Recientemente, la Junta Municipal de Distrito de Retiro votó en contra de restituir la memoria del fotógrafo Jean Laurent (1816-1886). Negó su nombre al edificio que él levantó como sede de su estudio y vivienda. El histórico inmueble, situado en el número 16 de la calle Granada, alberga desde 1934 un colegio, al que, por desconocimiento, se le otorgó el nombre de Francisco de Quevedo. Hoy en día, conocedores del promotor y de su valor simbólico, se produce el momento idóneo de enmendar el error.
El Grupo de Investigación Fotodoc y la Fundación Anastasio de Gracia solicitaron corregir la equivocación cometida en el pasado. El Consejo Escolar del colegio lo aprobó con el voto mayoritario de sus miembros. Sin embargo, los responsables políticos municipales se niegan a aprobarlo. ¿Cuáles son sus argumentos? No se trata de un agravio a Francisco de Quevedo, ya que este ilustre y respetado maestro de las letras cuenta con varios centros educativos a su nombre sólo en Madrid. Se trata de devolver su memoria y su casa a otro gran maestro, en este caso del lenguaje visual.
Por tanto, permítanme añadir algunos argumentos en favor de ese necesario y justo cambio nominativo. Comenzaré por el edificio del actual colegio público, que se levanta en un solar que fue adquirido por la familia Laurent al conde de Torre Arias, el 22 de junio de 1882. Su diseño arquitectónico fue proyectado por el prestigioso Ricardo Velázquez Bosco, catedrático de la Escuela Superior de Arquitectura, bien conocido por sus proyectos del Palacio de Velázquez o el Palacio de Cristal. Su elección no fue fortuita, ya que este, además de formar parte del círculo de amistades del fotógrafo, figuró como testigo en la constitución de la sociedad J. Laurent y Cía., en 1878.
El diseño original del edificio, finalizado el 27 de noviembre de 1885, presentaba influencias de otros grandes estudios fotográficos europeos y pronto se convirtió en todo un referente constructivo en el ámbito fotográfico español. Destacó por su galería, que aún se puede contemplar, y por la incorporación de un taller de fototipia y estampación, signo de la propia evolución del negocio fotográfico y, por ende, de la fotografía. Es innegable, por tanto, su valor simbólico.
Pero más importante que el inmueble es quién lo construyó y lo habitó: Jean Laurent. Destacó por su avanzada concepción empresarial de la fotografía, pero sobre todo por difundir el conocimiento a través de la imagen. Todo ello lo hizo mediante la conformación de uno de los archivos fotográficos más completos de su época. Un importante legado con el que el fotógrafo difundió en el extranjero la imagen de una España avanzada y rica en patrimonio histórico y artístico. Consciente de la relevancia de su colección y de lo que podía aportar para el avance colectivo, abrió las puertas de sus estudios a la sociedad —uno de ellos ubicado precisamente en el edificio hoy en cuestión—, en torno a los cuales se generó un movimiento del que participaron científicos, intelectuales y artistas de todo signo político, que compartieron conocimiento a través de las imágenes.
Sus aportaciones contribuyeron también al desarrollo cultural de Madrid, pues destacó como socio fundador de una de las principales instituciones de la ciudad, el Círculo de Bellas Artes, y también intervino como vocal de la Junta Municipal de Asociados del Ayuntamiento de Madrid.
A pesar del tiempo transcurrido, su colosal obra fotográfica continua vigente, inspirando a fotógrafos y escritores, como recurso documental para restauradores, arquitectos, historiadores, etnógrafos e incluso cineastas, y también es utilizada como recurso didáctico en los libros de texto. Y es que Laurent, en definitiva, es un valor fundamental de la cultura española transmitida a través de la fotografía, que merece, con toda justicia, que su nombre luzca en el frontispicio del colegio que hoy ocupa su casa.