El viandante buscador de curiosidades podrá sorprenderse con la pintura más grande de Malasaña si camina por la calle Antonio Grilo. Allí, sobre la pared de un edificio de cuatro plantas una diosa Europa cegada está siendo raptada por Zeus, en forma de toro blanco. La cercanía de esta obra de arte urbano con la realidad marca el trabajo de su autor, el madrileño Raúl Casassola (Móstoles, 1982), uno de los valores más prometedores del arte que nace actualmente de Malasaña y que un día se subió a un andamio para pintar este grandioso fresco, siguiendo un impulso interior.
“Quería hacerme un muro grande. Lo necesitaba”, confiesa durante una entrevista a Somos Malasaña. Acostumbrado a trabajar en la calle y con obras de cada vez mayor formato, aprovechó la tranquilidad del solar de Antonio Grilo y el andamio que colocaron unos obreros que hacían arreglos en el edificio colindante para facturar este fresco de enormes dimensiones. Cuenta que los albañiles le regalaron pintura para el cuadro y que las abuelas que pasaban por delante le felicitaban por su trabajo.
El de Grilo es el trabajo más espectacular de Casassola pero no el único con el que se habrán topado los paseantes de las calles del centro, donde coloca habitualmente sus obras de arte urbano, por lo general papeles pintados y pegados de un estilo característico. Como aquellos que puso en la antigua oficina de Bankia cerrada en San Bernardo. O con la gran obra que pintó retratando a la justicia amordazada en la exposición Haciendo Barrio, que reunió a los principales artistas locales. El mostolense combina la obra pictórica tradicional, sobre lienzo o tabla, con acciones llamativas en la calle, que él define como dádivas a los madrileños.
“Cuando practico el arte urbano me lo tomo como un regalo que yo hago a la ciudad. Son cosas que vendo por cierta pasta en otros sitios, y esto lo hago de forma gratuita. Creo que no estoy haciendo nada malo aunque se insista en criminalizar el uso del espacio publico”, explica cuando relata sus obras urbanas, cuyo origen sitúa en un tiempo remoto de su niñez. “Cuando era muy pequeño, iba diciendo que prefería una ciudad llena de colores. Sigo teniendo la misma idea primaria, la de una ciudad plagada de arte en lugar de otra gris, impoluta, donde la gente también se vuelve gris y triste, aunque todo esté muy limpio”, explica.
Casassola se instaló en Malasaña hace cinco años, después de haber vivido en Talavera de la Reina, Toledo, Salamanca y Holanda. En su casa-taller de la calle Antonio Grilo -casi enfrente del enorme fresco del que ya hemos hablado- ha encontrado el centro perfecto de operaciones para moverse por un barrio que respira arte. “Malasaña me gusta bastante. Siempre ha sido el barrio de los artistas y aquí hay un montón. Tiene un rollo más libertario y, para la creatividad, vivir aquí es genial”, relata. Y aquí siente su arte valorado: “Cuando voy a pegar papeles -se refiere a intervenciones artísticas como esta- la gente me para y me anima. Incluso se hacen fotos conmigo. El ambiente es muy bueno”.
Nueva generación de artistas
Tal vez fruto de este ambiente se están reuniendo alrededor de Malasaña un nutrido grupo de artistas que están dando de qué hablar, especialmente en el mundo del arte urbano. Aquí dieron sus primeros pasos creadores ya consagrados como Boa Mistura, 3TTMan a los que se han unido en las últimas fechas los nombres de Borondo o Dourone, entre otros. “Hay un movimiento cultural de gente muy joven haciendo cosas muy buenas. Tanto en arte urbano como en poesía, teatro, baile…”, observa Casassola desde dentro del movimiento. Él explica esta efervescencia por la crisis económica: “La gente que no debía estar se ha quitado del medio y solo se han quedado los que tienen un carácter fuerte”.
¿Están viviendo Malasaña y la ciudad en general una nueva Movida cultural? Cassasola cree que sí: “Esto tiene pinta de que se va a convertir en una explosión cultural en Madrid. Estamos a un pelo de que tome cuerpo, a que haya algo de voluntad política”. Para ello el artista no cree que hagan falta grandes inversiones, sino “dejar hacer”. “No es una cuestión de invertir, sino de abrir los espacios a la gente, ceder edificios municipales vacíos. La Tabacalera es una ejemplo: si ha surgido ese movimiento cultural en una casa okupa de mala muerte, imagina lo que se puede hacer en una instalación amplio, con ventanales”, imagina el pintor, que da su propia lista de artistas a seguir: “Chloé Tiravy, Lucía Alonso, Ze Carrión, el Doctor Homes… el talento sobra por todos los lados”.
De lo general a lo particular, la conversación con Cassasola discurre por el mismo camino que sigue su obra artística, que él encuadra dentro de una “síntesis” que se nutre con elementos de la tesis clasicista y la antítesis de las vanguardias. Estos componentes se pueden observar en sus pinturas, muchas de temática clásica pero adaptadas a la actualidad, como esa mujer que representa a la justicia ciega con la boca tapada por la Ley Mordaza. O como en el caso de El rapto de Europa, el enorme fresco de Grilo, que abunda en ese concepto, el de una mujer raptada y amordazada que sirve como alegoría de lo que ha sucedido a muchos países del viejo continente. Pero ahí no acaba su significado: “En todas mis obras, aparte del concepto más básico que se explica casi por sí solo, hay muchas cosas escondidas, personales, que me rodean, que no son tan fáciles de sacar”, añade.
El pintor, que se estrenó en los lienzos urbanos muy joven haciendo grafitis de setas y narices de payaso por las calles de Talavera y Salamanca -“desde que tengo memoria siempre he pintado”, dice- , se encuentra ahora en una etapa centrada en el hombre, de marcado carácter figurativo. “Quiero hablar de lo humano. En estos momentos hay que volver al humanismo y al raciocinio, es lo que nos puede salvar de pegarnos un tiro”.
Él se declara totalmente entregado a su vocación artística y recalca que no hay otra forma de hacerlo que invirtiendo tiempo en mejorar tu obra: “A esto, o le pegas diez horas al día o no va para alante”, confiesa. De momento combina los encargos que recibe con la preparación de varias exposiciones colectivas (la próxima, el 19 de septiembre en Nave 73, donde aparte de su obra habitual promete un trabajo nuevo político y más “panki”, según sus palabras) y una individual para febrero de 2016 en el CEART de Fuenlabrada. Y el resto del tiempo, pintar, pintar y pintar: “Yo no puedo dedicarme a otra cosa que no sea ser artista. No me puedo plantear la vida de otra manera. Si gano dinero, lo gano y si no, pues nada”.