentas, eran siete candidatos tratando de desbancar a uno”.
El rector se ha enfrentado a siete contrincantes, todo un récord en los 201 años de historia de la Complutense. “Es algo buenísimo que le ha dado otro signo al panorama electoral. Algún candidato o candidata me ha dicho que eran tantos porque están todos muy descontentos conmigo, pero yo creo que hay otras circunstancias”, opina. Apunta también que la nueva Ley de Universidades limita los mandatos a uno único por persona, aunque más largo (hasta los seis años), lo que ha podido animar a alguno de sus oponentes para no demorarse más en dar este paso.
No se ha tomando tan bien el reciente “acuerdo por el cambio” a través del cual las tres candidaturas más respaldadas de entre las que no pasaron a la segunda vuelta han mostrado su apoyo a Del Campo. Una noticia que se conocía pocas horas después de esta conversación y a la que Goyache ha respondido con contundencia en redes sociales: “No solo es lícito buscar alianzas, sino en muchos casos deseable. Pero todas y todos sabemos que es una unión donde personas y proyectos que ellos mismos definen como diferentes, yo diría que incompatibles, se unen en lo que aparenta ser una decisión repentina”. El rector se pregunta incluso si hay intereses personales o políticos, insiste en su mensaje de que “la universidad pública no debe politizarse” y asegura que su oponente “tiene una ideología públicamente expresada y está apoyada por un partido político”, sin concretar cuál.
Respecto a la nueva legislación universitaria, introduce otra importante novedad en el apartado electoral de cara a futuras convocatorias: ya no será necesario ser catedrático o catedrática para ocupar el rectorado. En sus declaraciones para este medio, Goyache puntualiza que desde la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas nunca hicieron “un hecho trascendental” de este requisito, aunque consideran que la culminación de la carrera académica hace que la persona que ocupe el puesto “no se tenga que preocupar de otra cosa más que de su trabajo al frente de la universidad”.
Otro hito de estos comicios ha sido que en liza hubiese una mujer, algo que nunca había ocurrido en la UCM. Y no fue solo una, sino que se presentaron cuatro catedráticas. Entre ellas está su ahora única rival, Esther del Campo, que ha arrasado entre estudiantes ante los que Goyache admite “no haber conseguido que cale nuestro mensaje en esta ocasión” (le apoyaron mayoritariamente en 2019), aunque otorga igualmente el mérito a una campaña de la decana de Políticas que define como “buenísima”.
Ambos se verán las caras el lunes en el cuarto y definitivo debate electoral. Y dos días después en las urnas. Mientras, en el campus, el clamor de algunos sectores por tener una mujer al frente de la UCM ha crecido con fuerza, y Goyache no es ajeno a él. “En la conversación pública está la idea de que la próxima rectora tiene que ser una mujer. A mí me parece imprescindible que sea cuanto antes, pero claro, mejor esperar al siguiente mandato”, bromea. Aboga por que se vote “a quien se considere que de entre los dos va a ser el mejor gestor o gestora, independientemente del sexo genético, su ideología, su identidad o sus creencias”.
La financiación en el centro
El dirigente universitario incide en su principal reclamación durante la campaña: la financiación. Actualmente la Comunidad de Madrid cubre el 80% de las nóminas, mientras que el resto se alcanza con las matrículas y otras fuentes de ingresos. Para Goyache esto no tiene ni pies ni cabeza, debería llegar al 100% y que esos recursos alternativos sirvan para hacer frente a otros gastos. “Si queremos la mejor formación, la mejor investigación y el personal mejor preparado necesitamos financiación, igual que si queremos competir mejor”, argumenta.
Promete que trabajará para “intentar lograr una financiación justa y adecuada a las necesidades y las exigencias”, algo en lo que avanza ya estaba implicado hasta que los procesos electorales en la UCM y la Universidad Carlos III de Madrid (así como el que se aproxima para el Ejecutivo regional) “han paralizado unas negociaciones que iban por buen camino”.
De mi mandato cambiaría algunas decisiones que han sido especialmente polémicas y algunos hechos recientes que por desgracia han manchado la imagen de la Complutense
Esto afecta también a la investigación, donde además de la precariedad de las personas que inician su trayectoria destaca como principal problemática “una burocracia tremenda muchas veces ajena a la propia Universidad”. Goyache reconoce eso sí que trabajan en reducir las trabas internas que dificultan, por ejemplo, la concesión de presupuestos para cubrir viajes académicos. “Pero en definitiva tenemos prácticamente los mismos contratiempos que casi todas las universidades. Nos han dicho que somos los peores a la hora de contratar personal de investigación , y cuando hemos consultado los datos hemos visto que la diferencia entre instituciones es mínima y varía prácticamente en función del día”, subraya.
Admite que en muchas ocasiones la labor de un rector consiste más en posicionarse, dialogar o influir que en tener la última palabra. Que le toca administrar “unos problemas ya dados por la administración central o autonómica”. Es el caso de la imposibilidad de eliminar ciertas burocracias, o en lo que se refiere a la cuantía de las matrículas en la Comunidad de Madrid, que el Gobierno de Ayuso coloca en la horquilla de precios más alta de entre las que permite el Ministerio de Universidades. “Es una de esas decisiones políticas ante las cuales nosotros lo que tenemos que hacer es presionar, pero no podemos cambiarlo, somos servidores públicos”. Quizá va a resultar que efectivamente todo es una cuestión de política.