Que Malasaña sea un barrio con nombre femenino no es casualidad. Sus casas y calles han albergado a decenas de mujeres notables, tanto ahora como cuando tenía nombre de flor -Maravillas- y servía como residencia a algunas de las personas que cambiaron el futuro de las españolas. Son más de las que se cree y por eso la escritora Ana Rossetti ha juntado a las más destacadas en un libro que recorre la historia en femenino de este céntrico barrio de Madrid durante los últimos 200 años.
Dice Rossetti (San Fernando, 1950) charlando de su obra con Somos Malasaña que fue descubriendo a todas estas mujeres durante sus casi 40 años de vida en el barrio, investigando, paseando por las mismas calles que antes cruzaron ellas, encontrándoselas a través de las señales que dejaron. Primero lo hizo con unos talleres sobre escritoras conocidas como Rosalía de Castro, Rosa Chacel o Carmen de Burgos, pero luego se fue dando cuenta de que la lista era más amplia: “Unas me fueron llevando a las otras y me fui interesando por todas”.
En Maravillosas (Libros de las Malas Compañías, 2020) están la mayoría. Treinta nombres de mujeres “valientes, con talento y muy decididas” entre los que se mezclan algunos más conocidos como el de Pardo Bazán o Concepción Arenal con otros menos habituales en estas recopilaciones, como el de Francisca de Burdeos, Margaret Modlin o Blanca Coronel. “Me interesaban mujeres que hubieran hecho algo llamativo, pero en positivo, que sirvieran como ejemplo e inspiración”, reconoce Rossetti.
El nombre del libro -Maravillosas- viene de una de las denominaciones con la que se conoce a la flor de la caléndula, que a través de un complejo recorrido histórico y religioso acabó usándose para llamar Maravillas al ahora barrio de Malasaña. En esta zona de Madrid florecieron muchas maravillosas que sirvieron de ejemplo a sus predecesoras. ¿Por qué?
“Todas las mujeres que aparecen en el libro eran independientes desde el punto de vista económico. Ninguna vivió a costa de un marido”, comenta Ana, que descubrió esta relación cuando tenía casi acabado el libro: “No me di cuenta al principio, pero al reflexionar sobre ellas me di cuenta de que todas se ganaban la vida con sus cosas, desde las que escribían hasta las que cosían, cantaban o vendían verduras en San Ildefonso”.
Además de la independencia económica, estaba el entorno: El Refugio, la obra de caridad que abrió un orfanato para niñas junto a San Antonio de los Alemanes, sirvió para que muchas mujeres aprendieran a valerse por sí mismas y fueran autosuficientes. Otro de los focos que favorecieron esta presencia femenina estaba en la Universidad de San Bernardo, donde se organizaban conferencias dominicales dedicadas a las mujeres, se leían las tesis doctorales de toda España y por donde pasaron las primeras doctoras de la educación nacional desde 1838. También estaba cerca el colegio Cardenal Cisneros, donde se licenciaron las primeras bachilleres. “En el barrio había una preocupación para lograr que las mujeres abrieran su mente”, resume Rossetti.
Convertirse en hombre para vivir en otro mundo
De entre las historias que se relatan con un estilo vivo y conciso, Ana Rossetti cree que al lector le pueden sorprender las de mujeres que se travestían para acceder a los privilegios reservados a los hombres. “Había algunas lo practicaban, no solo vistiéndose como hombres sino también adoptando un comportamiento y un vocabulario masculinos, para meterse en su ambiente y disfrutar de él sin que las descubrieran”. Era el caso de Francisca Burdeos, que adoptó la identidad de su hermano Benito, muerto años antes, para enrolarse en el ejército. “Ellas se tenían que disfrazar de hombres para vivir en libertad y cobrar más”. Dos reivindicaciones del siglo XIX que, a día de hoy, siguen protagonizando las movilizaciones feministas.
Al lector también le llamarán la atención personajes “que no se espera”, como la espiritista Amalia Domingo Soler, o Carolina Valentina Mahou, cuya madre puso en marcha la fábrica de cervezas que a día de hoy sigue llevando su apellido y que ella misma se encargó de dotar de una biblioteca de Braille para la escuela de ciegos de San Bernaro 68. También mujeres como Julia Espín, una soprano muy reconocida que inspiró posiblemente aquellas rimas de Bécquer que hablaban de las golondrinas oscuras y del balcón al que se asomaba.
Además de los textos, Maravillosas cuenta con las ilustraciones de Jesús Gaván, un trabajo “fundamental” -reconoce Ana- para ampliar los públicos a los que puede llegar este libro, accesible desde gente más mayor hasta las niñas y los niños. “Si son como yo era de pequeña, les va a interesar seguro. A lo mejor no lo entienden todo, pero se pueden ir familiarizando con estos personajes tan importantes”, indica la autora.
Ana Rossetti hace referencia a su propia infancia porque el libro le recuerda todo lo que leía sobre mujeres en su Cádiz natal: libros de biografías de gente como María Guerrero, Carlota Cordal, Agustina de Aragón, Isabel Clara Eugenia... que le regalaba su madre aprovechando cumpleaños, santos o cualquier otra excusa. “Nací y crecí con la idea de que una mujer podía hacer y decir muchísimas cosas, y que no teníamos un camino dispuesto por otros, sino que podíamos elegir el que nosotros quisiéramos”, asegura. “Maravillosas enseña que se puede ser mujer de muchas maneras distintas. Y que si todas estas mujeres hicieron lo que hicieron en una época en las que se supone que tenían menos respaldo jurídico y social, qué no se podrá hacer ahora”.