Historia de una higuera de ciudad: jardinería vecinal en el espacio público

En la calle Santa Isabel, a la altura del número 47, hay una higuera. La plantó en ese lugar en abril de 2018 Sara Casado, una vecina de Lavapiés. Con el paso del tiempo la higuera de Sara se ha convertido en la higuera de todos, ha crecido y da frutos, sombra y hasta satisfacciones.

No es habitual ver una higuera en un alcorque de Madrid, en un alcorque de ciudad, y ésta desentona o destaca, según se mire, en un entorno jalonado de acacias de Constantinopla. Pero su singularidad es reivindicativa y tiene un porqué y una historia.

En 2013, harta de ver vacíos durante años los dos alcorques de delante de su casa, Sara decidió llenarlos de plantas. En realidad no sólo buscaba devolver el verde a ambos espacios yermos sino también crear comunidad en torno a ellos implicando a los vecinos en su cuidado.

Más tarde, cuando pensó que a su propuesta le faltaba porte fue cuando llegó la higuera a uno de los dos alcorques que cuidaba y con ella y con el vallado de los pequeños jardines, la madurez de una iniciativa en la que a día de hoy participan personas como Ricardo y Bene, una pareja de octogenarios que no duda en proclamar el “cariño” que le tienen al árbol, el cual riegan y abonan regularmente.

Cuando Sara plantó la higuera no fueron pocas las voces que pronosticaron que no le veían recorrido, que no duraría nada, que se la llevarían o que la estropearían. Sin embargo, cuatro años después luce hermosa, aunque para ello haya habido que conseguirle dos indultos administrativos -alerta vecinal mediante- que la salvaron de ser reemplazada por operarios de Medio Ambiente.

Lo de Sara es un claro ejemplo de jardinería vecinal en el espacio público, acciones en las que los propios vecinos participan de forma activa en el reverdecimiento del entorno urbano, algo que en Madrid no está permitido oficialmente pero que en ciudades como París incentiva el municipio, previa solicitud de un sencillo “permiso para vegetar”.

La higuera de Santa Isabel hace visible la mejorable gestión de los alcorques por parte de la administración -son muchos los que permanecen vacíos durante años- y, al mismo tiempo, habla de la necesidad que sienten muchos vecinos de espacios urbanos en los que plantar vida, generando a su vez vínculos entre ellos mientras comparten cuidados.

Radiografía de la jardinería vecinal de Lavapiés

En Lavapiés hay otras muchas 'higueras' plantadas al margen de la municipalidad en espacios públicos y también otras Saras que descubrimos gracias a un paseo guiado por la Sara original.

En la misma calle Santa Isabel, en su bifurcación con Torrecilla del Leal, destacan dos parterres repletos de cactus creados por Antonio Alfaro, un vecino.

Los dos almeces vecinales y el olmo que hay en la calle Miguel Servet hay que atribuírselos a Carlos Lage, propietario del herbolario la Alacena, que desde que abrió su negocio en 2010 en Mesón de Paredes se puso como propósito plantar en los alcorques vacíos de su entorno, siendo también responsable del olmo que crece junto al bar Loukanikos desde hace ya 10 años.

Según Lage, él se encarga de regar los árboles que ha plantado pero asegura desconocer qué persona es la que ha construido con maderas unas pequeñas vallas en torno a ellos y de escribir y colocarles los carteles que lucen y que identifican el tipo de árbol que son, al tiempo que piden que se les respete.

El misterio del que habla Carlos Lage lo desvela Dani, que tiene un negocio de alquiler de trasteros en el número 75 de Mesón de Paredes y que junto con el portero y los vecinos de esa comunidad cuidan de unas pequeñas plantas que han colocado en un alcorque que dejó huérfano de un golpe un coche: quien escribe los carteles y protege los alcorques es una vecina llamada Raquel.

Cuenta Dani que el alcorque vecinal que han plantado y que mantienen entre todos aporta “felicidad”, que la gente que pasa por la calle y lo ve le saca fotografías y que viendo lo que genera “uno se da cuenta que hay cosas muy sencillas que podemos hacer que, sin embargo, ayudan mucho a mejorar las cosas”. Junto al suyo hay otro alcorque vacío, herencia de Filomena, al que están pensando expandirse.

En Doctor Fourquet encontramos también, plantados en alcorques que quedaron vacíos, un almendro, un olmo, un granado y un ciruelo. En estos casos su plantación está relacionada con distintas personas vinculadas a Esta es una plaza, espacio autogestionado situado en la misma calle y paradigma de la jardinería vecinal en Madrid. Ellos repueblan alcorques que tratan que apadrinen vecinos y comercios. Así, del cuidado del granado que hay a la altura del número 17 se encarga la escuela de baile Animal Jazz, mientras que del magnífico ciruelo que hay casi llegando a la calle Argumosa se ocupa el estanco.

En la misma plaza de Lavapiés, en uno de sus parterres, Matteo Pezzullo y Carlos Marques (Radio televisión Lavapiés) han comenzado a plantar flores y a sembrar lo que esperan se convierta en una pequeña huerta vecinal.

Por una colaboración entre la administración y los vecinos

Laura Pinto y Nuria Sáenz-López son Rojomenta, empresa de jardinería ecológica que ha diseñado y gestionado proyectos sociales en torno a la jardinería y la agricultura urbana.

Preguntadas por Somos Lavapiés sobre qué les parece este tipo de actuaciones vecinales en los alcorques de las calles de Madrid y, sobre todo, sobre si lo que se planta en ellos tiene posibilidades de prosperar a largo plazo, indican que, a su modo de ver, “desde la administración se necesita hacer un trabajo de jardinería urbana con la ciudadanía, con la gente, por barrios, para que entiendan lo que se hace y para que valoren y cuiden cada espacio verde que tenemos en la ciudad”.

Ponen de ejemplo lo que sucede en Londres, “donde le dan tanta importancia a los árboles que el municipio ofrece formación gratuita por zonas a la gente sobre los árboles urbanos para que apoyen a la administración en su propia gestión. Los forman para que puedan detectar una enfermedad en un árbol y dar aviso, o localizar una rama que pueda ser peligrosa”.

“Estarían bien iniciativas en las que desde el municipio se diga 'yo te enseño a plantar y lo que hay que poner', porque técnicamente la elección de lo que se planta en la ciudad debe hacerlo el ayuntamiento, que para eso se forman los técnicos municipales en los avances de la jardinería urbana. Si los alcorques se gestionan bien desde la administración le corresponde hacerlo a ella y si no lo hace, pues se le demanda tal y como se está haciendo ahora”, comenta Nuria Sáenz-López.

Por otra parte, “que toda una calle quiera un árbol o las plantas que han colocado un grupo de vecinos en un alcorque da mucho valor para el cuidado general de todos los árboles de la ciudad. Es vincular a la gente con la jardinería urbana para que tengan aprecio al suyo y al árbol de al lado. Estas iniciativas son estupendas, pero lo ideal sería que se produjeran con un asesoramiento muy técnico”.

“Hay que elegir muy bien lo que se planta en los alcorques y la administración, en general, cada vez trabaja más en la correcta elección del arbolado urbano. Los árboles tienen una función en la ciudad. Tienen un valor ornamental, deben dar sombra, diversidad... pero también pueden generar problemas relacionados con el volumen de sus copas, hay que evitar que las ramas toquen las fachadas, que no ensucien mucho... ”

“Los alcorques son espacios de mucho valor. Hace años bastaba con transformarlos en algo más verde pero ahora se necesita también que sean técnicamente útiles. Como ciudad necesitamos que, además de árboles, haya en ellos ciertas plantas que atraen fauna auxiliar para ayudar a tratar plagas y enfermedades de los mismos árboles. Deberían ser gestionados por la administración pero a la vez hay que dar a la gente otros espacios donde pueda sentir la jardinería, aprender y cuidarla”, concluye Nuria.